Enrique-Krauze-

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ENRIQUE KRAUZE

Un sector muy minoritario de nuestra izquierda ha exhibido recientemente su antisemitismo en la prensa o las redes sociales mediante un artificio: usa como escudo semántico la palabra “sionista”. Deturpan a “los sionistas”, no a los judíos, pero sus argumentos sobre la supuesta conspiración para dominar al mundo son una calca de panfletos como los Protocolos de los Sabios de Sion. (Sobre esa falsificación concebida ex profeso por la policía zarista, Umberto Eco ha escrito su novela más reciente: El cementerio de Praga). En enero pasado, esa corriente de odio llegó a la UACM: en un acto público, una arquitecta llamada Raquel Rodríguez lamentó que el Holocausto fuera una “mentira” porque de haber ocurrido “ya tuviéramos la suerte de que no hubieran más judíos”.

Por fortuna, el pasado 20 de marzo ocurrió en la Cámara de Diputados un hecho alentador. Recogiendo una noble tradición en la izquierda mexicana (presente en la obra de José Revueltas, por ejemplo), los diputados Ricardo Monreal y Ricardo Mejía, integrantes de la LXII Legislatura del Congreso de la Unión y del Grupo Parlamentario de Movimiento Ciudadano, presentaron un alegato histórico sensible e inteligente sobre la naturaleza del Holocausto: “fue la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado y auspiciado por el Estado alemán, del que se ha documentado la muerte de aproximadamente seis millones de judíos por parte del régimen nazi y sus aliados … El Holocausto como hecho histórico ha sido considerado como la máxima expresión de fanatismo, intolerancia, acoso y violencia contra un grupo o comunidad basado en el origen étnico o en las creencias religiosas, perpetrados a través de actos terribles de inhumanidad”.

En el espíritu del Museo “Memoria y Tolerancia” (visita obligada, Plaza Juárez), el documento precisa atinadamente que no fueron sólo los judíos quienes sufrieron la persecución y el exterminio:

… desde los primeros años del régimen nazi, se persiguió a distintos grupos sociales dando muerte a un considerable número de personas como los gitanos, discapacitados, y algunos pueblos esclavos (polacos y rusos, entre otros), y a otros individuos cuyos comportamientos no se ajustaban a las normas sociales prescritas, como los homosexuales. Miles de oponentes políticos (incluidos comunistas, socialistas y sindicalistas), así también disidentes religiosos (como los Testigos de Jehová), … murieron como resultado de la encarcelación y el maltrato.

El documento, por otra parte, alienta de manera explícita el necesario debate sobre el Medio Oriente pero acota que éste no debe ser pretexto para un rebrote del antisemitismo.

Monreal y Mejía solicitaron tres puntos de acuerdo, que los honran: una condena “al ataque y difamación del que fue objeto la comunidad judía mexicana e internacional” en la UACM; un exhorto a varias autoridades (entre ellas el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y a la Comisión Nacional de Derechos Humanos) para que, en el marco de lo que establece la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, “se pronuncien respecto a los probables actos discriminatorios antisemitas”; y una exigencia de explicación y pública disculpa a la señora Rodríguez, a las autoridades de la UACM y del D.F. por los hechos.

En la lucha permanente contra la discriminación racial (o de cualquier índole) la izquierda debe estar a la vanguardia. Y la ciudad de México debe estar a la vanguardia de esa vanguardia. Gobernada por la izquierda desde 1997, se ha ganado el reconocimiento mundial como un espacio de libertad sexual. Ahora el gobierno citadino y la Asamblea de Representantes deben dotar a la COPRED del D.F. de una jerarquía política y legal acorde con su nombre y que le permita combatir con mayor eficacia el racismo, el antisemitismo y otras formas de discriminación.

Celebro que la izquierda retome el legado humanista de Revueltas y sea coherente con su propia historia. Pero yo agregaría una institución al exhorto de deslinde con respecto al antisemitismo: MORENA, el movimiento de Andrés Manuel López Obrador.

Fuente: Reforma