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GEORGE CHAYA

Si hubiera controles correctos de sitios web y de las herramientas sociales en Internet, ¿sería el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) tan fuerte y eficaz como lo es hoy? La respuesta es simple: “No”. El ISIS no habría sido tan eficaz, ni hubiera podido ampliar sus operaciones en la forma en que lo ha hecho. Éste “no” no constituye una idea o hipótesis, es una realidad que se confirma diariamente en las noticias que han revelado la captación de adolescentes y delincuentes de todo el mundo que han sido seducidos para unirse a los yihadistas.

El fenómeno del ISIS, como sostengo y describo en varias de mis columnas anteriores, no tiene nada que ver con el Islam. Estas personas han secuestrado la religión y asesinaron miles de musulmanes, cristianos, azeríes y kurdos por igual, y si no son detenidos, planifican hacer lo propio con los judíos y con cualquier persona que confronte los postulados de su ideología.

Es cierto que esta corriente islamista-militante es un verdadero fenómeno global, pero en nada tiene que ver con el verdadero Islam, por lo que es esperable y deseable que día a día se amplíen las voces dentro del mundo árabe-musulmán que repudien y denuncien las atrocidades que ISIS viene cometiendo. Como sea, lo que encarna el grupo terrorista es un fenómeno global tanto como “la escasez de alimentos” o “el brote de Ébola”. Por tanto, es deber del mundo en su conjunto hacer frente a tal fenómeno.

Esto no quiere decir que ISIS -y antes Al-Qaeda, y antes la Hermandad Musulmana, y antes el Khomeinismo, y todos aquellos grupos o personas que adhieren a esta ideología no sean el resultado de profundas crisis que involucra al Islam, a su patrimonio y su identidad.

Sin embargo, además de todo eso, hay que hablar del ISIS directamente. Es claro que el grupo terrorista no es más que un síntoma del estado de desequilibrio global del mundo árabe-islámico y del fracaso de sus gobiernos laicos como también de la represión interna que sus dictaduras vienen ejecutando sobre sus pueblos por más de 50 años. Pero si no enfocamos correctamente esta nueva endemia que configura el ISIS, ¿Cómo puede el lector entender que conversos musulmanes europeos, que no hablan el árabe- y que no entienden las complejidades ideológicas del yihad, viajen a unirse al ISIS?

Ante este escenario, algunos países occidentales deberían disponer una partida adicional a los millones de dólares que están gastando en sus ataques aéreos sobre las posiciones del ISIS. Así, fortalecerían sus agencias de seguridad en la fiscalización de viajes y movimiento de dinero que financia la captación de nuevos combatientes. Esto con el fin de enfrentar al ISIS desde una dirección tan importante como la coalición lo está confrontando sobre el terreno. Occidente debe hacer mucho más para frenar la interacción del ISIS a través de las herramientas sociales, especialmente su actividad en Twitter y Facebook, y así, evitar que los yihadistas continúen captando nuevos miembros. Corroborar esta situación es muy simple: solo hay que ingresar a los sitios web afines y satelitales que dispone el grupo -generalmente todos ellos en idioma inglés y árabe- y el lector apreciara que la fábrica de yihadistas trabaja las 24 horas del día en la captación de combatientes.

El mundo libre cree en la libre expresión y el valor de las libertades individuales. Eso es bueno y está muy bien que así sea. Sin embargo, ahora se enfrenta a una amenaza existencial, por lo que debería hacer frente a esta situación no solo en el campo militar, también en aspectos que controlen el accionar del grupo radical.  Al mismo tiempo, debe librar la batalla que no ha comenzado a dar. Me refiero a la “guerra de las ideas” dentro de las sociedades musulmanas.

Históricamente, Occidente ha atacado los problemas en la región desde el punto de vista militar, y es muy claro que estas políticas son y han sido una espiral de violencia sin final a la vista. Pero nunca se ha dado soporte y ayuda prolongada y sostenida en materia de políticas que seduzcan los corazones y el pensamiento de las sociedades arabo-islámicas. Por el contrario, Occidente ha sido -y es- socio de sus más crueles dictadores.

Mucha dirigencia occidental sostiene que trabaja para crear conciencia y que solo la disuasión no funciona. Sin embargo, tal enfoque lleva consigo un riesgo inherente, particularmente cuando se trata de un fenómeno como el ISIS, pero los ciudadanos del mundo árabe no pueden darse el lujo “del tiempo o la paciencia” para seguir la visión occidental, sencillamente porque para ellos “ésta es una batalla por su supervivencia”. Aunque Bruselas y Washington no lo comprendan plenamente.

A principios de octubre, EEUU pidió a los aliados que se han unido a su coalición anti-ISIS ampliar la guerra para incluir la esfera digital. Esto ocurrió durante una reunión especial celebrada en Kuwait para discutir específicamente la forma de contrarrestar la propaganda y captación que lleva adelante el ISIS. Una semana atrás, la Unión Europea llevó a cabo una reunión en Luxemburgo en la que se pidió ayuda a los proveedores de Internet y a las compañías de herramientas sociales en la lucha contra el terrorismo. Este es un buen síntoma, aunque se produjo después que el número de europeos en las filas de ISIS en Siria e Irak aumentó de sólo unos 300 en 2012 a más de 4.500 en 2014. Las últimas noticias en este sentido, según declaraciones de un funcionario de inteligencia francés, incluyen el informe sobre una joven francesa de 17 años de edad y de familia judía como una de las 103 mujeres de Francia que han abandonado el país en los últimos 90 días para unirse a los combatientes del ISIS en Siria.

En consecuencia, bien vale recordar un dicho libanes que indica: “Quien convoca un espíritu maligno es responsable de desterrarlo”.

En otras palabras, Occidente no es culpable, aunque sí es responsable del problema, por tanto, es quien debe resolverlo. No hay culpabilidad en el desarrollo tecnológico de Occidente, sostener tal cosa sería un absurdo. Pero sí es responsable de los malos espíritus que nos acosan utilizando libremente la tecnología. En consecuencia, habrá que ver que propone ahora para hacer frente al problema y, cualquiera sea la política que escoja, esperemos que dé resultados y que la mantenga en el tiempo.

Fuente:opinion.infobae.com