*DR. ADOLFO GARCÍA DE LA SIENRA/INSTITUTO DE FILOSOFÍA UNIVERSIDAD VERACRUZANA

Samuel Huntington se refiere a una civilización que denomina occidental y caracteriza a las civilizaciones como “el más alto agrupamiento cultural de personas y el más amplio nivel de identidad cultural que tienen las personas después de lo que distingue a los humanos de otras especies. Se define tanto por elementos objetivos comunes como el lenguaje, la historia, la religión, las costumbres, las instituciones y por la autoidentificación subjetiva de las personas … La civilización a la que pertenece es el nivel más amplio de identificación con el cual se identifica intensamente [una persona]” (Huntington 1993, p. 24).

Y luego agrega que “la civilización occidental tiene dos variantes principales, la Europea y la Norteamericana” (ibídem). Insiste, particularmente, en que “la religión es una característica definitoria de las civilizaciones, y, como dijo Christopher Dawson, «las grandes religiones son los fundamentos sobre los que descansan las grandes civilizaciones»” (Huntington 2005, p. 57), y asevera que “hoy en día, el término «Occidente» se usa universalmente para referirse a lo que se solía denominar cristiandad occidental” (ibídem, p. 56).

Está claro, sin embargo, que muchos judíos de la Diáspora han vivido en los territorios de Europa occidental desde el siglo I de la era común y que desde el siglo XVI la aparente unidad religiosa de Europa se resquebrajó no sólo con la reforma protestante, sino también con el surgimiento del humanismo en el Renacimiento. Así, hacia finales del siglo XVI, Europa estaba dividida religiosamente en católicos romanos, protestantes luteranos, anglicanos, calvinistas y anabaptistas, judíos y miembros de una nueva comunidad de fe
—la humanista secular, gobernada por el motivo de la autonomía de la voluntad y el rechazo a la autoridad de la Biblia (tanto el Tenaj como el Nuevo Testamento). Soterradamente, también, hervía ese paganismo que pervivió a pesar de los esfuerzos de la Inquisición por erradicarlo.

¿Cuál es, entonces, la “gran religión” sobre cuyo fundamento descansa la civilización occidental? Creo que en la actualidad hay dos grandes marcos religiosos presentes en Occidente: el judeocristiano y el humanista. El primero comparte, sin duda alguna, el Tenaj. Si bien éste se interpreta de manera diferente desde el cristianismo, son ciertamente comunes al cristianismo y al judaísmo las tablas de la ley y la concepción de un Dios trascendente, creador del cielo y de la tierra.

El motivo religioso del humanismo secular naturaleza/libertad asume formas liberales que permiten la convivencia de diferentes religiones en un mismo estado. Sin embargo, la degradación del humanismo ha llevado a formas nihilistas e irracionalistas que entran en sinergia con concepciones paganas o panteístas y que se tornan agresivas hacia las religiones de origen bíblico, y particularmente hacia la cultura judía. Es el caso del nacionalsocialismo en Alemania y de formas actuales que buscan descristianizar Europa y eliminar la presencia judía de sus territorios (Noruega
ya pronto se declarará Judenrein). En esta tarea cuenta con la “solidaridad” de los musulmanes que habitan en Europa.

Tanto el cristianismo como el judaísmo tienen que tener en claro que sólo pueden florecer como cultura en una civilización plural, en la que prevalezca la libertad religiosa y haya una notable influencia de la ética basada en las tablas de la ley. Los cristianos, en particular, tienen que tener en claro que los judíos son parte esencial de esta civilización, así como lo es el humanismo de corte liberal tolerante (como el que defendía John Rawls 1995). La pregunta que quiero dejar abierta ahora es ¿qué tanto se inscribe México en la rama liberal judeocristiana de Occidente?

*Presidente de la Sociedad Iberoamericana de Metodología Económica
Director del Instituto de Filosofía Universidad Veracruzana, México

Huntington, S., 2005, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós,
Barcelona.
1993, “The Clash of Civilizations?”, Foreign Affairs, vol. 72, no. 3, pp. 22-49.
Rawls, J., 1995, Liberalismo político,Fondo de Cultura Económica, México.