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A juzgar por el claro apoyo de algunos grupos de izquierda a la organización terrorista palestina Hamas cabe preguntarse cuáles son hoy los valores de izquierda en el mundo.

¿Coinciden los valores de la izquierda con los del islamismo militante? ¿Es de izquierda estar en contra de los valores de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa? ¿Es de izquierda dividir el mundo en fieles e infieles de una determinada religión? ¿Es de izquierda aceptar el estatus inferior de los considerados infieles?

¿Es de izquierda aceptar como legítimo el objetivo de repetir el genocidio hitlerista destruyendo el único país judío en el mundo? ¿Es de izquierda apoyar la discriminación de la mujer, la marginación de los homosexuales, la implantación de una legislación del siglo VII por la cual se lapida a la mujer adúltera y se corta la mano a los ladrones? ¿Es de izquierda la idea de que la democracia es un fracaso y que es necesario implantar una teocracia? ¿Es de izquierda el odio a la modernidad y a la libertad en los estilos de vida? ¿Es de izquierda la idea de que el mundo deba dividirse en dos categorías distintas de seres humanos: los fieles, destinados a mandar y los infieles, destinados a obedecer? ¿Es de izquierda un culto a la muerte en aras de la destrucción del otro y el diferente? ¿Es de izquierda la idea de que es necesario implantar un califato islámico que rija al mundo? ¿Es de izquierda la idea de que el régimen ideal para toda la humanidad sería una teocracia totalitaria?

La respuesta a todas estas interrogantes no puede ser sino un tajante NO. Aún sus más duros críticos no identificarán a la izquierda con el fascismo islámico, con sus objetivos reaccionarios y su furibundo ataque contra la modernidad y los avances en la liberalización de las costumbres. ¿Cómo explicar entonces la extraña solidaridad de grupos de izquierda con una organización islamista fanática y agresiva que rechaza toda posibilidad de paz y propugna la muerte de todos los judíos (no los israelíes sino los judíos, estén donde estén y piensen lo que piensen)?

¿Cómo explicar la metamorfosis de una izquierda presuntamente progresista y democrática en el aliado de una ideología premedieval que en la práctica desea implantar un fascismo teocrático en todo el mundo?

La explicación más obvia es el antisemitismo. Es un prejuicio no declarado y, por supuesto, vehementemente desmentido. Pero la dura estigmatización de los actos de defensa de Israel y el “olvido” olímpico de las provocaciones previas del terrorismo islamista le da una indudable credibilidad. Sin duda, la vara utilizada contra Israel no es la que se utiliza en otros casos. La gran indignación por los 100 muertos palestinos en la reacción israelí a los ataques con misiles de Hamas contrasta con el estridente silencio frente a los 40.000 muertos en la guerra civil siria.

Otra explicación es el simplismo político: los enemigos de mis enemigos son mis amigos. El crimen de Israel sería ser demasiado amigo de los Estados Unidos. Pero curiosamente los más duros críticos de Israel por esa alineación “con el imperialismo” no rechazan en absoluto la amistad con los Estados Unidos y aún menos las ventajas económicas derivadas de las buenas relaciones con ese país.

Otra tesis es que se trata de falta de información. Pero, ¿es posible que grupos políticos que se consideran responsables no se informen debidamente o acepten sin ningún sentido crítico información totalmente parcializada? Sin duda, es una hipótesis muy problemática y dudosa.

Una curiosa teoría explica que parte de la izquierda mundial no ha terminado de hacer el luto por la caída del “socialismo real” y tiene nostalgia de la época en que imperaba la disciplina estalinista y había una sola voz dominante que decía qué estaba bien y qué estaba mal. El Islam militante sería de alguna manera un heredero de la causa en el enfrentamiento con el mismo enemigo: el capitalismo mundial. Esta tesis no parece muy consistente ya que los países que financian el islamismo constituyen un factor nada insignificante en el capitalismo mundial.

Algunos expertos en historia mencionan las afinidades históricas y las coincidencias entre la izquierda y el fascismo. Pero la norma ha sido que en las alianzas con el fascismo a la izquierda le ha ido mal. Cabe recordar el alto precio que pagó la Unión Soviética por la alianza de Stalin con la Alemania nazi previamente a la Segunda Guerra Mundial y la lucha de los jóvenes de izquierda en la revolución de 1979 contra el Shah en Irán, que lucharon por la libertad y fueron a parar a las cárceles del Ayatollah Khomeini. No hay ninguna perspectiva de que en su alianza con el Islam militante a la izquierda le vaya mejor.

Hamas odia a Marx tanto o más de lo que odia a los judíos.