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DAVID SIEGEL

Enlace Judío México | Se han dado grandes pasos a lo largo de los años para crear relaciones y tender puentes entre la comunidad judía y latina en Estados Unidos, particularmente en Los Ángeles. Israel y los países de América Latina también han promovido relaciones muy cercanas en las últimas décadas. A medida que miramos hacia el futuro, vale la pena reflexionar sobre el contexto histórico más amplio de estas importantes tendencias.

Promover el resurgimiento de un estado-nación judío soberano en el siglo XX ha sido un rico legado intelectual que tiene sus raíces en la antigüedad. El tejido socioeconómico, cultural y político de Israel siempre se ha visto fuertemente afectado por los valores y los tesoros culturales heredados de las antiguas mancomunidades judías. En muchos sentidos, el proceso de renovación que Israel representa nos recuerda al Renacimiento europeo. Este último surgió en Florencia en el siglo XIV en un auge de creatividad artística, científica y filosófica que fue acompañado de una transformación social y en última instancia política. Así como las raíces del Renacimiento se basan en el latín y en los logros intelectuales heredados del Imperio Romano, desaparecido hace largo tiempo, las raíces de la sociedad y cultura moderna israelí también se basan en el renacimiento del hebreo y en la resplandeciente herencia acumulada durante miles de años de historia del pueblo judío.

Vale la pena destacar que una parte considerable de la herencia del pueblo judío tiene sus orígenes en España.
La “Era de Oro” de la historia del pueblo judío en la Península Ibérica entre los siglos X y XII fue testigo del florecimiento de la creatividad judía, ejemplificado en destacadas figuras intelectuales como Maimónides, Yehuda Halevi y muchos otros.

Trágicamente, este período de relativa tolerancia y prosperidad quedó ensombrecido más tarde por la Inquisición española y la expulsión final de los judíos españoles en 1492. Este acto de gran dramatismo histórico no se terminó de consumar hasta el siglo XX, cuando los países latinoamericanos defendieron al pueblo judío en una coyuntura muy difícil, siendo parte del 40% de aquellos países que apoyó la resolución de partición de la ONU celebrada en noviembre de 1947, que más tarde allanaría el camino para el establecimiento del Estado de Israel. Con una actuación decisiva, tanto en el comité de la ONU que propuso la resolución como en el proceso por el cual dicha resolución fue aprobada, los países hispanohablantes, cuyos antepasados habían promovido mucho tiempo atrás el florecimiento de la vida y las ideas judías en la Península Ibérica, jugaron un papel clave para apoyar el restablecimiento de la independencia judía en el siglo XX.

Este apoyo no surgió de la nada. Fue consecuencia de la larga herencia de valores compartidos que habitan en el centro de la psiquis colectiva de cada grupo. El pueblo judío y los pueblos hispanohablantes han priorizado tradicionalmente los lazos familiares, la educación y la importancia de mantener la identidad cultural a lo largo de las generaciones. El propio Israel moderno, como sociedad de inmigrantes, ejemplifica lo que los grupos de inmigrantes pueden lograr en un período de tiempo relativamente corto. Asimismo, con una fuerte predilección por mantener un sólido estado de bienestar, la sociedad israelí ha hecho tradicionalmente mucho énfasis en garantizar un papel clave a las estructuras sindicales.

Desde su establecimiento hace sesenta y cinco años, Israel ha experimentado un rápido desarrollo social, cultural y económico. De una economía básicamente agrícola compuesta por varios cientos de miles de personas, ahora pasamos a ser un país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con 8 millones de habitantes, siendo una de las principales economías del mundo en emprendimientos de alta tecnología, innovación, competitividad, capital de riesgo e innumerables medidas para la vitalidad tecnológica y económica. Una parte integral de este proceso que ha sido clave para su éxito es la apertura a las nuevas ideas y el enriquecimiento intercultural, tanto en términos del tejido social interno de Israel como la colaboración internacional. Hemos aprendido mucho de este proceso y creemos que es aplicable a otros países y comunidades del mundo que se enfrentan a desafíos semejantes.

Es por eso que buscamos promover las innovaciones sociales, que han probado ser tan exitosas en Israel, de manera que puedan ser beneficiosas en otros sitios. Creemos firmemente en los beneficios mutuos del intercambio de conocimientos y experiencia, basados en valores compartidos. Como muchas otras democracias del mundo, Israel tiene una gran deuda histórica de gratitud hacia Estados Unidos por servir como un sólido estandarte de libertad y democracia. Asimismo, el diverso espectro de innovación social en Estados Unidos es una fuente invalorable de inspiración para atender desafíos semejantes en Israel.

Del mismo modo, la colaboración en el ámbito de la innovación social tiene un gran potencial de generar un impacto positivo en la comunidad latina y demás comunidades en Estados Unidos. Por ejemplo, los modelos educativos desarrollados en Israel pueden ser vehículos especialmente útiles para aumentar los índices de matriculación y ampliar la movilidad social, como lo hicieron en Israel. El sector de atención de la salud sin fines de lucro en Israel también ha generado modelos muy originales que complementan los servicios de salud masivos de este país en diversas maneras que también pueden ser útiles en Estados Unidos. Como un país donde se celebra la diversidad étnica, Israel ha aprendido mucho en lo que respecta a la absorción e integración de los inmigrantes.

Trabajar en colaboración sobre estos temas puede ser un aspecto clave para la cooperación significativa. Claramente estos procesos de enriquecimiento intercultural han sido la base de muchos otros auges intelectuales y artísticos del pasado, como la primera “Era de Oro” de las relaciones entre judíos y españoles.

Por lo tanto, cuando Israel reflexiona sobre sus relaciones con el mundo hispanohablante y con las comunidades latinas en Estados Unidos, este el contexto histórico general. Deseamos establecer y profundizar estas relaciones para generar una colaboración duradera y significativa como manera de renovación, evocando la “Era de Oro”, que no solamente recordamos con nostalgia, pero cuyo legado intelectual y cultural continuamos valorando al día de hoy. Para Israel se trata de completar el círculo y expresar nuestra gratitud por habernos apoyado y trabajado codo a codo con nosotros cuando más lo necesitábamos, siendo actores clave en unos de los capítulos más ilustres de nuestra historia como pueblo. Se trata de decir todah, gracias.

Fuente:laopinion.com