ENTREVISTA

SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | La historia de la izquierda es la historia de la fragmentación. Las corrientes de la vieja izquierda se definían por su fidelidad a posturas teóricas y propuestas ideológicas, para llegar a eso, los militantes estudiaban; así encontramos rompimientos importantes dentro de las facciones marxistas que entre otras registraban: Trotskismo, Leninismo, Maoísmo. Las grandes diferencias consistían en la propuesta para hacer la revolución.

Mao hablaba de una revolución permanente cuya base principal estaba en el campo, no obstante que, igual que Lenin, el partido era una vanguardia y ambos propugnaban por una revolución del proletariado industrial aunque en la China semi feudal era una gran minoría.

Las fracturas eran de gran calado, las diferencias ideológicas profundas, las estrategias y tácticas se confrontaban y la posibilidad de unificación era complicada, no obstante que el objetivo era el mismo: la destrucción del capitalismo y el establecimiento del comunismo.

Una descripción magistral de estas pugnas se encuentra en la obra de Emile Zola, Germinal. Ahí se enfrentan los marxistas de la primera internacional y un anarquista bakuniano. Mientras los marxistas declaran una huelga minera, que termina siendo abatida por el ejército, el anarquista espera pacientemente al fracaso del sindicato, lo que sucede ante una represión brutal, para bajar a la mina, destruirla y salir de ahí.

¿Quién fue más consecuente?

En los 70’s surge una llamada “nueva izquierda”, cuyo enemigo principal era el imperialismo estadounidense, metiendo en el mismo paquete a todos los “aliados” del imperio; entra en el debate el papel de los partidos y los sindicatos. Posiblemente la mejor síntesis del sentir de la época fue la consigna del 68 francés: “Ni Marx ,ni dios”.

El golpe iba al corazón del marxismo que se había transformado en religión, donde los militantes se convertían en monjes que aprendían la teoría como dogma de fe.

La izquierda de hoy está muy alejada de los teóricos, en su vida y acción política no se encuentran debates ideológicos, ni superficiales siquiera, sus referencias doctrinarias llegan a Hugo Chávez o Fidel Castro. Encontramos corrientes desprovistas de orientación ideológica, entendida esta como una visión del mundo y de vida.

En México el problema adquiere una dimensión ruinosa. La izquierda se define por criterios pragmáticos sobre el ejercicio del poder: ¿qué hacer para incrementar el poder personal y de la corriente a la que se pertenece? Y en este terreno el acercamiento a las posibilidades corruptoras es enorme.

Aporta más a la construcción de una visión de mundo la postura de los zapatistas sobre la educación o la autonomía de las comunidades, que la participación de los diputados del Partido del Trabajo, institución que alguna vez abrazó el Maoísmo, hoy abrazan el oportunismo y cobijan camaleones políticos.

La izquierda está hoy en manos de ex priistas, algunos de ellos enemigos acérrimos de la izquierda en pasados no muy lejanos. No tiene nada de malo el cambio de orientación política, aunque serviría de mucho si tuviera contenido ideológico.

Los referentes de esta izquierda son personalistas, las corrientes ahora llamadas tribus, se consolidan alrededor de personas o familias, su finalidad es el acomodo en el poder para gozar del beneficio económico de la posición política. Hay políticos que dan todo por una regiduría que llega a pagar 30,000 pesos mensuales, mientras que el proyecto colectivo queda rezagado a las profundidades de la existencia política.

Cuándo la derecha solicita una izquierda moderna se refiere a esta izquierda, a la que está dispuesta a negociar todo, totalmente alejada de los principios ideológicos.

La derecha por su parte ha articulado una plataforma de gobierno que beneficia a una clase social en detrimento del todo social. Es por eso que se ha corrompido hasta la médula.

Aventuro la tesis de que la carencia de ideología y la monetización de la política facilitan la corrupción; las fuerzas han dejado de lado la construcción de un mundo distinto para construir futuros personales sólidos financieramente.

¿Podemos exigirle a la izquierda que juegue un juego distinto al de las demás fuerzas socio-políticas? O debemos exigirle a la política que recupere su visión de construcción de un mundo feliz para el todo social. Para esto debemos reclamar una re-ideologización de la política, porque de ser así podremos escoger a quién nos asegure llevarnos por una senda acorde a nuestros sueños y no que compremos al político que ha sido entrenado, maquillado y retratado por la mercadotecnia.

La distancia entre la vieja y la nueva izquierda parece infranqueable, pero también parece serlo entre la vieja y la nueva derecha.

La degradación de la política parece ser el mal de nuestro tiempo y las circunstancias en el mundo reclaman una política nueva, llena de contenido, de colectivización, donde los egoísmos se entierren en los anales de la historia.