Arnoldo-Kraus

ARNOLDO KRAUS

Enlace Judío México | Aceptar la existencia de Dios, leí hace años, sirve. Sin él, explicaba el artículo, el ser humano cometería más atrocidades. Sin miedo, la maldad y la barbarie proliferarían. La idea me parecía adecuada. Ya no.

Cuando al finalizar la Segunda Guerra Mundial se fundó la Organización de las Naciones Unidas la humanidad depositó en ella esperanza y esfuerzo. La ONU nació para ordenar las conductas del ser humano: Sesenta o setenta millones murieron durante la última conflagración mundial. La ONU, pobre ONU, sigue siendo el baluarte para mantener el precario orden mundial. Aunque el mundo contemporáneo sería peor sin la ONU, la geografía de la maldad es tan basta como las imposibilidades y limitaciones de ese organismo.

La conducta del presidente de Uganda, Yoweri Museveni, quien firmó en febrero la ley que endurece los castigos contra la homosexualidad ejemplifica la impotencia de los organismos rectores mundiales para evitar que persona descabezadas ataquen a sus congéneres por motivos viles. Frente a la ignorancia y a la religión, en este caso por el apoyo de grupos evangelistas a favor de Museveni, nada sirve: fracasan razón, ciencia, ONU y la idea de un Dios protector.

Cazar gais es lícito en Uganda; arremeter o matar homosexuales es válido en otros países. Son muchas las dudas y preguntas. Comparto dos: ¿por qué pierde la razón frente a la sinrazón?, ¿por qué se fracasa en lo esencial y se triunfa en otros rubros? Por razón me recargo en los argumentos médicos que explican la homosexualidad: Cuando un gemelo monocigoto es homosexual, el segundo también lo es: los gemelos monocigotos son idénticos. Por sinrazón me refiero a las ideas retrogradas que aseguran que la conducta gay es voluntaria, nociva, anormal y una suerte de “plaga occidental”. Por esencial entiendo la aceptación, sin cortapisas, de otros seres humanos, en este caso de los gais; por triunfo evoco el valor del conocimiento y del progreso científico. La ley ugandesa sintetiza el choque entre razón y sinrazón y el divorcio entre la esencia del ser humano y la frecuente inutilidad del conocimiento.

Ochenta países penalizan la homosexualidad. En cinco, Mauritania, Arabia Saudí, Sudán, Irán y Afganistán se ejerce la pena de muerte. En países donde la represión es norma se considera que los colonizadores incubaron y contagiaron la homosexualidad. En otras naciones se asegura que las conductas amorales de lesbianas y homosexuales perjudican a los niños. En China, Zimbabue, Irán, y Rusia los homosexuales sufren represión: recuérdense los incidentes contra homosexuales en los Juegos de Invierno de Sochi.

El caso de Uganda es paradigmático. A los homosexuales se les castigará con cadena perpetua si son “sorprendidos”; por ahora se ha evitado la pena de muerte. Aislarlos, consideran los ignorantes médicos ugandeses, evitará la propagación e impedirá el desarrollo de una epidemia. Al lado de los médicos, las razones homofóbicas de religiones foráneas, coludidas con la cúpula presidencial, han atizado el fuego.

A partir de la aprobación de la ley 50 homosexuales han sido victimizados. Los organismos internacionales han fracasado. Contuvieron la pena de muerte pero no impidieron la aprobación de la ley contra los homosexuales. El tejido ugandés retrata las nefastas interacciones entre el poder político y el religioso, expone el nulo respeto hacia el ser humano y demuestra el escaso valor de los organismos internacionales.

Cuentan los historiadores que Bertrand Russell escuchó infinidad de veces la siguiente pregunta: “¿Qué le parece más importante, la ética o la religión?”. Dotado de una gran inteligencia y astucia, respondía, “He recorrido bastantes países pertenecientes a diversas culturas; en ninguno de ellos me preguntaron por mi religión, pero en ninguno de esos lugares me permitieron robar, matar, mentir o cometer actos deshonestos”.

Russell destacaba el valor de la ética como un bien universal. En Uganda, y en el resto de los países con políticas homofóbicas, la máxima de todas las religiones, “Trata a los demás como desees que te traten a ti”, ha perdido frente a la religión universal, esta sí universal, de un sinnúmero de políticos contemporáneos, “Acaba con todos los que no piensen como tú necesitas que piensen”. No se requiere ser escéptico para hablar del fracaso de la humanidad. Basta pensar en Uganda, en Putin, en Lieberman, en Siria, en la intromisión de las religiones, en el efímero valor de la ONU y en lo que Russell dijo.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx