enlace-judio-armas químicas letales contra población civil

ESTHER SHABOT

Las imágenes, las cifras y las descripciones no podían ser más dramáticas. Cien mil muertos, dos millones de refugiados, probable uso de armas químicas letales contra población civil y arrasamiento de barrios enteros mediante bombardeos inclementes. Todo ello desencadenado a partir de la negativa a abandonar el poder de un gobierno profundamente dictatorial y cruel. Ante tal panorama surge de manera lógica la gran pregunta de por qué las naciones y los organismos capaces de intervenir para poner un alto a todo esto siguen observando pasivamente lo que ocurre y reaccionan con meras declaraciones de condena que no son sino palabras que se lleva el viento. Las respuestas a esta pregunta son múltiples y muchas de ellas tienen que ver ciertamente con cálculos y consideraciones pragmáticas del costo-beneficio que en términos geopolíticos y económicos tendría tal intervención para cada potencial actor que se involucrara en esto, pero también con los pronósticos probables acerca de la naturaleza que tendría el nuevo régimen pos-Al-Assad.

No cabe duda de que uno de los elementos que más ha desalentado una posible intervención directa de la comunidad internacional en la guerra civil siria ha sido la fragmentación extrema de la oposición y el hecho de que en el seno de ésta y al lado de las fuerzas liberales y pro democráticas que luchan contra Al-Assad, proliferan agrupaciones islamistas radicales cuyos objetivos a mediano y largo plazo no son precisamente los de instaurar un nuevo régimen ajeno a prácticas totalitarias y excluyentes.

El periódico árabe Asharq alawsat narra un ejemplo ilustrativo de lo que está ocurriendo dentro de las fuerzas rebeldes. En la ciudad de Tell Abayad, donde residen algunas decenas de miles de sirios-kurdos, se ha desencadenado el pánico debido a que una de las ramas de la oposición anti Al-Assad, afiliada a Al-Qaeda y que controla buena parte de esa región, el denominado “Estado Islámico de Siria e Irak” (EISI), ordenó a las familias mandar, cada una, a un hijo a activar en la jihad (guerra santa) o en caso contrario, pagar una multa equivalente a cuatro mil 500 dólares. El objetivo de dicha jihad no es combatir a Al-Assad, sino atacar a las llamadas Unidades de Protección del Pueblo Kurdo bajo la consigna —proclamada desde los minaretes— de que los kurdos son apóstatas que no se ajustan al modelo islamista-árabe que el EISI enarbola como el único legítimo.

De hecho, el Ejército Libre de Siria (ELS), uno de los principales miembros de la oposición a Al-Assad, rompió hace tiempo con el EISI, básicamente por el desacuerdo de éste con la postura tolerante y conciliatoria de ELS respecto a la minoría kurda. Y esta disputa al interior de las fuerzas opositoras al régimen de Damasco es elocuente del dilema que para la comunidad internacional representa esta diversidad de ideologías y objetivos políticos entre quienes combaten a Al-Assad. ¿Quién puede pronosticar si no surgirán escenarios más sombríos aún si agrupaciones como el EISI o el Frente Al Nusra también afiliado a Al-Qaeda resultan beneficiados y consiguen hacerse del poder después de que el mundo intervenga directamente para derrocar a Al-Assad? Estos riesgos son hoy por hoy un factor determinante en la reticencia de EU y las potencias europeas para hacer más por sacar a Al-Assad del poder. Y desgraciadamente con ello cuenta el dictador de Damasco para llevar las matanzas contra su pueblo a extremos espeluznantes, como con ello cuentan también otros actores como Rusia e Irán para seguir apoyando sólidamente a Al-Assad, su aliado predilecto dentro del mundo árabe.


Fuente:excelsior.com.mx