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La mirada apacible, las mejillas redondas y la cara infantil hacen pensar en una mujer pacífica y alegre. Pero Beate Zschäpe engaña. La apodada «novia neonazi» centrará desde el lunes 6 de mayo las miradas de toda Alemania como principal acusada en el mayor juicio por crímenes neonazis desde la Segunda Guerra Mundial.

Las dos caras de Zschäpe desconciertan a los vecinos en su deprimido barrio de la ciudad de Zwickau, este de Alemania. Nadie cree que la amable mujer de 38 años aficionada a la jardinería haya tenido una doble vida como miembro del trío terrorista acusado de diez asesinatos racistas, 15 robos de bancos y varios atentados.

«No importa lo que hayan descubierto. Para mí seguirá siendo la que conocí, una persona de buen corazón», contó en la televisión alemana su vecina y amiga Heike. «Para mí era una especie de hermana, una hermana mayor».

Pero el desdoblamiento de Zschäpe es menos sorprendente de lo que podría parecer. Su biografía reúne muchos de los elementos característicos de los nuevos nazis alemanes: infancia sufrida, familia desestructurada, juventud sin perspectivas en la extinta Alemania comunista y entorno radical y xenófobo.

Nacida el 2 de enero de 1975 en la ciudad oriental de Jena, la pequeña Beate quedó a cargo de su abuela a los dos años, cuando sus padres se separaron y su madre se mudó a otra ciudad con otro hombre. Al terminar la escuela en 1992 se formó como jardinera, pero pasó largo tiempo desempleada. En esos años comenzó a acercarse a la escena de ultraderecha y allí conoció a los otros dos integrantes del que luego sería el trío neonazi que consternaría a Alemania: Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt.

Zschäpe mantuvo una relación sentimental primero con Mundlos, que ya formaba parte de un grupo neonazi. Tres años más tarde fue novia de Böhnhardt y hasta se mudó a la casa de su familia. Pero los tres siguieron unidos y se convirtieron en una suerte de familia. Diversas fotos los muestran siempre juntos compartiendo vacaciones junto al mar Báltico o comiendo en el departamento de la ciudad sajona de Zwickau en el que vivirían los tres.

Beate daba una impresión «vulgar», según describió un amigo de Mundlos en los interrogatorios. «Me dio la sensación de que no tenía nada en la cabeza». A diferencia de Mundlos, hijo de un profesor, Zschäpe carecía al parecer de intereses o reivindicaciones políticas.

Pero el inseparable trío se radicalizó rápidamente con el nombre de Resistencia Nacionalsocialista (NSU, por sus siglas en alemán) y llamó la atención de la Inteligencia alemana.

El 26 de enero de 1998, la policía lanzó una redada en un garaje alquilado por Zschäpe y encontró explosivos, detonadores y un ejemplar de Progromly, una obscena versión antisemita del popular juego de mesa Monopoly.

El golpe, sin embargo, fue un fracaso: el trío esquivó la redada y pasó a la clandestinidad. Pasarían 14 años hasta que volviera a saberse de ellos, 14 años en los que Zschäpe adoptó numerosas identidades falsas y perfeccionó su imagen de ciudadana corriente, amante de sus dos gatos Lilly y Heidi y amiga de sus vecinos.

El 4 de noviembre de 2011, Mundlos y Böhnhardt aparecían muertos en una autocaravana -la versión oficial dice que se suicidaron al verse rodeados por la policía tras robar un banco- y Zschäpe volaba por los aires la casa de los tres en Zwickau. Cuatro días más tarde se entregaba a la policía.

Sólo entonces Alemania descubrió que los asesinatos de ocho inmigrantes turcos, uno griego y una policía perpetrados entre 2000 y 2007 eran obra del trío neonazi, como también atentados con explosivos y robos a bancos.

Zschäpe quedó como única responsable viva de la serie de violencia de ultraderecha más sangrienta vivida por Alemania desde la Segunda Guerra. Desde su detención se negó a hablar, guardando siempre el gesto impasible. El juicio que comienza el 6 de mayo podría aclarar ahora muchos de los misterios que se ocultan detrás de ese silencio.

Fuente: La Voz de Galicia