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BURAK BEKDIL

Poco después que la primavera árabe sacudiera varias capitales en Medio Oriente, los turcos idearon un plan que permitiría a su país emerger como el nuevo Imperio Otomano.

Mientras que deliberada y sistemáticamente antagonizara con Israel, Ankara sustituiría al régimen sirio controlado por la Shia de Bashar al-Assad, con un gobernante sunita amigo de Turquía; apoyaría a los sunitas en Irak y el Líbano y aumentaría su influencia política; apoyaría a Hamas en los territorios palestinos, provocaría la violencia contra Israel y se aseguraría de que la Hermandad Musulmana, o sus diversos hermanos, gobernaran Egipto, Túnez y Libia. Los saudíes ya eran “nuestros hermanos musulmanes”. Con el tiempo, todas las antiguas tierras otomanas producirían gobiernos serviles al imperio turco emergente.

Casi cuatro años después, Assad  está cómodamente sentado en su palacio presidencial en Damasco y, posiblemente, riéndose del lío que los turcos crearon apoyando a los yihadistas de Siria. Estos yihadistas sólo han causado estragos a lo largo de las fronteras de casi 900 kilómetros de largo de Turquía con Siria e Irak.

Los chiítas en Irak son tan poderosos como antes, y siguen siendo obedientes al rival sectario regional de Turquía, Irán.

Los chiítas en el Líbano – donde los turcos son una moneda de alto valor en el mercado de rehenes – son cada vez más hostiles a Turquía.

Nadie sabe quién gobierna Libia después de la caída del coronel Gadafi, pero ninguna de las facciones en guerra quiere la intromisión de los turcos en la antigua colonia otomana.

Mientras tanto, un golpe de Estado en julio de 2013 derrocó al aliado regional más confiable de los turcos, el entonces presidente de Egipto, Mohamed Morsi. Hoy en día, no sólo los turcos, sino también los productos turcos – incluidas hasta las telenovelas – no son deseados en Egipto.

Con la caída de sus aliados islamistas en la región, los turcos recientemente se trasladaron discretamente para reconquistar Egipto, la nación musulmana más poblada de la región.

El Ministro de Relaciones Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, pidió reunirse con su homólogo egipcio, Sameh Hassan Shorky Selim, al margen de la cumbre de la ONU en septiembre. El ministro egipcio canceló abruptamente la reunión, citando al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan con “palabras insultantes sobre el Presidente Abdel Fattah de al-Sisi”. Un comunicado del Ministerio de Exteriores egipcio llamó a las palabras de Erdogan “mentiras y fabricación”.

Más recientemente, El Cairo anunció que no renovaría un acuerdo de comercio de tránsito de tres años con Turquía. La decisión indica un empeoramiento de las relaciones bilaterales, que habían sido degradadas, como en el caso de Israel, al nivel de encargado de negocios. El acuerdo de comercio de tránsito, firmado en 2012, cuando Morsi estaba en el poder, había facilitado las exportaciones turcas a países de África y el Golfo por la parte continental de Egipto, a través de los puertos egipcios. Empresas turcas previamente enviaban su carga a los clientes del Golfo y África a través de Siria, cuando las relaciones con Siria eran normales.

 Después que Erdogan eligiera la guerra fría con Siria, la ruta siria se cerró a los turcos. Los turcos firmaron el acuerdo de tránsito con Egipto para utilizar sus puertos y tierra como ruta alternativa. Ahora que Egipto dará por finalizado este acuerdo, las empresas turcas se verán privadas de una ruta fácil para los clientes del Golfo y África.

Irónicamente, sólo seis semanas antes que el general al-Sisi expulsara ​​de Egipto al presidente islamista Morsi, Turquía había otorgado a Egipto un préstamo de $ 250 millones para financiar proyectos de defensa conjunta turco-egipcia. El préstamo, el primero de su tipo, pretendía impulsar la cooperación en defensa de las exportaciones turcas de equipos de defensa a Egipto. En ese momento, Turquía tenía la esperanza de vender a Egipto decenas de aviones no tripulados de fabricación turca; barcos navales tácticos y helicópteros.

No era un secreto que Egipto y los turcos “hermanos musulmanes de Arabia Saudita” agresivamente cabildearon contra el fallido intento de Turquía en septiembre para ganar el asiento del miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El embajador de la UE, dijo: “Es posible que haya más movimientos egipcios en represalia contra las hostilidades turcas. Después de Siria, Irak, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Líbano e Israel, Turquía ha perdido por completo a Egipto”.

Ese percance dejó a los islamistas de Turquía con un aliado ideológico en las antiguas tierras otomanas: Túnez, donde el partido Ennahda, de inspiración Hermandad Musulmana, estaba en un gobierno de coalición, hasta este fin de semana pasado.

 Ennahda, el primer movimiento islamista en asegurar el poder después de las revueltas de la Primavera Árabe 2011, reconoció su derrota en las elecciones que previsiblemente harán de su principal rival secular, el partido Nidaa Tounes, la fuerza más poderosa en el parlamento.

Esta derrota es un enorme revés para los aliados ideológicos tunecinos de Erdogan, que había encabezado un gobierno de coalición con dos socios no religiosos durante más de dos años.

Túnez fue el último capítulo en el libro de la derrota de Erdogan. El neo-otomanismo fue un sueño infantil. Ahora es un sueño infantil “sellado”.

En todo Oriente Medio, Turquía ahora tiene sólo dos aliados: Qatar, que se parece más a una rica estación de servicio de propiedad familiar que a un estado; y Hamas, una organización terrorista. Pero Turquía tiene un rico menú de hostilidades: Irán, Irak, Siria, Líbano, (discretamente) Jordania, Israel, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto, (como siempre) Chipre, (ahora) Túnez, (también discretamente) Marruecos y Argelia, y (la mayoría de las facciones beligerantes) Libia.

 En un discurso pronunciado en abril de 2012, el entonces ministro de Relaciones Exteriores Davutoglu definió el objetivo político de Turquía como: “En la marcha histórica de nuestra nación santa, el Partido AK señala el nacimiento de un poder global y la misión de un nuevo orden mundial. Este es el centenario de nuestra salida de Oriente Medio … lo que hemos perdido entre 1911 y 1923, las tierras de las que nos retiramos, desde 2011 hasta 2023, volveremos a reunir una vez más a nuestros hermanos en esas tierras. Se trata de una misión histórica”.

Ese fue un mensaje no tan encubierto de un objetivo estratégico para revivir el Imperio. Sólo nueve años antes de la fecha límite para “conocer a nuestros hermanos” y el nacimiento de Turquía como “una potencia mundial con la misión de construir un nuevo orden mundial”, Turquía parece dramáticamente asilada.

*Burak Bekdil, con sede en Ankara, es columnista del diario Hürriyet turco y compañero en el Foro de Medio Oriente.

Fuente: Middle East Forum

Traducción: Silvia Schnessel