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ESTHER SHABOT

Por quinta vez en los últimos tres meses, el secretario de Estado de EU, John Kerry, visita el Oriente Medio con el objeto de promover el inicio de las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos, suspendidas desde hace mucho tiempo. Siete veces, Kerry ha tenido largas conversaciones privadas tanto con el primer ministro israelí, Netanyahu, como con el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, sin resultados concretos a la vista. Sin embargo, en esta ocasión existen indicios de un posible cambio que dé lugar, al fin, a un avance en el sentido deseado y presionado por Kerry. Uno de ellos ha consistido en declaraciones de Netanyahu acerca de su apego al proyecto de “dos Estados para dos pueblos”, declaraciones que le han granjeado una oleada de indignadas críticas e incluso connatos de rebelión por parte de sus compañeros de partido de línea dura, lo mismo que de miembros de su propio gabinete para quienes la expansión de asentamientos judíos en Cisjordania constituye su máxima prioridad política. De hecho, circulan rumores de que se estaría gestando una ruptura dentro del partido de Netanyahu, el Likud, debido a estas diferencias.

De igual modo, ha sido notable la declaración del ministro israelí de Ciencia y Tecnología, Jacob Perry, de que “…soplan nuevos vientos: Netanyahu ha declarado que es consciente de la necesidad de una dolorosa evacuación de un número de asentamientos que no pueden ajustarse a la contigüidad de los grandes bloques”. Perry, un político moderado, expresó su opinión de que el público israelí en su mayoría, apoya tal movimiento, agregando que el propio Netanyahu sabe que aunque tal vez no tenga al respecto el apoyo masivo de su gabinete, sí lo tendrá en el seno del Parlamento o Knésset.

Por otra parte, un elemento que quizás esté teniendo efectos positivos en las maniobras de Kerry es la incorporación del factor jordano en virtud del papel que el Reino Hachemita ha jugado histórica y geográficamente en el destino palestino. El periódico jordano Ad Dostur informó que Kerry planea anunciar una conferencia de paz a celebrarse en Ammán en los próximos días, conferencia a la que asistirían representantes de Estados Unidos y Jordania, lo mismo que delegados palestinos e israelíes. Se habla de que las negociaciones serían intensivas y versarían primordialmente sobre el trazado de las fronteras del Estado palestino y la satisfacción de las demandas de seguridad de Israel.

Si esto llega a ocurrir, Kerry habrá conjurado el persistente escepticismo que hasta ahora había despertado su mediación en este conflicto. Y es que al parecer, aún cuando el panorama no era nada promisorio debido a las posiciones irreductibles de las partes, Kerry bajo las órdenes de Obama, ha desplegado una tenacidad extraordinaria al invertir incontables horas en viajar, escuchar y hablar con Mahmoud Abbas y con Netanyahu para entender los puntos de vista respectivos, atenuar las suspicacias mutuas, explicar, garantizar y presionar a fin de forzar a las partes a romper con muchas de sus exigencias desmedidas que han estado paralizando peligrosamente la situación. En caso de que en efecto, las conversaciones de paz se reinicien y consigan eventualmente dar frutos, la historia de la marca que dejarán Obama y Kerry en la región será sustancialmente distinta a la que se creía iba a haber. Después de todo, el presidente Obama sabe desde siempre que desactivar el conflicto palestino-israelí, además del beneficio que traería a ambos pueblos, constituye simultáneamente un factor capaz de restar presión considerable al hoy más que nunca inflamable Oriente Medio alrededor del cual tantos intereses geopolíticos y riesgos potenciales gravitan.