ESTHER SHABOT/EXCELSIOR

Ante los actos violentos desatados en el mundo árabe y musulmán debido al mediocre, pero ofensivo filme titulado La inocencia del Islam, realizado en Estados Unidos por un egipcio copto de antecedentes más que dudosos, la opinión pública en Occidente vinculó y equiparó de forma inmediata estos hechos con otros similares del pasado: la persecución al escritor Salman Rushdie, el asesinato del cineasta Theo Van Gogh en Holanda y el vandalismo asesino registrado tras el escándalo de las caricaturas danesas, por citar sólo los ejemplos más conocidos. Y había razón en la conexión: todos esos estallidos de ira popular tuvieron como justificación la presunta blasfemia contra el Profeta Mahoma y su sagrada doctrina. Sin embargo, un seguimiento atento de las reacciones suscitadas en una diversidad de sociedades árabes da cuenta de que en este último caso de la película difundida por YouTube, las reacciones árabes fueron de lo más diversas dándose muestras múltiples de reprobación y condena al furor descontrolado que se desató.

Es muy probable que uno de los efectos de la llamada Primavera Árabe sea la posibilidad de emergencia de voces diversas que no están dispuestas ya más a que los sectores más radicales del entorno musulmán monopolicen los escenarios y aparezcan como representativos de la totalidad de sus sociedades. Los espacios políticos y de expresión se han abierto relativamente y fue así como a contracorriente de los iracundos que atacaban embajadas y quemaban banderas estadunidenses, aparecieron respuestas en sentido contrario.

Unos cuantos ejemplos de ello: la agrupación Ansar al-Sharía, el grupo islamista considerado responsable del ataque al consulado de Washington en Benghazi, fue atacado por manifestantes libios que indignados por lo ocurrido forzaron a la citada agrupación a abandonar la ciudad, además de que el gobierno libio anunció un operativo para desarmar a las múltiples bandas de extremistas que recorren el país. De igual manera activistas liberales egipcios han emprendido acciones legales contra individuos que quemaron Biblias frente a la embajada de EU en El Cairo, al tiempo que figuras libanesas de diversas orientaciones políticas han arremetido contra el jeque Nasrallah, máximo líder del Hezbolá, a quien le han echado en cara su ferviente incitación a continuar la violencia contra intereses occidentales mientras que no osa decir una sola palabra condenatoria contra las masacres que a diario comete su aliado, el presidente sirio Bashar al-Assad. Ali Goma, el gran muftí de Egipto, urgió a los musulmanes a “seguir el ejemplo del Profeta de soportar los insultos sin buscar revancha” y expuso su proyecto de lanzar una campaña internacional bajo el lema de “Conoce a Mahoma” con el objeto de explicar el Islam al mundo no musulmán.

Es relevante sin duda que un buen número de clérigos e imanes musulmanes de diversos países árabes se hayan pronunciado en el mismo sentido, a veces incluso de manera agudamente autocrítica por medio de señalamientos a la hipocresía inherente a aceptar la ayuda occidental en tantos aspectos y reaccionar de forma tan salvaje a algo tan banal como la película en cuestión. Un recuento más exhaustivo de todo este fermento autocrítico existente hoy en el mundo árabe puede consultarse en la página web de Middle East Media Research Institute (MEMRI), despacho especial 4971.

La conclusión a todo esto es que si bien es cierto que en la mayoría de las naciones árabes predomina aún la consideración de la necesidad de condenar judicialmente la blasfemia y el insulto al Islam, las nuevas condiciones derivadas de la Primavera Árabe han permitido que voces moderadas aparezcan públicamente y estén dispuestas a defender posturas bastante más conciliatorias, tolerantes y liberales que bien pueden constituir un factor contenedor y atenuador de los extremismos religiosos y políticos.