*ELIO MASFERRER KAN/REFORMA

Ciudad de México (9 septiembre 2012).- Debemos entender el catolicismo mexicano de principios del siglo XX. Los cristeros alzados en armas pidiendo la abolición de los Artículos 3, 27 y 130 de la Constitución resulta algo lejano. Por ello la demolición de una escuela pública en Michoacán nos tomó de sorpresa. El integrismo católico se plantea vivir de acuerdo a la Doctrina de la Iglesia; los cambios en la misma les resultan sospechosos y tienen serias dudas sobre la legitimidad del Concilio Vaticano II, el “auténtico” catolicismo es el de la Colonia.

Nueva Jerusalén se fundó hace 39 años como resultado de las visiones de Mamá Salomé, quien recibía a la Virgen del Rosario y el sacerdote Nabor Cárdenas, Papá Nabor, interpretaba dichas visiones. Les anunciaba la inminencia del Fin del Mundo llamando a sus creyentes a vivir una vida libre de pecados. Para un movimiento apocalíptico el tiempo es una variable cero, se agota en cualquier momento.

Es así como no tiene sentido estudiar una carrera universitaria, atesorar bienes, participar de procesos sociales a nivel nacional. Todo el esfuerzo debe orientarse hacia la preparación de un buen morir que les asegure la resurrección en el Paraíso. La Nueva Jerusalén, cuyas reminiscencias bíblicas son obvias, es de alguna manera la preparación para renacer en el Nuevo Mundo, en el Cielo. Donde les espera a sus integrantes un conjunto de satisfacciones que no tienen en la Tierra.

El cuerpo humano es pensado como la “cárcel” del alma, un contexto de tentaciones que pueden llevar a la “perdición” del catecúmeno. Para ello debe estar preparado, ser austero, humilde, temeroso de Dios y obediente. La ropa que debe llevar no es “a la moda”, sino aquella que está descrita en la Biblia. Los niños deben ir a la escuela, pero no a cualquier escuela, deben aprender a leer, pero lo necesario para poder leer los himnos religiosos y repetirlos. Las escuelas de la SEP o con el programa SEP son vistas como sospechosas, pues apartan a los niños de Dios y además les proporcionan enseñanzas contrarias a la doctrina de la Iglesia o la Biblia. Los habitantes de Nueva Jerusalén no viven en un pueblo de México, sino en un monasterio integrista de raíz católica.

Su enfoque teológico es anterior al Concilio Vaticano II, e incluso tiene elementos de una religiosidad medieval, anterior al Concilio de Trento, que quedó enquistada en muchos pueblos de México. Nueva Jerusalén no es algo insólito, sino que es un eslabón en la larga cadena del integrismo católico mexicano.

Hay un antecedente previo: otro michoacano, Salvador Abascal, padre de 12 hijos e hijas, uno de ellos, Carlos Abascal, secretario de Trabajo y de Gobernación en el régimen de Vicente Fox. Don Salvador, un hombre increíblemente carismático, fundador de la Unión Nacional Sinarquista, creó una comuna utópica llamada María Auxiliadora, en Baja California, y se fue a vivir allí con su familia.

En una reunión con nuestro seminario de investigación nos explicó que sus hijos nunca fueron a escuelas, tanto de gobierno como católicas, pues desconfiaba de ellas. Sus hijos habían estudiado en su casa con maestros particulares y después rendían los exámenes. Carlos era abogado en la Escuela Libre de Derecho. Cuando tuvo el incidente por su negativa a que su hija leyera Aura en la escuela secundaria, no me llamó la atención. En definitiva, los de Nueva Jerusalén son integristas también, pero de huarache.

El problema de los grupos apocalípticos es que el anunciado Fin del Mundo no llega, iniciándose un proceso de institucionalización y rutinización del carisma. Miembros de la organización tratan de adaptar su vida a dos dinámicas dialécticamente opuestas, por una parte mantener su ideología religiosa y simultáneamente pensar en el futuro, una dimensión que es como un cáncer para los grupos apocalípticos, pues precisamente no creen en el futuro, este no existe, pues se ubican en los tiempos del fin del mundo.

Los niños se transforman en los rehenes de la discordia. Unos exigen su educación en las escuelas propias, aprendiendo lo elemental de la lectoescritura, para que sus hijos aprendan los himnos religiosos, los cuales serán recitados esperando la llegada del Fin. Por el contrario, los padres de los niños que comienzan a desconfiar de sus propias creencias apocalípticas, prefieren enviar a sus hijos a una escuela pública. En este contexto, la destrucción de la escuela pública y la negativa a que los niños asistan a la misma no es casual, es el espacio de confrontación de ambas teologías. Durante mucho tiempo en esta comuna expulsaron a los disidentes, ahora son demasiados, ya no pueden hacerlo.

A Nueva Jerusalén se le acerca el tiempo, no del fin del mundo, sino el de la reformulación de sus ideas y de adaptarse a la realidad, sin renunciar a su ideología religiosa. El camino que llevó a don Salvador Abascal, del desierto de Baja California, a la dirección de la prestigiada Editorial Jus.

*El autor es profesor investigador de la ENAH-INAH.