LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

En diferentes ocasiones he analizado en este espacio los graves conflictos sociales que la creciente inmigración musulmana a Europa ha causado en esa región, que bajo principios básicos de las diferentes naciones que la integran, de carácter democrático, desde hace más de cuatro décadas, los han acogido; en el continente europeo residen hoy día aproximadamente 54 millones de musulmanes.

Asimismo, he presentado testimonios de personas, de diferentes nacionalidades, que califican la islamización de Europa, como una amenaza a la existencia de la misma, en virtud de que los fundamentalistas islámicos han convocado a una “Guerra Santa para acabar con los infieles”; así, resulta irónico que a quienes les han extendido la mano para ayudarlos, les escupan en la misma. El radicalismo intransigente de los fundamentalistas de la fe islámica emplea prácticas terroristas en su misión, y sus acciones violentas, trascienden ya, con una fuerza incontenible, las fronteras de Europa.

Poco a poco Europa capitula frente a la intolerancia del fanatismo islámico.

En este ámbito, transmito pensamientos que Geert Wilder (GW), del Partido por la Libertad de Holanda, expresó en un discurso que recientemente pronunció en la ciudad de Nueva York; el tono de los mismos es de advertencia al considerar “que es muy posible que ya estemos transitando las últimas etapas de la islamización de Europa, lo cual no sólo es un peligro claro y actual para el futuro de la misma, sino una amenaza para América y para la supervivencia de todo el mundo Occidental. EUA es el último bastión de la civilización occidental, enfrentando a una Europa Islámica”.

De acuerdo a GW, en Europa ha surgido una sociedad paralela que ha crecido por la migración masiva musulmana. Se han creado barrios enteros habitados por personas de esa fe, donde la población nativa es mínima o ni siquiera es vista; esto se aplica a la policía; es un mundo ajeno al europeo, en el que las mujeres envueltas en pañoletas o enfundadas en carpas, caminan por las calles empujando carriolas de bebes, llevando a otros niños de la mano; testimonio vivo de la explosión demográfica musulmana. Sus esposos, “o mejor dicho, sus amos, caminan por delante a unos tres pasos de distancia”, evidencia de la misoginia que los caracteriza.

GW menciona que en el mundo musulmán hay mezquitas en prácticamente cada esquina. Los negocios muestran carteles en árabe; los ghettos islámicos, controlados por fanáticos religiosos, están surgiendo en todas las ciudades de Europa “como si fuesen hongos”. A través de toda Europa se han edificado miles de mezquitas; algunas de ellas cuentan con congregaciones más grandes que las que tienen otras iglesias. En un número importante de ciudades de Europa una cuarta parte de su población es musulmana, entre otras, Ámsterdam, Marsella y Malmo (Suecia). Paris está rodeado de un anillo de barrios musulmanes.

GW señala que en algunas de las escuelas primarias de Ámsterdam ya ni se mencionan a las granjas, porque de hacerlo así, “significaría hablar del cerdo”, carne que prescribe el Corán por ser impura, y eso sería un insulto para los musulmanes; incluso en un buen número de escuelas estatales de Bélgica y Dinamarca, únicamente sirven a sus alumnos alimentos Halal (puros). En Francia, a los maestros se les recomienda no introducir autores que se puedan considerar ofensivos para los musulmanes, incluyendo a Voltaire y Diderot y lo mismo está sucediendo cada vez con más fuerza respecto a Darwin. La historia del Holocausto ya no se puede enseñar “porque los musulmanes se ofenden”; en Inglaterra, los tribunales Sharia (Ley islámica) han pasado a ser parte oficial del sistema legal Británico.

La violencia de los musulmanes contra los infieles es creciente en toda Europa, particularmente contra los judíos. “Muchos judíos están huyendo de Francia, escapando de la peor oleada de antisemitismo desde la Segunda Guerra Mundial.

GW resalta que no obstante que el Islam tiene un dios, en esencia es una “ideología política”, es un sistema que fija reglas detalladas para la sociedad y la vida de cada individuo; el islamismo dicta leyes inflexibles que implican una sumisión total para quien lo práctica; de aquí que está doctrina no sea compatible con la libertad y la democracia; es una ideología totalitaria. GW refiere que cuando Winston Churchill hablaba del Islam, lo calificaba como la fuerza más retrograda de todo el mundo y comparaba el libro de Hitler, Mein Kampf (Mi Lucha) con el Corán.

En este contexto, el Islam radical ha logrado hacer eco de su odio contra Israel en muchos europeos; ante esta situación, GW considera, que Israel “constituye la primera línea de defensa para Europa, que frustra el avance territorial del Islam, enfrenta las líneas de avance de la Jihad”; para GW de no existir Israel, el imperialismo islámico habría encontrado a otros a quien inculpar y contra los cuales descargar todas sus energías y deseos de conquista.

Desafortunadamente son muchos los que en Europa sostienen que habría que abandonar a Israel para repeler los agravios que reciben de parte de las minorías musulmanas; no obstante, si Israel cayese, no le traería al mundo Occidental ningún consuelo o paz, ni tampoco significaría que las minorías musulmanas modificaran repentinamente su comportamiento o que aceptaran los valores Occidentales. Muy por el contrario, si Israel dejase de existir haría que las fuerzas del Islam se fortalecieran.

Para GW una Europa islámica significaría un Continente sin libertad y democracia; sólo quedaría EUA para preservar la herencia de Roma, Atenas y Jerusalén. GW concluye que no se puede pactar con Mullahs e Imanes, sería un acto que las generaciones futuras no perdonarían. En una década más la población musulmana representará alrededor del 25.0% de los habitantes de Europa que no quieren integrarse a las sociedades locales, sino reinar sobre ellas.