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ANDRÉS ROEMER

Enlace Judío México | Un día como ayer, 17 de octubre, pero de 1953 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la modificación de la Constitución que le otorga plenos derechos políticos a la mujer. En pocas palabras, a partir de ese día las mujeres se convirtieron también en ciudadanos con derecho a votar. Antes de esa fecha, ya había habido mujeres funcionarias, candidatas a algún cargo de elección popular e incluso presidentas municipales.

Sin embargo, hoy a 60 años de la publicación oficial de los derechos políticos de las mujeres, la brecha entre hombres y mujeres todavía no se cierra. Dentro de la población económicamente activa de México, los hombres con estudios medio superiores y superiores ganan en promedio 1.7 pesos más por hora las mujeres que del mismo estrato educativo.

Hoy, dos de los 11 puestos de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 43 de las 128 curules (33%) de la Cámara de Senadores, 184 de 500 (36.8%) curules de la Cámara de Diputados y tres de las 17 secretarías de Estado y 7.7% de las presidencia municipales del país son ocupadas por mujeres.

El empoderamiento de las mujeres es un tema que preocupa en general a todo el mundo, tanto a países ricos como países pobres. De hecho, según datos del Inter−Parliamentary Union, el país que tiene curules ocupadas por mujeres en el mundo es Rwanda con 56.3% de su cámara de diputados. Finlandia está en el séptimo lugar, México en el 19º, Estados Unidos en el 80º e India en el 110º. Muchos países del mundo, incluido México, han llevado a cabo políticas de inclusión de mujeres en puestos de poder y decisión dentro del gobierno.

A este tipo de políticas se le conoce como cuotas de género y son considerados como un tipo de acción afirmativa (affirmative action), pues se reservan lugares exclusivamente para un género, en lugar de ser una competencia abierta. Sin embargo, la mayoría de los países justifica y promueve este tipo de “discriminación” debido a que es un hecho que las mujeres son un grupo mayoritario que no goza de completa igualdad de oportunidades con respecto al género opuesto.

Primeramente, en México hay 105 mujeres por cada 100 hombres, por lo que las mujeres son un grupo mayoritario y no una minoría aislada, ¿por qué no gozan de la misma representación que los hombres en órganos parlamentarios? Una respuesta inmediata es la discriminación hacia las mujeres por no considerar que ellas tengan capacidades de ser líderes. Otros argumentaran que no están suficiente preparadas, pero independientemente de la veracidad de esa afirmación, la política y los cargos de elección responden más bien a un factor diferente a la preparación: los votos de la ciudadanía.

Es justo por los votos que las mujeres se encuentran “atrapadas” en una especie de equilibrio ineficiente en el cual los partidos consideran que ellas no serán votadas y por lo tanto tampoco serán candidateadas. Y esto puede ser verdad pues los y las ciudadanos y ciudadanas en general no tienen información de cómo sería una líder mujer porque no han tenido una y por una tendencia discriminatoria pueden elegir “lo seguro”, es decir a un hombre. Se necesitaría forzar por primera vez a tener una líder mujer y ver cómo responde la ciudadanía. En la India se forzó a algunas aldeas a tener sólo candidatas al momento de elegir a los miembros del consejo dirigente, además de que en algunos el líder del consejo también debería ser mujer. Se hizo de esta manera por dos períodos de elección.

Algunos investigadores (Beaman, et.al. 2009) analizaron los resultados y encontraron que de hecho la exposición forzada a líderes mujeres mejora la percepción que se tiene del liderazgo de este género. De hecho a las aldeas que estuvieron sujetas a dos periodos de exposición forzada a líderes mujeres, tuvo después (sin ser forzoso esta vez) más candidatas mujeres y más ganadoras que aquellas aldeas que no estuvieran expuestas. Aunque estos resultados son sólo concluyentes para la India, es evidencia que apunta a que mejorar la información de los electores promueve la equidad de género.

Por otro lado, está el problema de la representación. ¿Las mujeres deben ser representadas necesariamente por mujeres o podría un hombre representar los intereses de ellas? Independientemente de que las mujeres deben tener las puertas abiertas para los cargos de elección popular, investigaciones sobre los mismos datos anteriores (Chattopadhyay y Duflo, 2004) sugieren en efecto los intereses son distintos y el hecho de que haya mujeres en puestos de decisión sí cambia la dirección de la políticas implementadas. En las aldeas en donde había una líder mujer, se llevaron más políticas orientadas al agua potable y a los caminos que en las que estaban lideradas por un hombre. Entonces, tal parece que los intereses en efecto son diferentes y mujeres representan mejor sus propios intereses. Algunos dicen que en realidad las mujeres están menos interesadas que los hombres (en promedio) en ocupar cargos de elección popular. Aquí nos enfrentamos con el problema del huevo y la gallina: no les interesa porque no tienen acceso, o no compiten por los cargos porque no les interesa.

Evidencia de los mismos datos (Beaman, et al. 2011; por ser datos con características de experimento aleatorio se prestan para conclusiones robustas) apuntan a que en las aldeas en que hubo líderes mujeres, las adolescentes incrementaron sus aspiraciones y su rendimiento escolar. La brecha en rendimiento escolar desapareció y las mujeres pasaron menos tiempo haciendo labores del hogar. Las cuotas y la acción afirmativa no son la solución ideal porque al hacer estas políticas no hay igualdad en la oportunidad de acceso, pero en muchas ocasiones el mejor lugar para empezar a cambiar el statu quo injusto para estos grupos (como las mujeres). Como la acción afirmativa no es la política más “justa” para todos los grupos, se intenta que sean temporales hasta que las desventajas estructurales desaparezcan.

México tiene actualmente una cuota de género en el congreso de 40% de los candidatos totales, aunque el Presidente acaba de proponer que se incremente a un 50% del total de candidaturas. Los resultados elección tras elección han ido favoreciendo cada vez más a las mujeres y esperemos que siga así hasta llegar un representación más proporcional de la población sin desperdiciar más del 50% de ésta formado por mujeres.