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NATALIE MARCUSCHAMER

Empecemos con un poco de historia.

La presencia judía en el territorio que actualmente abarca el Estado de Israel, se remonta a épocas bíblicas.

Jerusalén fue conquistada en dos ocasiones por entidades extranjeras, primero por los babilonios alrededor del año 587 A.C. El Rey Nabucodonosor fue el responsable de llevar a cabo la campaña militar que culminó con el primer exilio del pueblo judío hacia Babilonia.
La segunda gran expulsión se llevó a cabo después de la conquista de Jerusalén por el Imperio Romano. Se le imputa a Vespasiano y a Tito, generales del ejército romano, el asesinato de alrededor de un millón de judíos.

El pueblo judío en el exilio fue siempre perseguido y acosado.

En un contexto más moderno, la zona conocida como Palestina estuvo gobernada durante más de 400 años por el Imperio Otomano.

Al caer éste, con el fin de la Primera Guerra Mundial en 1918, la zona pasó a manos de los británicos. El mandato, en un primer momento incluyó los actuales territorios de Jordania, Israel y los territorios palestinos. A partir de septiembre de 1922 el Reino Unido separó la parte oriental del mismo, creando el Emirato de Transjordania.

La migración de judíos, perseguidos durante años en Europa y la Rusia zarista, se intensificó durante el siglo XX, y más aún después de la Declaración Balfour de 1917, en la que James Arthur Balfour, Ministro de Relaciones Exteriores británico declaró que “Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina”.
Fue como así, durante el siglo veinte, se fundaron los primeros Kibbutzim. (un kibutz es una comunidad de voluntarios, donde la gente vive y trabaja de manera conjunta y de forma no competitiva. Su objetivo es generar una sociedad económica y socialmente independiente fundada en los principios de la propiedad comunitaria, justicia social e igualdad).

La zona a la que se hace referencia no era más que desierto y pantanos, infestados los últimos de mosquitos transmisores de enfermedades como malaria y fiebre amarilla.

La caída del Imperio Otomano y los cambios en la configuración geográfica del mundo contribuyeron en gran parte al surgimiento y exacerbación del nacionalismo árabe, que explica algunos factores del conflicto árabe-israelí a partir de la fundación del Estado judío.
En 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, se hizo evidente que el pueblo judío necesitaba un Estado, un hogar nacional. La Organización para las Naciones Unidas propuso el Plan de partición de Palestina, donde mediante la Resolución 181 se acordó la partición del Mandato Británico en Palestina en dos Estados: uno judío y uno árabe.
Israel acepta, pero los líderes palestinos, no, por considerar éste una WAQF: tierra indivisible por haber sido tomada para el Profeta Muhammad.

No aceptaban, entonces, la división del territorio, lo querían todo.

Comienza de inmediato la primer guerra árabe-israelí, donde después de la retirada británica de la región, tropas libanesas, sirias, iraquíes, egipcias y transjordanas, apoyadas por voluntarios libios, saudíes y yemeníes, comenzaron la invasión del recién proclamado Estado judío.

A raíz de esta guerra, surgen dos grupos de refugiados de igual número, de aproximadamente 500 mil personas: los refugiados judíos y los refugiados palestinos. Los primeros fueron absorbidos de inmediato por el naciente Estado de Israel, incluyendo a aquellos que fueron expulsados de los países árabes en los que habían vivido durante cientos de años. Los segundos, continúan en condición de refugiados hasta ahora. Ninguno de los países que peleó esta guerra les otorgó ciudadanía, derechos u obligaciones. Los dejaron a su suerte.

La escalada actual de violencia tiene origen en el secuestro y asesinato de tres jóvenes judíos a manos de militantes del Grupo Islamista Hamas, el aumento de la tensión regional y con él, el lanzamiento de más misiles y con mayor alcance a zonas urbanas israelíes.
Los misiles, aunque parezcan inofensivos, no lo son. De entrada, tienen como objetivo matar civiles, matar niños, mujeres o ancianos. El hecho de que no lo hagan, no quiere decir que esa no sea la intención con que son lanzados.

No hacen el daño que deberían gracias a que Israel tiene eficientes sistemas de defensa, como el Domo de Hierro, que detiene y detona los misiles antes de que caigan a tierra. El gobierno ha invertido mucho en refugios antibombas, procesos claros de evacuación y demás medidas para cuidar a sus ciudadanos.

La operación Margen Protector comenzó como una ofensiva por aire que tenía como objetivo mermar la capacidad del Grupo Islamista Hamas de almacenar misiles y demás armamento, sobre todo después de aumentar el volumen de misiles lanzados a zonas urbanas a las que antes no tenían alcance, como Haifa, Tel Aviv o Jerusalén.

Debido a que la Franja de Gaza es uno de los lugares con mayor densidad de población del mundo, y como la estrategia de Hamas – que le ha dado resultado a lo largo de los años, apuntándole victorias mediáticas y ganándole adeptos a la supuesta causa que enarbolan alrededor del mundo – es esconder detrás y debajo de centros civiles, tanto a terroristas como armamento de todo tipo: misiles, lanzamisiles, bombas y demás, el ejército israelí avisa previo a un ataque aéreo a una zona densamente poblada con civiles, ya sean escuelas, hospitales o viviendas (si! Aunque no lo crean! Hamas y sus militantes se esconden entre los civiles convirtiéndolos así en ESCUDOS HUMANOS, sin importar si son niños o ancianos, bebés o mujeres embarazadas. Se han incluso registrado casos de jihadistas disparando armas con bebés en brazos) por medio de mensajes SMS, panfletos lanzados desde el aire o llamadas telefónicas, para así dar tiempo a que los inocentes huyan del lugar a atacar. Tristemente, no ha quedado otra opción. Si las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI por sus siglas en español) bombardean centros civiles, es porque el Hamas se esconde entre ellos.

Las tácticas del Hamas han resultado sumamente efectivas. Con lo anterior pueden explicarse tantas muertes de civiles palestinos inocentes. Los gobiernos palestinos corruptos se han enriquecido de perpetuar el estado en el que vive su pueblo. Se han beneficiado de perpetuarse como víctimas. Al puñado de terroristas que gobiernan la Franja de Gaza, no les es rentable invertir en caminos, escuelas o vivienda. Les ha dado mayores réditos la imagen maniquea que han forjado ante el mundo respecto del conflicto: por una parte, uno malo, poderoso militar y económicamente, rico y con sed de matar niños palestinos, y el otro pobre, viviendo sin derechos y llorando las muertes de sus niños.

La ofensiva por tierra comenzó cuando las FDI descubrieron una red sumamente compleja y profunda de entretejidos túneles subterráneos, que es imposible destruir por aire. Esta ciudad subterránea, ha requerido por lo menos 800 mil toneladas de concreto para su construcción (cabe señalar que el gobierno de Hamas justifica el ingreso de toneladas y toneladas de cemento con la urgente construcción de viviendas, y con el pretexto de ocupar a la enorme proporción de la población económicamente activa que desde el endurecimiento del sitio, se ha quedado sin empleo. El bloqueo de la Franja de Gaza por parte de Israel, más hermético desde el triunfo electoral de Hamás, ha reducido el ingreso de armamento que de otra forma serviría para efectuar ataques contra la población israelí). Se dice, de acuerdo al sitio www.tabletmag.com, que Hamas utilizó trabajo infantil para la construcción de los túneles. De los niños obreros, presuntamente murieron 160 por las condiciones en que trabajaban.

Esta red de túneles, cuyo descubrimiento sigue avanzando conforme continúa la Operación Margen Protector, le da a Hamas la habilidad de infiltrarse dentro de territorio soberano israelí y llevar a cabo ataques terroristas que incluyen asesinatos en masa y secuestros de civiles, además de darles la posibilidad de lanzar misiles desde locaciones escondidas bajo centros densamente poblados por civiles que sirven en efecto, como escudos humanos.
De hecho, el alcance de los túneles es todavía desconocido. De no haberse descubierto, el resultado de un ataque terrorista masivo, en incursiones a jardines de niños, Kibbutzim y hogares familiares parafraseando al Primer Ministro Netanyahu, pudo haber sido “catastrófico”, pues planeaban asesinar al mayor número de israelíes posibles.

Aunque algunos medios de comunicación nos dan a entender que las FDI arrasan sobre lo que pasan en la incursión terrestre, me atrevo a asegurar que la realidad no es así.
La Franja de Gaza es un terreno peligroso para los soldados. Es territorio de militantes del Hamas que se benefician de que el enemigo entre en su zona de operación. Muchos soldados mueren en emboscadas y por francotiradores, y es terreno peligroso para el ejército de Israel. Los barrios de Gaza están llenos de partidarios del Hamas y las incursiones por tierra han mostrado con la historia ser difíciles y no tan efectivas para el Ejército israelí.

Es así, como nos encontramos frente a un conflicto complejo y añejo, y cuyas partes son enormemente distintas una de la otra.

Por un lado, un país que se ha enfrentado a la animadversión de sus vecinos y de muchos países del mundo a lo largo de los años. Del lado israelí, gobiernos y gobernantes de diferentes tintes y posturas han ido y venido con el curso de los años. La única democracia del Medio Oriente, donde todos gozan de igualdad de derechos y obligaciones, tanto árabes como cristianos o judíos, se encuentra ejerciendo su legítimo derecho de defender a sus ciudadanos que viven el terror cotidiano, y que cualquier otro país ejercería de verse en semejante necesidad.

Por el otro, gobierna actualmente un grupo considerado de corte terrorista por los Estados Unidos y la Unión Europea, y tiene dentro de su carta fundacional el objetivo de destruir al Estado de Israel, y de matar civiles israelíes, sin importar si son hombres, mujeres o niños.
Hamas no es una organización pacífica de resistencia. Es un movimiento fanático, cuyo objetivo es la destrucción del Estado de Israel y la creación de una República Islámica.
Cito al periodista del periódico Haaretz, en su artículo del 24 de julio, Ari Shavit:

“…¿contra quien estamos peleando? Contra una organización fascista que aterroriza a la población de Gaza, oprime a las mujeres y a los homosexuales, y rechaza todos los valores de libertad y progreso.

Aquellos que aún levemente perdonan a Hamas, están cooperando con un dictador tiránico y fanáticamente religioso. El Hamas son los Neo-nazis palestinos. Han convertido a la primera franja de territorio palestino a la que se le otorgó una relativa libertad en un bastión de totalitarismo. Han atacado incesantemente al Estado de Israel por casi una década. Han, obstinadamente, rechazado cada intento israelí por prevenir la escalada de violencia actual. Han tercamente disparado miles de misiles a poblaciones civiles.

Han empleado una estrategia sofisticada y maliciosa, que tiene dos objetivos: matar judíos inocentes y forzar a las Fuerzas de Defensa de Israel a matar palestinos inocentes. La organización terrorista palestina que coptó la Franja de Gaza en el 2007, ejecutando a muchos de sus hermanos, es una organización de criminales de guerra. Por ningún motivo debe permitírseles ganar este complicado conflicto, y bajo ningún concepto debemos mostrar empatía por el mal que representan”.

Para leer el artículo completo, ingresa a este link: https://www.haaretz.com/mobile/.premium-1.606865?v=79FBBADE31BD3987E397F1AF91DE743E

Si tantos palestinos inocentes están muriendo, sépanlo: no es porque el ejército israelí los está masacrando. Sus propios líderes, electos en 2007 para gobernar la Franja de Gaza los está sacrificando para ganar la batalla mediática. Israel está haciendo lo que debe: cumplirle a su gente. Citando de nuevo al Primer Ministro Netanyahu: “Si los árabes bajaran sus armas hoy, no habría mas guerra. Si Israel bajara sus armas hoy, no habría más Israel”.
Nos vemos ahora obligados a pelear una guerra a la que nos han orillado a pelear. Los soldados, hijos, hermanos o padres, arriesgan sus propias vidas, tratando de minimizar lo más que se puede la muerte de inocentes, defendiendo al Estado, que de otra manera, ya hubiera desaparecido. No nos olvidemos quienes son nuestros vecinos, y cuales son sus claras intenciones para con nosotros.

Ahora, para terminar. Si usted y los suyos se sienten profundamente ofendidos por las fotografías circulando en redes sociales y demás medios de comunicación de niños palestinos muertos, por la muerte de tantos inocentes a lo largo de este conflicto, está en lo correcto. Pero por favor: no seamos hipócritas y lloremos también las muertes de todos los demás niños e inocentes que han sido víctimas durante este conflicto. Niños israelíes, que no mueren como el Hamas desea porque el Estado de Israel los protege. Esa “moral a la carta”, la cuál lleva a condenar al Estado de Israel bajo cualquier pretexto, y no manifestarse, no llorar, no sufrir públicamente por la masacre de casi 200 mil árabes asesinados los últimos años, el uso de Assad de armas químicas en contra de SU PROPIO PUEBLO, la crucifixión de cristianos e “infieles” del Islam en Irak…en fin, de la crueldad con la que los árabes se matan entre ellos. Esa “moral”, no es tal. Es antiisraelismo, antisemitismo de closet que usted manifiesta con las pancartas que igualan al Estado de Israel con la Alemania nazi o el apartheid sudafricano. Recuerde: este conflicto no es blanco y negro. Esta lleno de matices, fracturas y diversidad de opiniones. Ni el lado palestino ni el israelí son entes monolíticos a los que podemos etiquetar con un solo calificativo. Y discúlpenos, por favor, por hacer lo que está en nuestro poder para intentar sobrevivir. Como dijo alguna vez Golda Meir:
“…Tal vez, podremos perdonar a los árabes por haber matado a nuestros hijos. Pero nunca les perdonaremos el habernos forzado a matar a los suyos. Habrá paz, cuando los árabes amen más a sus hijos de lo que nos odian a nosotros”.

Fuente:estoespurpura.com