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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Cumpleaños de mi hijo.

Mi hijo mayor, Natán, cumplió 49 años. Los padres generalmente tenemos la imagen de nuestros hijos de cuando fueron niños; el tiempo ha pasado tan rápido que todavía lo veo como el muchachito vivaracho que era, y a la vez, introvertido, condición que mantiene a la fecha. Su carácter quizá tiene que ver con la prematura muerte de su madre cuando él tenía ocho años. Al mismo tiempo, cuando quiere, es alegre y divertido. A su “pastel” no asistieron sus dos hermanas porque estaban fuera de México; a Natán, por su elevada sensibilidad, le molestó este hecho. Me parece que tiene razón, ellas debieron de haber programado sus actividades para acompañarlo en su cumpleaños. Su inasistencia denota, algo que he mencionado repetidamente en varias Crónicas: desinterés por la familia.

He observado que este fenómeno se acentúa en las familias mexicanas, y, quizá, en las de todo el mundo; frecuentemente los hermanos no se hablan entre sí y/o con los padres u otros parientes; creo que esto sucede por resentimientos y actitudes disfuncionales de las familias; esto no es nuevo, está en la naturaleza humana. En este sentido, mi esposa fue a visitar recientemente a una amiga divorciada hace dos años, (con ella y su ex esposo teníamos una buena relación) y me contó que esa familia era verdaderamente disfuncional; la nuestra “es ejemplar”. Frecuentemente escucho historias “de horror” de familias conocidas: agresiones verbales y físicas, alcoholismo, drogas, abandono, entre otras.

Natán ha sido un profesionista y empresario muy exitoso. Repetidamente ha ayudado algunos miembros de la familia y a terceros; aunque creo que podría hacer más por mí, además de apoyar a su hermano menor que se inicia en la jungla del mercado laboral; ¿acaso sus tíos no le abrieron las puertas para que tuviera éxito en los negocios? Su actitud no es justa, y, eso duele mucho. Además, Natán debe procurar ser más expresivo, los viejos necesitamos cariño, comprensión y de ayuda material y emocional. Como dicen los judíos, deseo a mi hijo que viva hasta 120 años, como los antiguos patriarcas: acompañado de la familia con felicidad, salud, amor y tranquilidad.

El lenguaje oficial sobre el desempeño de México.

En el plano de mis comentarios sobre el entorno social, político y económico, mi amigo Víctor me envió por internet la Revista No. 1974 de Proceso (31 de agosto del 2014), que además de su excelente presentación, me sorprendió por la profundidad y profesionalismo con los que se cubren estos tópicos por diversos analistas, lo cual ya no es frecuente en los medios periodísticos del país; lo cierto es que estaba prejuiciado sobre esta revista a la que calificaba de “socialista anacrónica”. Varios artículos versan sobre la gestión del presidente Enrique Peña Nieto (EPN), indicando, en esencia, que desde los años setentas cada presidente entrante era recibido con una crisis económica, “las catástrofes se sortearon y mal que bien había crecimiento”; en este ámbito, se comenta que a EPN no lo recibió, como a sus antecesores, un terremoto financiero, empero, ni así, en sus casi dos años de gobierno ha mejorado la situación: “no crecemos, no hay más empleo, y los ingresos no han mejorado y aumentó el número de pobres”.

De acuerdo a Proceso, basado en opiniones de investigadores consultados, el problema de fondo de México es la ausencia de un modelo de desarrollo que articule las reformas que propuso EPN y que fueron aprobadas, con un avance democrático y la reducción de los rezagos sociales. EPN ha señalado que con las reformas termina un ciclo y lo que sigue es ponerlas en acción, llevarlas de la ley a la práctica, lograr que los cambios constitucionales se traduzcan en beneficios para todos. Esta es una visión simplista “que echa las campanas al vuelo”; falta mucho para que se cumplan los cinco ejes que planteó EPN al arranque de su gobierno: “México en Paz”, contra la violencia, inseguridad e impunidad y por la justicia; “México incluyente”, para el combate a la pobreza; “México con educación para todos”; “México próspero para transformar al país en una potencia emergente y “México actor con responsabilidad global”, a fin de reposicionar la política exterior.

Es entendible que el proceso de cambio de México es de largo plazo; lo que no se vale es que persista el lenguaje oficial triunfalista, que también caracterizó a los gobiernos priistas y panistas; cuando la economía está estancada, se incrementa la desigualdad social, el sistema judicial es ineficiente e imperan la impunidad, la corrupción, la violencia y el hambre.

El primer mandatario, que refleja una actitud serena, y que ha insistido que él no busca popularidad, sino cambios estructurales, en dos años gastó nueve mil millones de pesos a través de una lluvia de spots, infomerciales y entrevistas. No obstante, la imagen de EPN no repunta, porque la gente no percibe beneficios en su situación personal; el poder enajena a los presidentes, aunque EPN ha declarado que no aspira a ser reelegido, y pasar como hombre ilustre de la historia, es evidente que insistirá en ocupar nuevamente la presidencia.

En este contexto, el discurso triunfalista sobre México ha funcionado en el extranjero. En Proceso se comenta que la imagen que el gobierno mexicano ha difundido “ya empezó a cambiar la percepción del país entre algunos sectores empresariales, ahora dispuestos a invertir aquí”; sin embargo, advierten tres mexicanologos europeos que el nuevo México promovido por EPN se desvanecerá en el aire sino se incluye a la sociedad civil, a la par de una visión integral que haga énfasis en la mejoría de las condiciones económicas, en especial las de la clase trabajadora”.

El “menú de opciones que presenta la revista Proceso sobre los acuciantes retos que enfrenta México es amplio y de interés particular para los mexicanos, con la venia de los lectores los iremos analizando en próximas Crónicas.