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DAVID HOFFS*

Como pronostiqué artículos atrás, conseguir las benditas últimas 21 estampas del álbum del mundial es misión imposible. En una auténtica lección económica, el valor comercial de las estampitas demuestra las leyes de oferta y demanda y hasta ofrece oportunidades de arbitraje (ganancia garantizada) como en todo mercado primitivo (en Polanco se venden estampas en $30 pesos mientras en la condesa valen $2.50).

Una crítica común al futbol es el negocio y grilla que ocasiona. Como siempre la gente señala al dinero e intereses como perversiones de la naturaleza humana. En mi opinión es la naturaleza humana la que pervierte a los primeros. El problema no es hacer negocio alrededor del fútbol (la NFL es un negocio aún más grande que funciona mucho mejor), sino la forma en que se hace. La corrupción, la falta de trasparencia y el poder desvirtúan la práctica deportiva.

La falta de regulación y atención de las autoridades gubernamentales al deporte incrementan el problema. Particularmente en México, la aplicación de la ley carece de fuerza siendo difícil comprobar corrupción y fraudes al interior de clubes privados y de la Femexfut (si encontrar rateros es difícil). Aunque el arreglo de partidos y los favoritismos pudieran perseguirse como delitos relacionados a engaños al cliente (espectador) y discriminación laboral, quedan muchas lagunas y ausencia de agencias especializadas en observar estas faltas (el futbol europeo funciona mejor justo por lo contrario).

La renuencia de la FIFA a aplicar mejoras tecnológicas para la reglamentación del deporte tampoco ayuda. Argumentando que las reglas no cambian para evitar restar fluidez al juego, solo genera incertidumbre, falta de trasparencia y dependencia en árbitros. Con tecnología fácilmente se podrían colocar sensores en el balón, porterías, tacos, etc., de tal forma que la portería se iluminara cuando entra la pelota o sonara una campana si se detecta que se cometió fuera de lugar (detener al juego no es necesario). Curiosamente las Olimpiadas son menos amañadas pues los sistemas de medición y decisión en otros deportes son más objetivos, auditables y transparentes.

Otro factor es el hecho de que los jugadores reciban un alto salario (ya quisiera yo que me pagaran tanto por los autogoles que me meto). Esto los convierte en profesionales a quienes se les puede exigir resultados, convirtiendo a la gloria victoriosa en expectativa y grilla. En cambio nadie exige que un maratonista gane.

Un factor más es que la FIFA es un club privado y aunque sin fines de lucro, regula a privados que sí lucran y la manejan. Sin supervisión desinteresada es muy difícil que las cosas salgan bien. Para acabarla de amolar, como toda empresa, buscarán obtener poder de mercado para actuar en su favor. El problema se acentúa al ser un mercado poco eficiente, con muchas barreras de entrada y pocas de salida (divisiones, afiliaciones, expulsiones ejecutivas) formando consecuentemente un oligopolio (los mismos son dueños de varios equipos en varias divisiones).

Aunque la lista podría continuar, la conclusión sería igual. Bajo la estructura actual, la corrupción y politiquería en el futbol son garantía. El asunto es que en una semana nos medimos contra Camerún y que con corrupción, dinero, o sin los mismos, 11 abanderados nos representarán ante el mundo.

Yo pienso apoyar, acabar mi álbum, ponerme mi jersey de la selección, preparar las papas y también una buena michelada…

*Ingeniero Industrial y Maestro en Administración y Finanzas.
Profesor en el TEC de Monterrey y asesor financiero para el sector público y privado.

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Fuente:capitaldemexico.com.mx