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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

El Baúl de los Recuerdos

Esta semana, buscando un reloj en el closet de mi recámara, me encontré una pequeña caja que en su interior contenía una carta que escribí en diciembre de 1958, cuando recién había cumplido 18 años, estaba dirigida a mi familia. Me encontraba en Israel en la última etapa de un curso que duró un año. En aquél entonces se impartió en Beit Berl, un sitio especialmente habilitado para seminarios rodeado de jardines, ubicado a 5 km de la ciudad de Kvar Saba y a 30 km de la de Tel-Aviv. En el presente en Beit Berl estudian alrededor de 10,000 personas.

La hoja que escribí se convertía en aerograma, así pesaba menos y había un ahorro en su envío. La carta prácticamente salió del “Baúl de los Recuerdos”; la incluyo en esta Crónica como parte de los relatos de mi vida, a saber:

Beit Berl, 17 de diciembre de 1958

Queridos Papás y hermanita Jovita.

Me dio mucho gusto recibir noticias de ustedes y saber que se encuentran bien. De lo que me dices de que mamá estuvo enferma, la verdad es que siempre me lo imaginé y estoy muy preocupado, por eso y porque aparte, aquí se me han presentado problemas que tengo que responder y darles solución sin la ayuda de nadie. He pasado choques y crisis que me han dado una experiencia que creo que es demasiado prematura; verán a mi regreso que he cambiado mucho, posiblemente no me reconocerán. He hecho un análisis de cómo era antes de salir de México y de lo que soy ahora y verdaderamente me quedo sorprendido. La crisis que estoy pasando es difícil de expresar en unas líneas de la carta, a mi regreso les explicaré y entenderán a través de mis explicaciones.

Me aflijo por la salud de mamá y por la situación económica que están viviendo, pienso que no debería estar en Israel cuando allí me necesitan. Aquí he aprendido muchas cosas de la vida y ahora me siento más responsable de la casa al igual que papá. Ya hablaremos de esto pronto, solo falta un mes y medio para salir de Israel.

Sobre la blusa que me pides que te compre, no te preocupes, desde antes había pensado adquirirla; dime tu talla y la de mamá, a todos les voy a llevar regalos. Como les escribí en la carta previa, sigo estudiando duro, aunque ahora nos divertimos más: vamos al cine y al teatro; quién se iba a imaginar que en el presente estaría viendo una obra en hebreo y entendiéndola completamente. Qué tal la majané (campamento)? ¿Qué programa desarrollaron? Cuantos javerin (amigos) fueron? etc. etc. Recibieron mi foto? Nuestra hermana Julieta me escribe desde Nueva York, ojalá viaje con su hija a México para cuando yo regrese. Al señor Motola (el suegro de Julieta) no le he escrito en virtud de que está en problemas con su esposa y no quiero meter la pata. A nuestro tío David (reside en Nueva York) le he escrito y he recibido contestación, de verdad que es un gran tipo; siento mucho que la relación entre él y papá no sean tan buena; me daría mucho gusto que papá se encontrará pronto con su hermano David. Espero que me respondan pronto, vuestro hijo y hermano que los quiere y extraña mucho.

La carta fue escrita con pluma de tinta, de aquí que después de 58 años sea legible, agregué unas palabras explicativas como tío David; hermana Julieta, para que se comprendiera la relación que tenían conmigo. Suprimí algunas frases que no tenían sentido.

Después de casi seis décadas, mis parientes directos e indirectos referidos en la carta murieron: mi padre; mi madre; mi hermano Pepe; mi hermana Julieta; mi tío David y su esposa; los suegros de mi hermana Julieta (los señores Motola). El autor de la carta, o sea yo, de un adolescente de 18 años y mi hermana Jovita de 15, nos convertimos en unos ancianos. Al final de cuentas la vida es un santiamén en el tiempo. El escrito refleja los sentimientos de un joven imberbe que está lejos de su familia, la extraña y tiene que enfrentar solo por primera vez la vida en un entorno difícil que lo ayuda a madurar.

En este sentido, en la primera Crónica que elaboré mencioné que mi estancia en el curso de Israel fue uno de los acontecimientos más importante que marcaron mi vida, creo que para bien; la experiencia en ese país me dio una identidad y me ayudó a consolidar principios que me inculcaron en mi hogar, como la responsabilidad, el trabajo y la generosidad. Agradezco a mi familia que esto sucediera.