¿Qué tienen en común Berenice Abbott, Weegee, Paul Strand, Robert Frank, Richard Avedon, Clemens Kalischer, Louis Stettner, Sid Grossman, Aaron Siskind, Jerome Liebling o Helen Levitt?Todos ellos eran emigrantes europeos llegados a los Estados Unidos o americanos de primera generación. Coincidieron en la Photo League, una asociación de fotógrafos de ideario abiertamente izquierdista cuyo origen se remontaba a la berlinesa Internationale Arbeiter-Hilfe (la organización de ayuda a los presos políticos creada por el Comintern en 1922). Entendían que contar el mundo tal como era contribuiría de algún modo a revelar, foto a foto, el camino del cambio. La mayoría de ellos sufrieron la represión macarthista. Y todos eran judíos.
Hay varias razones que explican esa presencia dominante. Algunas son de orden material: una empatía natural motivada por la condición de minoría del pueblo judío y por su pertenencia mayoritaria a las clases trabajadoras. Otras, de naturaleza espiritual: la convicción religiosa en el deber de reparar el mundo (tikkun olam) y la fe en la posibilidad de realizar el ideal mesiánico en esta tierra y estos días que pasamos en ella. Esa “afinidad electiva” (en palabras de Michael Löwy) entre el mesianismo talmúdico y la utopía social que tantos revolucionarios judíos dio a Europa.Aquí va una muestra de su trabajo. La criba no obedece necesariamente a mis gustos más personales. Es más bien un tributo de admiración hacia unos hombres que dedicaron su tiempo y su técnica a reparar el mundo por el procedimiento de dirigir la mirada hacia quienes peor malparados habían salido en el reparto.
Robert Frank |