LA RAZÓN/

Mania Alkhatib nació en Siria en 1973 y se licenció como ingeniera industrial en la Universidad de Damasco. Desde 2001 reside en Finlandia y es activista de Amnistía Internacional. Visitó Bruselas recientemente para participar en el foro «Springeneration», organizado por el Centro de Estudios Europeos (CES).

–La guerra siria está desestabilizando Turquía, Líbano e Israel. ¿La crisis se desborda?

–El único medio del que dispone el régimen para mantenerse en el poder es la violencia. Ha perdido toda legitimidad e intenta exportar la crisis mediante sus socios regionales. Todo por no enfrentarse a la realidad de que la fuerza de la revolución no hace sino aumentar.

–¿Debe jugar la comunidad internacional un papel más activo?

–Tiene una responsabilidad moral, pero el pueblo sirio ha perdido la fe en la capacidad real de las organizaciones internacionales de proteger a los civiles. La comunidad internacional debe parar este desastre y cuenta con las herramientas necesarias.

–La presencia de yihadistas ha aumentado. ¿Cómo puede garantizarse que la revolución no sea usurpada por los extremistas?

–El mundo no ha apoyado a los civiles sirios, y cuando se abandona a la gente en un momento de sufrimiento surge el «extremismo». Los musulmanes en general son moderados. Cuando cese la violencia saldrá a la luz la naturaleza real de la gente.

–En todo caso, es una preocupación que se ha extendido en el resto de países donde ha triunfado la Primavera Árabe…

–La revolución nació en la calle, no en los políticos ni en los académicos. Por eso, los partidos organizados como los Hermanos Musulmanes supieron beneficiarse de las grandes oportunidades que surgieron. No es más que una fase previsible, pero no significa que las cosas no volverán a cambiar si los poderes islámicos no captan la esencia de unos cambios que surgen de lo más profundo de la sociedad.