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*DAVID HOFFS

Enlace Judío México | Abrir un sobre con estampas resultó ser una fuente de entusiasmo desconocida en mí. Como resultado de una apuesta en caliente, terminé embarcado en la odisea por completar el famoso álbum del mundial (lo que no ha de ganar la editorial por la venta de tanta estampita). El furor del mundial empieza a percibirse y de nueva cuenta, la ilusión por el campeonato se siembra en muchos mexicanos (siembra que dará un cacahuate si se sigue jugando como se juega).

Meses atrás, la asistencia mexicana al mundial estaba en tela de juicio, lo que ponía en jaque al corazón de muchos y al bolsillo de otros. En un estudio revelado por la cadena ESPN, se estimaba que el hecho de que México no fuera al mundial representaría pérdidas por 1,400 millones de dólares por todas las actividades que no se llevarían a cabo como consecuencia de la desilusión (se iban a perder de mi presupuesto para micheladas, papas, chicharrones y otras adicciones). Aunque económicamente esta cantidad no representa una amenaza económica pues en términos del PIB representaría apenas el .1% de nuestra economía, la importancia del deporte en términos generales no es para nada despreciable.

Por ejemplo, la industria del deporte a nivel mundial se encuentra entre los 10 negocios más importantes del mundo y calculado en más de 1 billón de dólares anuales, es decir casi la totalidad del PIB mexicano. Lo interesante es que esta cifra se compone no solamente por las actividades relacionadas al futbol soccer sino por un sinfín de deportes.

La industria del deporte en México se encuentra fuertemente descuidada y no existe un fomento gubernamental adecuado. No solo hace falta invertir más, sino invertir mejor (ya ni hablar de que nuestros competidores olímpicos tienen que comprar su propio uniforme). Es entendible que ante la falta de infraestructura el futbol sea un deporte popular, pues es fácil de practicar en las calles, más el que no se genere dicha infraestructura, no lo es (nadie pide que todos los niños jueguen cricket por las tardes). Se construyen parques y obras públicas, pero no orientadas al deporte. Inclusive no es necesario realizar grandes inversiones, pues con solo poner un hoyo cementado y de paredes curvas en un parque, resulta suficiente para que los “patinetos” lleguen a divertirse. Cabe mencionar que este deporte comienza a ganar popularidad a nivel olímpico y que fácilmente puede ser practicado en cualquier lado (Si en el Bronx pueden haber canchas de basketball, en México pueden instalarse canchas de algo que no sea futbol).

Todos los días desperdiciamos no solo los beneficios económicos que traería consigo construir una industria deportiva más sólida sino también los beneficios sociales derivados de la misma. Desperdiciamos una salida a la tensión social y/o familiar que al momento monopolizan las drogas y adicciones. Desperdiciamos los 12,300 millones de dólares que un evento como el Super Bowl genera al año. Desperdiciamos un punto de cohesión social que bien podría coadyuvar a la integración de clases socioeconómicas. Desperdiciamos la creación de miles de empleos si se integrara a todo aquel que no necesariamente gusta del futbol pero sí de algún otro deporte. Desperdiciamos dinero y desperdiciamos talento humano.

Aunque me emociona mucho el mundial, a veces siento que el albumsito me va a hacer desperdiciar mucho dinero…

*Ingeniero Industrial y Maestro en Administración y Finanzas
Profesor en el TEC de Monterrey y asesor financiero para el sector público y privado.

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Fuente:capitaldemexico.com.mx