JOSÉ MARÍA AZNAR Y DAVID TRIMBLE / CIDIPAL

El terrorismo jihadista aun está vivo y, como muestran los acontecimientos en Mali y Algeria, nos plantea, a nosotros, una amenaza directa. La agitación en Africa del Norte nos recuerda que el jihadismo no tiene fronteras y que, cuando se confronta al terrorismo, siempre es mejor evitarlo que afrontar sus consecuencias. Sin embargo, la Unión Europea, a veces, se rehúsa a enfrentar la realidad del terrorismo. Un caso fuerte, por ejemplo, es Hezbollah. En julio del año pasado un autobús lleno de turistas israelíes fue volado en pedazos por un joven terrorista en Burgas, Bulgaria- cinco israelíes y el conductor del autobús- búlgaro – resultaron asesinados. Toda la evidencia señala que fue un complot, concebido y ejecutado, por Hezbollah.

Sin embargo, a pesar de esta atrocidad algunos gobiernos europeos no muestran voluntad para declarar a Hezbollah como amenaza a la seguridad y colocarlo en la lista de terroristas de la Unión Europea. Este rechazo está basado en una mala interpretación de la naturaleza del grupo. Hezbollah no es solo una milicia libanesa y un partido político. Es el largo brazo de Irán. Desde la concepción de Teherán en 1982, estuvo comprometido con los objetivos revolucionarios de la expansión internacional del islam shiita, tal como lo soñara el Ayatollah Khomeini.

El hecho que mantenga bancas en el Parlamento libanés y puestos en el Gabinete no significa que sus líderes no se consideren como solo otra facción libanesa; que asesina a sus oponentes políticos (un tribunal de Naciones Unidas encontró que, el asesinato de Rafic Hariri, Primer Ministro libanés, fue un complot de Hezbollah).

Por el contrario, Hezbollah tiene una visión y alcance global. Perpetró ataques en lugares tan distantes como Argentina, Georgia, Israel, Tailandia, Turquía y Arabia Saudita, así como en Líbano. Estuvo involucrado en activades, tan ilegales como lucrativas, en América Latina como en África occidental. Por ejemplo, realizó operativos de tráfico de drogas y lavado de dinero en la jungla de Colombia, bajo el control de las FARC. De acuerdo con representantes estadounidenses Hezbollah está fuertemente involucrado en el contrabando de drogas hacia Europa.

Algunos sostienen que hay una diferencia entre su ala militar , política y sus actividades caritativas. Están equivocados: es un solo cuerpo y cada parte juega un rol en la estrategia global. Los líderes ( a cargo de sus hospitales y escuelas), el líder militar y representantes políticos se sientan, juntos, bajo el Secretario general Hassan Nasrallah. Su vice, Naim Qassem, fue citado hacia octubre diciendo: “No tenemos un ala militar y un ala político. No tenemos el Partido de Allah y el Partido de la Resistencia. Esas diferencias no existen y son rechazadas”.

Hezbollah está comprometido con la revolución violenta. Se considera en total confrontación con nuestro modo de vida. La idea de comprometer a Hezbollah ( a través del proceso político y las instituciones libanesas) que podría moderarlo probó ser una peligrosa ilusión. Y hoy está interviniendo en Siria, del lado de Bashar al Assad y pronto conoceremos las atrocidades realizadas, alli, por sus militantes.

Hay algunos gobiernos en Europa que sostienen que el tiempo de poner a Hezbollah en la lista terrorista de la Unión Europea aun no llegó. Pero, ¿qué más se necesita para permitirnos tomar una decisión como tal? Organismos oficiales, investigación privada, indagaciones del parlamento, una tras otra, revelaron conexiones terroristas.

Entendemos la cautela de las naciones que tienen ciudadanos viviendo en Líbano o tropas pacifistas desplegadas en ese lugar. Pero el temor no puede ser un sustituto de la claridad moral. Necesitamos recordar que Unifil II (Fuente Interina de ONU en Líbano) fue desplegada en 2006 para desarmar a Hezbollah, no para convertirse en su rehén. Desde lo que sabemos, Hezbollah fue capaz de rearmarse desde el conflicto, acontecido hace seis años. De acuerdo con la inteligencia israelí, el arsenal de Hezbollah de 10.000 misiles fue reducido a la mitad por la guerra; pero hoy se expandió cinco veces más la cifra original a pesar de la misión de Naciones Unidas.

Irán está más nervioso por el impacto de las sanciones. La posibilidad que Teherán pueda contraatacar a través de sus aliados terroristas tiene que ser considerada, de la manera más seria, en la actualidad. Daniel Benjamin, coordinador de contraterrorismo del Departamento de Estado norteamericano declaró, en agosto: “Estamos cada vez más preocupados por las actividades de Hezbollah en diversos frentes, incluyendo su ascendente campaña terrorista en todo el mundo… y evaluamos que, Hezbollah, pueda atacar en Europa o en cualquier otro lugar en cualquier momento con poca (o sin) advertencia alguna”.

Colocar a Hezbollah en la lista terrorista disminuirá su capacidad de servir a los siniestros propósitos de los ayatollahs en Teherán.

Algunos gobiernos europeos dijeron, luego del ataque en Bulgaria, considerar si nombrar (o no) a Hezbollah como organización terrorista podría esperar hasta que, la investigación oficial, alcanzara su conclusión. Otros estuvieron a favor de designar, como organismo terrorista, solo a la así llamada ala militar.

Sabemos desde nuestra propia experiencia en España y en el Norte de Irlanda que el terrorismo no puede ser derrocado a menos que uno derribe todos los tentáculos que sirven a los propósitos de los terroristas, y eso incluye a las organizaciones políticas y financieras. No se equivoquen – los grupos terroristas usan todos los medios a su disposición para sobrevivir, florecer y lograr sus planes.

Hezbollah ya está presente y activo en suelo europeo; sus actividades ilegales y redes cubren el continente. Mostró que está deseoso de atacar en Europa. Ese es el motivo por el que, ahora, los gobiernos europeos deben moverse para estigmatizar a Hezbollah y a sus actividades, su visión y sus objetivos.

Hezbollah no es el Partido de D´s; es el Partido del Terrorismo y deberíamos tratarlo como tal. (The Times)

*José María Aznar fue Primer Ministro de España, 1996-2004; Lord Trimble fue Primer Ministro de Irlanda del Norte, 1998-2002 y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1998.