43838_144353_650x420

SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

Muchos Gobiernos piensan en la doctrina del ojo por ojo, como si un acto criminal debe forzosamente enfrentarse con la misma o mayor violencia del hecho cometido; también lo asumen como si fuera contra ellos, personalizándolo de una manera poco conveniente, o asumiendo que ellos representan al todo social, es una interpretación muy peculiar de la razón de estado que con mucha frecuencia se ha prestado para infamias en contra de la sociedad; es por muchas de estas razones que se creen compelidos a actuar con justicia al anteponer violencia con violencia.

Un sociólogo muy famoso dijo hace mas de cien años que el Estado es el poseedor del monopolio de la violencia legítima aserto que nadie se atreve a cuestionar, pero descubrimos que mientras la posesión de ese monopolio es indudable, su ejercicio con frecuencia dista mucho de ser legítimo, porque el hecho que los factores políticos ejerzan la violencia no hace legítimo ese ejercicio. ¿Cómo calificar una acusación fabricada contra un ciudadano inocente con el exclusivo propósito de extorsionarlo?, ¿cómo considerar la acción violenta del Estado que pisotea los derechos humanos de personas inocentes?
Hoy en día son muchos los gobiernos que enarbolan la espada contra la sociedad explicando que lo hacen por el bien de ella misma, hay países donde la tortura se ha institucionalizado generando muchos culpables que pagan por la tranquilidad del sistema, donde el primer lugar es de los gobernantes.

La pregunta de hasta donde esa violencia es legítima es todo menos ociosa, porque si un Estado agrede de manera sistemática a una parte de su sociedad, echa por la borda una buena parte de su legitimidad. El que agrede a una parte de la sociedad la agrede a toda ella. Las violaciones a la legitimidad por pequeñas que sean terminan afectando al todo legítimo, porque la violencia legítima se deslegitima por el abuso, mientras mayor es este más se acelera el proceso. Los estudiantes mexicanos se quejan de una escala represiva y respuestas desmedidas, seguramente han confrontado a gobiernos que se sienten infalibles y con un mandato para activar toda la fuerza posible contra la transgresión. Deliberadamente me rehúso a entrar a la discusión sobre lo pertinente de una cantidad de violencia, o la aceptabilidad de medidas agresivas contra la sociedad.

Es falaz el planteamiento que exculparía al Estado de los actos violentos de algunos de sus agentes, como son por ejemplo las policías. Es indivisible el respeto que se debe guardar hacia la sociedad.
La actitud o postura que privilegia a la violencia por encima de la política refuerza a las fuerzas poliacas que no necesariamente son de seguridad, aunque el gobierno promueva la idea de que las acciones policiacas siempre son para garantizar la seguridad; esa manipulación llega al extremo de tratar de convencer a la sociedad de que se puede afectar la libertad por su bien, porque por supuesto eso provee seguridad.

No se puede ver con tranquilidad una construcción simbólica de este tipo que da lugar a que se erijan sistemas de vigilancia que penetran en la vida de la gente y destruyen la privacidad, pulverizan los derechos civiles y violentan las reglas de convivencia que promueve la democracia, aunque supuestamente en nombre de ella legitiman la violencia o cierto uso de ella.

Desde Fox el gobierno movilizó sus recursos violentos para enfrentar al crimen organizado, Calderón decidió escalar la lucha y provocó una tragedia humanitaria que no se alcanza en zonas de guerra abierta, y por supuesto hubo una andanada de violaciones a los derechos humanos, ya México tiene el deshonor de ser si no el más, de los más condenados en el mundo, y todavía hay gobiernos lo suficientemente imbéciles como para otorgarles reconocimientos. No nos extrañe que Calderón y Assad compartan una cátedra en Harvard sobre como arruinar a un país violentando a su sociedad y mantener apoyo internacional.

El crimen agrede a la democracia, violenta las pautas de convivencia y el respeto a los derechos; pero un gobierno que privilegia la violencia por encima de los otros recursos a su disposición es todo menos democrático.
Las leyes le dan múltiples opciones al gobierno, lo mismo hace la política, pero muchos gobernantes creen que lo fundamental es dar lecciones ejemplares, eso hizo Díaz Ordaz en 68 y terminó en la cloaca de la historia, lo mismo hizo Calderón y ya se baña en las aguas de albañal, y Peña desde Atenco demuestra su cercanía a esa escuela, lo que anuncia momentos muy difíciles para el país y para aquellos que todavía tienen el coraje y valor de protestar; una de las preguntas es por qué tienen que hacerlo encapuchados