Arnoldo Kraus-

ARNOLDO KRAUS

Enlace Judío México | Las interacciones y las interdependencias entre ciencia y ética son infinitas; ambas se complementan y se requieren. La ética funciona como censor de la ciencia: no todo lo que se puede investigar debe investigarse y no todo lo que se sabe debe publicitarse. Lo escribo de otra forma: no todo lo técnicamente factible es éticamente aceptable.

En la vida cotidiana las interacciones previas son relevantes por tratarse de la Tierra: nuestra casa puede desaparecer si la tecnología mal usada sigue expandiéndose. En medicina, los vínculos entre tecnología y ética son trascendentales por tratarse del ser humano.

Dos certezas: la humanidad necesita ciencia y la ciencia requiere ética. La ciencia beneficia (vacunas, agua potable) y daña (Hiroshima, contaminación ambiental). Si a las disquisiciones previas se agrega la palabra justicia —distribuir “un poco mejor” los frutos del conocimiento— el panorama se complica, y se convierte, desde la ética, en un laberinto interesante.

En marzo se publicó, en una prestigiosa revista científica, un artículo, que en síntesis decía que gracias a la utilización de marcadores biológicos se podrá predecir el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer antes de las primeras manifestaciones, i.e., pérdida de la memoria, agresión, confusión, dificultad al hablar, cambios en el estado de ánimo. En el estudio sólo se incluyeron personas mayores de 70 años. Los resultados fueron contundentes: 90% de las personas que desarrollaron posteriormente alteraciones cognitivas tenían niveles bajos de fosfolipidos —marcadores biológicos— en la sangre a diferencia de quienes no presentaron disminución cognitiva.

Los argumentos científicos son válidos: es imprescindible conocer marcadores biológicos antes de que se desarrolle la enfermedad para diseñar medicamentos adecuados. Los resultados de la investigación son útiles porque hay quienes afirman que prefieren morir antes de padecer Alzheimer. Y, finalmente, ya que en el mundo treinta y cinco millones de personas padecen Alzheimer, los datos previos son adecuados para quienes se dedican a la salud pública (confieso, en este paréntesis, que muchas veces desconfío de esos cálculos).

Las conclusiones del estudio, desde la ética, no son adecuadas. Saber el resultado “a tiempo”, en algunas patologías, como ciertos cánceres, sida, o úlcera duodenal es fundamental. En enfermedades sin cura, como es el Alzheimer, ¿tiene sentido enterarse que en el futuro se desarrollará la enfermedad? En el estudio, las personas que tenían los marcadores biológicos empezaron a presentar síntomas a los dos años. El promedio de vida de los enfermos con Alzheimer es de diez años, ¿qué harán las personas con sus vidas los primeros dos años y los siguientes si el Alzheimer progresa lentamente? ¿Atesorará la mayoría la información y vivirá plenamente los primeros dos años o se deprimirán y quizás optarán por suicidarse?

Dos inquietudes más. Primera. En el futuro, la población a estudiar será más joven. ¿Qué sucederá si una persona se entera a los cincuenta años que en diez años será víctima de alguna forma de demencia senil? Segunda. La privacidad, como bien lo predijo George Orwell, se ha acabado, ¿qué sucederá si los empleadores, los agentes que venden seguros médicos y de vida, o incluso los familiares, se enteran de que en el futuro, su cliente o familiar será víctima de Alzheimer? ¿Los despedirán? ¿Denegarán el seguro? ¿Se divorciarán?

La ética médica es fascinante: cuando median tolerancia e inteligencia suele no haber respuestas unívocas. A partir de esa aproximación, dos miradas. Primera. La vida de la mayoría de los seres humanos, aunque no la de los miles de millones de pobres es mejor gracias a la ciencia. Segunda. No todo lo que la ciencia sabe es humanamente adecuado y útil.

*Médico

Fuente:eluniversalmas.com.mx