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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Una meta por lograr

Estar de vacaciones conforma un espacio para pensar en lo que realizaste o no hiciste en tu vida. Lo que no llevaste a cabo difícilmente lo puedes hacer en el presente; existen limitaciones por la edad o por insuficiencia de recursos económicos; lo importante es que no sientas que tu vida ha sido una serie de infortunios porque tu destino así estaba marcado o porque no le echas suficientes ganas para ir cubriendo tus expectativas en todos los órdenes: familiar, social, económico, afectivo, entre otros.
En este sentido, me siento satisfecho, aunque en el aspecto familiar, vinculado a los hijos, siento una especie de vacío por el poco apego de los mismos a los padres y que en este foro he expresado varias veces. Mi esposa y yo nos hemos preguntado ¿en dónde ha estado nuestra falla? Tratando de ser honestos, realistas y hasta donde cabe objetivos, reconocemos nuestras imperfecciones, empero, no logramos explicar con cabalidad la insuficiencia de interés de los hijos; y por extensión, de los nietos, hacia nosotros. Una conclusión preliminar, que coincide con el punto de vista de amigos que viven situaciones similares, es que les damos “demasiado” a los hijos, los sobreprotegemos. Quizá esta es una versión simplista y justificante de los hechos; no obstante, llevo años preguntándome cuál es la falla en esta relación vital entre padres e hijos. Sospecho que ellos son egoístas.

En el contexto de los logros en la vida, siempre recuerdo una película que vi 30 años atrás, en la que un rico empresario conoce en la calle a un vagabundo en la víspera de una nevada noche de Navidad en alguna importante ciudad de EUA y lo invita a tomar una copa en su lujoso departamento de una impresionante torre. El vagabundo, notablemente impresionado por el edificio, se detiene a la entrada del mismo, y le comenta al empresario ¿vuelvo mi rostro hacia atrás y me doy cuenta que toda mi vida ha sido “una bola de mierda”; acaso muchos de nosotros no nos hemos hecho ese cuestionamiento?

Apegarse a la nostalgia del pasado con un horizonte del futuro limitado o nulo, es signo de vejez; esta situación es normal para quien empieza o está de lleno en esta etapa de la vida, misma que hay que reconocer con naturalidad, no con escepticismo. Ciertamente, durante estas vacaciones hemos recorrido a pie largas distancias; los dos primeros días sentí que iba a “reventar”; posteriormente, mi condición física, bajó el entrenamiento de esos dos días, mejoró notablemente; sin embargo no recuperé el vigor que tenía hace cinco años; además, la vista me empezó a fallar para leer los folletos turísticos y los escritos explicativos de los sitios que visitamos, entre los que se encontraron varios museos.
Por lo demás, mi esposa, diez años menor que yo, tomó una parte más activa en el diseño de nuestros itinerarios sobre la marcha, y en general, en las decisiones de viaje que llevamos a cabo.

En este marco, en las vacaciones tomé conciencia sobre las posibilidades de viajes en el futuro; uno de ellos se refiere a la expectativa que desde 1958, cuando por primera ocasión estuve en Israel, de visitar la antigua ciudad de Petra, enclavada en el Desierto del Sinaí. En aquél entonces, en todos los rincones de Israel se escuchaba la canción Sela a Adom, referida a la ciudad de Petra, “de la que ningún hombre había regresado con vida”; Petra, ubicada en Jordania era una ciudad prohibida para los judíos. En 1958 no existían relaciones diplomáticas entre Israel y Jordania. Ahora que las hay, no existe gran interés de los judíos por visitar Petra. Proyectándome en mis hijos menores, cuando ellos estuvieron viviendo en Israel hace cuatro años, los alenté a que visitaran Petra, y así lo hicieron.

Para mí no va a ser fácil llegar a Petra; desde la Ciudad de Eilat en Israel, próximo a la frontera de Jordania, hay que recorrer una gran distancia a pie, burro o camello hasta Petra; lo cual no es sencillo para una persona a punto de cumplir 73 años; igualmente, no tengo suficiencia de fondos para financiar el viaje. No obstante, lo he platicado con mi esposa; ¿no se cómo? pero lo intentaremos. Prefiero desfallecer en camino a Petra, y no en un hospital por una enfermedad de la senectud.