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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Cumpleaños de los nietos. Música Virreinal

A fines del pasado febrero, uno de mis nietos cumplió 16 años, y el 17 de marzo, el Benjamín de la familia, 10, fueron celebrados por sus padres, lo que me alegra de sobremanera, porque con el pasar del tiempo las fiestas de cumpleaños son de las pocas oportunidades que tengo para convivir con la familia; aunque el término convivir para mí se ha hecho vago; tres de los nietos son adolescentes y viven en su egocéntrico mundo. Pasaron los años y la integración familiar se ha hecho leve; los hijos tampoco prestan mucha atención a mi presencia; quizá temen que los inoportune con mis problemas o peor aún, que les solicite ayuda. Me he percatado que esta realidad es frecuente en las familias en México, aunque traten de ocultarlo. Por otra parte, también existen familias que tienen una relación muy afectuosa y hay una auténtica preocupación por los progenitores; claro que si a estos les sobra el dinero, la calidez entre los miembros del clan mejora; esta es una verdad que se remonta por lo menos a los tiempos del Imperio Romano y la civilización griega.

A mis nietos les regalé unas monedas que adquirí en 1994 con motivo del Campeonato Mundial de Futbol; siempre procuré regalar a mis hijos monedas en sus cumpleaños, o alguna antigüedad (familiar) o juguetes artesanales, que más que para entretenerse, son decorativos. Mi intención con este tipo de regalos es que los conserven y para cuando ya no viva sean parte grata de sus recuerdos.

En el ámbito de la diversión, esta semana tuve la oportunidad de asistir a un concierto sui generis patrocinado por el IMER (Instituto Mexicano de la Radio), cuya estación tiene dos cuadrantes: música clásica y jazz; se ubica en Coyoacán, en donde tiene una pequeña sala de conciertos. El programa que se presentó: “Un Sarao en Chalco” estuvo a cargo del grupo Segrel, integrado por nueve personas que básicamente cantaron y bailaron de manera exquisita minuetos y sones contenidos en el Manuscrito de Joseph María García, que es un documento importante históricamente para la música mexicana.

El manuscrito contiene casi trescientas piezas instrumentales relacionadas con la práctica de la danza en México, en el ocaso del Virreinato. Proviene de Chalco, México, de 1772, en donde Joseph María lo compró con otros bienes de música; actualmente está custodiado por la Braun Research Library de Los Ángeles California. En el Siglo XVIII Chalco era el principal puerto interlagos desde el cual se proveía de granos, principalmente maíz, a la Ciudad de México; se presume que Joseph María fue una especie de empresario proveedor de granos.

Son contundentes los testimonios de que la música y el baile de salón gozaron de enorme popularidad en la Ciudad de México y sus alrededores durante la segunda mitad del siglo XVIII, al grado que el gobierno virreinal censuró la realización de las clases de danza por el escándalo que ocasionaba el que se practicaran con parejas mixtas. Música y danza eran elementos de posicionamiento social y prestigio, aparte del deleite que brindaban. El grupo Segrel mandó construir las guitarras, guitarrillas, vihuelas, flautas, violas y chelos, entre otros instrumentos, que se usaron en el México Virreinal, para dar vigencia a sus interpretaciones.

El grupo Segrel, formado por 6 hombres y tres mujeres de entre 30 y 40 años, denotan una gran sensibilidad artística; la voz del cantante principal y también guitarrista es nítida y vigorosa; asimismo, la de la soprano, muy parecida a la voz del interprete de música campirana Tehua; popular por los setentas y ochentas; Igualmente destacó la fineza de la interpretación de los minuetos y los sones jarochos de una pareja; ella tocando las castañuelas. Segrel presentó una original canción en Náhuatl.

El concierto fue motivante; desafortunadamente este tipo de música y bailes, que forman parte de las tradiciones de México, están poco difundidas; los esfuerzos del gobierno por impulsarlas son limitados y esporádicos; no hay mecenas que los apoyen.