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JEAN MEYER

Enlace Judío México | El 20 de octubre, una vez más el domingo fue trágico para los cristianos en Egipto. Por la noche la violencia sectaria golpeó, ya no una parroquia de provincia, sino en el corazón de El Cairo. Los encapuchados en motocicleta, al estilo sicario, ametrallaron la multitud de fieles que salía de misa después de celebrar una boda. Entre las víctimas cayeron dos niñas de ocho y 12 años. No cuesta nada atacar a los cristianos, no es peligroso y la policía no se preocupa ni en prevenir las masacres, ni en castigar a los culpables.

Un mes antes, el 24 de septiembre, Pakistán había vivido otro domingo sangriento; en Peshawar, capital de la provincia Khaiber-Pashtunjwa, el atentado ocurrió, como siempre, al final de la celebración, cuando unos 400 cristianos salían de misa. Saldo: 81 muertos y 131 heridos, de los cuales varios han fallecido en los días siguientes. Fue el peor de una larga serie de atentados contra los cristianos pakistaníes que no amenazan para nada ni al Islam ni a la unidad nacional; representan apenas 2% de los 180 millones de habitantes, pero parece que eso es demasiado para los islamistas al estilo talibán. Fue precisamente una organización talibán-pakistaní la que reivindicó orgullosamente la masacre. En conferencia de prensa, el vocero presumió que la organización ejercía en esa manera represalias contra Estados Unidos, que mata civiles con sus drones en el Norte del país. Otra vez la ecuación mortífera: cristianos = cruzados= estadounidenses. Como EU no ha suspendido sus ataques mediante drones, los cuales apuntan a militantes y dirigentes talibanes, pero, de hecho, matan a la vez civiles inocentes, los cristianos seguirán siendo las víctimas inocentes de las “represalias”.

Ni Estados Unidos ni el resto del mundo se preocupan mucho por estos cristianos. Han de pensar que es su culpa y que a quién se le ocurre ser cristiano en tierra islámica. ¿Por qué se metieron entre las patas de los caballos? Ellos tienen la culpa. Olvidan o no quieren saber que los cristianos de Egipto son los descendientes de 2 mil años de cristianismo en esa tierra que sus antepasados habitaban siglos antes del nacimiento del Islam.

No sé si es de mucho consuelo, pero a mí me da gusto leer el artículo de Ayesha Siddiqa publicado el 25 de septiembre, al día siguiente de la matanza, en The Express Tribune de Karachi. Esa valiente socióloga y periodista toma la defensa de “los cristianos, eternos parias”. Ella escribe que “los miembros de la mafia yihadista tienen suerte, porque saben que una población dividida no tendrá la fuerza de castigarlos”. Nos señala que Imran Khan, dirigente del partido que gobierna en la provincia Khaiber-Pashtunjwa, niega, contra toda evidencia, la responsabilidad de los talibanes y dice que se trata de una provocación urdida por la CIA, el Mossad israelí, los servicios de seguridad de la India o… del mismo Pakistán.

“¿Cómo olvidar que nosotros mismos somos responsables del atentado contra estos infelices cristianos? Los prejuicios contra dicha comunidad están grabados en nuestro inconsciente. Muchas personas se negarían a usar el mismo plato o el mismo vaso que habría usado un cristiano. Todo el drama de la cristiana Asia Bibi, condenada a muerte en 2010 por haber, supuestamente, formulado palabras blasfematorias, proviene del hecho que quiso beber agua de un pozo usado por los musulmanes. La mayoría de los cristianos pakistaníes pertenecen a la clase socioeconómica más pobre y siguen siendo tratados como parias, es decir miembros de la casta inferior, como sus padres que se convirtieron al cristianismo para escapar a su suerte”.

Admiro a esta mujer, admiro a las mujeres musulmanas que formaron una cadena de solidaridad con los cristianos frente al templo de Todos los Santos, lugar de la masacre.

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Profesor e investigador del CIDE

Fuente:eluniversalmas.com.mx