ITONGADOL

No mengua el torrente de artículos, cartas, declaraciones y denuncias, firmadas por agrupaciones, por intelectuales o por dirigentes. Muchos vienen arremetiendo contra Marcos Aguinis, y nos indignan.

Algunos (los menos) están dolidos porque sienten que se ha banalizado la Shoá. Queremos suponer que han combatido esta banalización también en el pasado.

Los demás (la mayoría) raramente se han jugado por la causa judía, y hoy se regodean en sumarse a esta cruzada de antiaguinismo que hace el caldo gordo a nuestros peores enemigos. Son ellos quienes banalizan la judeofobia al endilgársela (o permitir que le sea endilgada) a nada menos que uno de los intelectuales más dignos con los que cuenta la judería moderna.

La virulencia con que se acomete contrasta con la complicidad que acepta a Luis D’Elía (ubicuo en actos gubernamentales), a Pedro Brieguer, a Atilio Borón, y a toda la morralla pseudointelectual que ha hecho del judío de los países el objeto de su odio desembozado, y que legitima al régimen troglodita de Irán, el victimario de la Argentina, y el enemigo número uno del progreso y de la gran democracia del Medio Oriente.

La voz solitaria de Aguinis no legitima ningún recorte a la dignidad humana. Denuncia la obsecuencia y el fanatismo. Es la contracara de muchos de sus detractores, que saben que menoscabar la figura de Aguinis les permitirá asociarse a la imposición del miedo, o medrar con la generosidad oficial para con acólitos y antiaguinistas.

Aguinis no medra, porque no tiene amos. Ha escrito y hablado siempre desde una óptica libertaria y valiente. Con él se puede disentir, pero no se debe caer en la bajeza de denostarlo.

Tenemos en Aguinis a un intelectual judío que defiende la democracia y sus valores en todo el mundo, especialmente en Argentina. Uno que reconoce en el Estado judío lo que es: la avanzada de la civilización y la libertad frente a los oscurantistas que intentan destruirlo.

Esos datos esenciales se han hecho a un lado para permitir la lapidación de Aguinis, sin que se pongan de pie para defenderlo públicamente quienes deberían saber enfrentar la calumnia.

A Aguinis no lo están atacando por una frase extemporánea de un artículo más. Frecuentemente leemos y oímos frases odiosas que pasan inadvertidas. A Aguinis se lo ataca por haber representado durante años una defensa de los mejores valores de la democracia y la República. Destruirlo como intelectual independiente es el móvil que agita a una buena parte de sus detractores.

En los más duros años de la dictadura, cuando individuos de la talla de Ottalagano defenestraban a los judíos argentinos, fue Marcos Aguinis quien salió en defensa de la comunidad y de la democracia, sin medir riesgos.

Los demócratas no podemos permitir que se lo zahiera a Marcos Aguinis. No podemos quedar contestes cuando se vilipendia su lúcida voz. No cabe que seamos cómplices: no de los libelistas ni de los timoratos sumidos en el silencio.