ELENA BIALOSTOCKY PARA ENLACE JUDÍO

 

“El Nombre te acompaña, como el cuerpo envuelve al alma”.

Alejandro Rubinstein completó una Licenciatura en la Escuela Libre de Derecho, licenciado, tiene una agencia de seguros y hace 20 años comenzó a estudiar e internarse en el asunto de las Genealogías. El 26 de noviembre en la Sinagoga Histórica Justo Sierra impartió la conferencia “La Importancia del Nombre Según el Texto Bíblico”. En sus propias palabras

“Dar nombre a un nuevo ser es tanto como darlo a luz. El dolor del nacimiento se sufre en un solo tiempo, mientras que el peso de un nombre se sobrelleva toda la vida… Durante la vida de todo ser el nombre le acompaña tanto como el cuerpo que envuelve a su alma. El nombre se expresa, se escribe, se inscribe, se memoriza, se le asigna una elegante firma, se le pone en letras doradas en los diplomas y certificados, se le enlista en nóminas escolares y laborales, se le graba en placas, se le compaña de pomposos títulos, se asienta en actas civiles y mercantiles, se coteja en registros, se ensalza, se acompaña de epítetos, se hace bueno, se hace malo, se le recorta de manera afectiva y, para evitar su olvido al final de sus días, se le cincela o graba para su eterna memoria en las lápidas que cubren sus restos.

Es el nombre, aquel que no cuesta nada recibirlo, pero que recuperarlo ante las malas obras puede costar fortunas en buenas acciones y de obras de limpieza a un honor que solo puede ser dimensionado adecuadamente cuando se le expresa. El ser humano, para que sea considerado como tal, debe tener como elemento de identificación su propio nombre. Es más, sin él no puede aspirar a pertenecer a una sociedad que le reclama, de manera constante y permanente, la definición particular de su ser, de su ente gregario, de su identidad.

Conscientes de este requerimiento, los padres del menor le asignan un apelativo que, en muchos casos, deriva del nombre de un ancestro ya sea que aun esté vivo o que haya fallecido, retomando las costumbres de asignación de nombres según cada comunidad. Al otorgarle ese nombre al menor, se le deposita un matiz de perpetuidad pues ya no sólo tiene su nombre sino que el propio nombre le posee y le contiene en un marco de referencia con el de su antecesor, y hasta con el del primer ser que así fue llamado”.