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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Un domingo diferente

Este domingo asistimos al Palacio de Bellas Artes para escuchar a la extraordinaria cantante, bailarina y actriz alemana Ute Lemper. En virtud de que justamente al inicio del concierto el eterno líder de la izquierda retrograda de México, Andrés Manuel López Obrador y sus huestes, arrastradas a sus repetitivos eventos de disidencia contra todo, invadirían la plaza del Zócalo de la Ciudad de México, para que el primero desgranara sus “mesiánicas” ideas, mi esposa y yo decidimos tomar el metro para llegar sin dificultades a Bellas Artes. Mi hijo menor nos dio un “aventón” a la estación Taxqueña a donde lo abordaríamos. La experiencia en esa estación y en el propio metro fue única, pero muy triste. Hacia varios años que no usaba este medio de transporte.

La estación Taxqueña, próxima a la terminal de autobuses del Sur, está rodeada por un enjambre de puestos semifijos de comida, ropa, regalos y cualquier producto o servicio que se le pueda ocurrir a una persona; obviamente, para llegar al acceso a la entrada del metro, se tiene se tiene que utilizar el arroyo, con el riesgo de ser atropellado por camiones, “peseras”, taxis, bicicletas y por cualquier tipo de vehículo que circule por el mismo. Se observan montañas de basura; se percibe un olor fétido al que se agrega el derivado de defecaciones y orines llevados cabo al aire libre. Para llegar a donde se aborda directamente los trenes del metro hay que subir unas escaleras, que no entiendo como lo pueden hacer gente discapacitada y para los individuos de la tercera edad es difícil subirlas; después hay que recorrer un largo y sucio pasillo. Afortunadamente los domingos no se generan tumultos para abordar el metro. No obstante que la estación Taxqueña es punto de partida, y del hecho de que era domingo, tuve que permanecer de pie durante el recorrido hasta la estación Bellas Artes, alrededor de media hora.

Desde el inicio del viaje, inesperadamente apareció un desfile de vendedores: de libros, juegos educativos para niños, portacredenciales y otros productos; además de cantantes que actúan y venden sus CD y malabaristas, principalmente; esto es solo una pequeña manifestación de la economía informal que domina en el país. Por lo demás, la pobreza se ve reflejada en el rostro adusto de la gente y en su ropa de baja calidad, aunque a la moda. ¿Este es el México del progreso del que hablan los funcionarios públicos y políticos? Convendría que se adentraran en el metro para que vieran la amarga realidad que se vive en el país; a lo mejor actuarían con mas recato en la utilización de los recursos públicos que derrochan sin empacho a diestra y siniestra. En este sentido, ¿cómo es posible que un ex colega de la docencia en una universidad privada, que hábilmente fue escalando posiciones políticas a través del PRI, ahora que culmina su periodo de Consejero del IFE, reciba por ese motivo una liquidación de cinco millones de pesos? Hecho incomprensible e inaudito.

Cuando descendimos del metro en la estación Bellas Artes y subimos a la superficie, la Avenida Hidalgo estaba repleta de autobuses foráneos estacionados en la misma, mismos que transportaron a los concurrentes “espontáneos” al mitin de López Obrador.

A la entrada de Bellas Artes nos abordaron una multitud de revendedores que nos ofrecían boletos a un precio cuatro o cinco veces superior al marcado en el mismo; ¿acaso las autoridades de Conaculta y del Distrito Federal no conocen de esta ilícita práctica? Incluso, es posible que ciertos niveles del personal de ambas instituciones estén involucrados en la misma.

Olvidando las penas de nuestro querido México y con unos boletos adquiridos a precio normal, disfrutamos hasta el delirio de las interpretaciones de Ute Lemper, quien primero participó en el Festival Cervantino de Guanajuato y después tuvo dos presentaciones en Bellas Artes. Ute es la “cabareta” de nuestros tiempos. Durante casi tres horas cantó melodías que se interpretaron en los cabarets de Europa, sobre todo en Alemania. La época que transcurrió entre guerras de 1919 a 1933, representó el auge de los cabarets, dejó huella en la historia; los cabarets no sólo tuvieron una función de divertir a la gente, también representaron escenarios para la expresión política mordaz. El genero musical del cabaret “enmarcan la República de Weimar” que cayó con el ascenso de Adolfo Hitler, que con una filosofía puritana, reprimió severamente a la cultura del cabaret, porque además de expresiones políticas criticas, manifestaba “una sexualidad ciertamente explícita y retadora; en los espectáculos de cabaret se expusieron abiertamente las primeras actuaciones homosexuales y lesbicas”.

Peter Katz, escritor y colega de la Asociación de Periodista y Escritores Israelitas de México, escribió un ilustrativo artículo en Enlace Judío (Viena-Berlín 1920-1930) en donde consigna que al final de la Primera Guerra Mundial se registró un desarrollo extraordinario de las artes escénicas, particularmente en Alemania y Austria; perdedoras de la Guerra, sin embargo, anota que lo que pasó “es que a pesar del cansancio general, de las enormes pérdidas humanas y materiales y del caos político y la inflación, la gente herida y empobrecida, buscaba divertirse y olvidarse de sus problemas”.

Las interpretaciones de Ute Lemper en alemán, inglés y Francés, así como el exquisito movimiento de sus brazos y hombros, y en general, de su cuerpo, quedaron en la memoria y el corazón de los que asistimos a su presentación. Cabe destacar que Ute también canta en Idish y ruso, y varias de sus interpretaciones han sido fruto de su inspiración.

Después del concierto cabaretero fuimos a comer al restaurant Cardenal ubicado en la Avenida Juárez, en donde estaba comiendo Ute; tuvimos el privilegio de saludarla e intercambiar unas palabras con ella; una diva de la cual emana sencillez y ternura.

En este contexto, recuerdo que previamente, en varias ocasiones asistí a espectáculos de auténtico cabaret. La primera a finales de los sesentas, en el cabaret Cancán que se ubicaba en la calle de Génova, en pleno corazón de la zona rosa que se encontraba en apogeo. Ahí, la bella cantante francesa que vivía en México, hacia gala de su extraordinaria voz y de sus bailes sensuales que realizaba con un grupo de esculturales bailarinas al igual que ella. El Cancán era un sitio caro, servían buena comida; allí llevamos de invitados a los cuñados estadounidenses de mi hermana Julieta y a Iyo, el primo de mi primera esposa, el cual vive en Israel. En este ámbito, viene a mi memoria la parte de la letra de una canción que con su acento francés, y de manera jocosa Jacqueline interpretaba: “ya lo reconocí por su abundante cabellera, ya lo reconocí por su abundante billetera”.

Asimismo, al inicio de los ochentas, en la única ocasión que mi esposa y yo visitamos Las Vegas, asistimos al espectáculo de la internacional Lisa Minelli, Cabaret. Minelli y su espectáculo de Cabaret han sido iconos del género cabaretero.