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ANSHEL PFEFFER

Nuevas tendencias que han surgido, o que tienden a ser más dominantes ahora, pueden afectar el resultado de las próximas elecciones.

El encuentro desastroso de Benjamín Netanyahu y Yair Lapid el lunes por la noche logró sacar al tercer gobierno de Netanyahu de su miseria. Las nuevas elecciones tendrán lugar el 17 de marzo de 2015.

Menos de dos años han transcurrido desde las últimas elecciones y las encuestas no han mostrado un importante cambio en la opinión pública desde entonces. La pregunta es, qué ha cambiado y si estas elecciones pueden generar cambios radicales.

Mientras que el cinismo periodístico casi demanda la conclusión que nada cambiará tras las innecesarias elecciones anticipadas, nuevas tendencias que han surgido, o que tienden a ser más dominantes ahora, pueden afectar el resultado de las próximas elecciones.

Ocho factores entrarán en juego en el camino a las urnas.

Terror: Las elecciones de 2013 tuvieron lugar en un periodo de calma relativa. Es demasiado pronto para prever, por supuesto, si la ola de ataques terroristas en los últimos meses ha disminuido o continuará durante la campaña electoral. Mientras que el sentido común indica que un tenso periodo de seguridad beneficia a la derecha, también pone en relieve al primer ministro actual.

Durante los últimos 25 años, se libraron cuatro elecciones en momentos de inseguridad. En tres de ellas, perdió el primer ministro en turno  (Yitzhak Shamir en 1992; Shimon Peres en 1996; Ehud Barak en 2000). El único que ganó las ¨elecciones de terror¨ fue Ariel Sharon en 2003. Netanyahu no tiene la imagen elemental de Sharon y le resultará difícil ganar si los israelíes van a las urnas regidos por el miedo.

Campaña negativa: Si los disturbios en Jerusalem y Cisjordania se calman en los próximos meses, y hay indicios de que ya está sucediendo, la cuestión palestina no será el tema central de estas elecciones. Por supuesto que partidos de derecha como Yisrael Beiteinu y Habayit Hayehudí intentarán fomentar histeria y hacerse ver como los defensores de Israel. El Likud, encabezado por Netanyahu tendrá que proyectar una imagen más centrista. Por otra parte, los partidos de centro-izquierda no basarán su campaña en la cuestión palestina, sabiendo que el público israelí no cree que haya una posibilidad de paz en el horizonte.

Sin embargo, estos partidos no tendrán mucho más con que trabajar. Tras su éxito en las elecciones anteriores prometiendo resolver los problemas de la clase media, Yesh Atid de Lapid no tiene nada que ofrecer tras su desempeno al mando del Ministerio de Finanzas. Por lo tanto, probablemente recurra a la demonización de los socios de Netanyahu: Los partidos ultra-ortodoxos.

El partido Hatnuá de Tzipi Livni prometerá una vez más ser el salvador del sionismo, pero también está marcado por haber formado parte de la coalición.

El partido laborista se ha mantenido en la oposición. Sin embargo, tras su fracaso en las elecciones anteriores con su agenda social demócrata, esta vez buscará algo más atractivo.

Estas elecciones no se regirán por temas, sino que será campaña negativa en la que cada partido intentará desprestigiar a sus rivales tachándolos de fanáticos irresponsables. El vencedor o los vencedores de estas elecciones serán aquellos que logren unirse efectivamente para desprestigiar a sus oponentes. Una vez más, Netanyahu está en desventaja aquí, ya que habrá más partidos que pretendan desacreditarlo más que a otro candidato.

Bibi y el bloque: Hay dos razones principales por las que muchos expertos políticos consideran que pese a su manejo de su último gobierno, Netanyahu tiene la reelección casi asegurada.

La primera es lo que parece ser un impregnable bloque de derecha-religioso que según las encuestas, conservará su mayoría tras las elecciones. ¿Cuán inevitable es esta mayoría? Casi todas las encuestas le pronostican 65 escaños. Sin embargo, las encuestas de hace dos años revelaron datos similares y el bloque obtuvo sólo 61 escaños. Esta mayoría tenue obligó a Netanyahu a capitular y aceptar la demanda de Lapid y Bennett de mantener a sus socios favoritos fuera de la coalición. Además de su número, la derecha tiene una gran ventaja en la ausencia de vetos. Si bien no hay amor perdido entre sus miembros, todos ellos están dispuestos a colaborar juntos.

Las posibilidades de una coalición de centro-izquierda están disminuidas por el hecho de que los partidos ultra-ortodoxos nunca se sentarán en la misma mesa con Yesh Atid, Netanyahu, siempre cauteloso, está intentando reforzar el bloque a través de una posible alianza electoral con Habayit Hayuhudí y avanzar acuerdos de coalición con Shas y Judaísmo de la Torá. Incluso si los egos colectivos del partido laborista, Yesh Atid y Hatnuá les permiten formar un frente electoral, su única oportunidad de ganar es mediante una masiva oleada anti-Netanyahu que ahuyente a suficientes votantes de la derecha, o el ascenso de un nuevo partido que pueda obtener votos religiosos y de derecha, y todavía unirse a la coalición de centro izquierda. Tal partido ya está en gestación.

El factor Kahlón: El ex ministro del Likud Moshe Kahlón está a punto de lanzar su nuevo partido que se enfocará en temas sociales. Es difícil predecir el éxito que tendrá antes de saber algo de él, pero la popularidad probada de Kahlón y el hecho de que los votantes una vez más buscarán alternativas a los políticos fracasados da cierta credibilidad a las encuestas que indican que puede obtener de seis a 16 escaños. Por un lado, Kahlón abandonó la política hace dos años por exasperación con Netanyahu. Por el otro, sus instintos en temas de diplomacia y seguridad en el pasado tendieron a la derecha. Si tiene éxito, puede tener la opción de obligar a Netanyahu a concederle el Ministerio de Finanzas o de negarle un cuarto mandato.

Sin alternativa: Entre 1999 y 2009, tres hombres mantuvieron a Netanyahu fuera del poder – Barak, Sharon y Ehud Olmert. Tres políticos profundamente defectuosos que tenían una característica en común. Pese a que no fueron populares por mucho tiempo, tenían la estatura y el peso para obtener suficientes votos en una elección y luego hacer los negocios sucios para formar una coalición. Netanyahu ha comprobado tres veces que es capaz de hacer esto, mientras que ninguno de los otros líderes pueden decir lo mismo. Livni, Lapid, Isaac Herzog, Avigdor Lieberman, Naftali Bennett y ahora Kahlón consideran que tienen lo necesario, pero ninguno de ellos parece haber convencido a una suficiente proporción del público o de sus colegas de esto. ¿Puede alguien de ellos cambiar su imagen a tiempo para ser una alternativa a Netanyahu?

Elecciones anticipadas: Por ley, las elecciones en Israel no pueden tener lugar antes de tres meses de ser llamadas. Netanyahu tiene interés en que se realicen lo más pronto posible, dando a sus rivales menos tiempo para desgastar su imagen con una campaña negativa. Él también teme de Kahlón y espera limitarlo proporcionándole poco tiempo para organizarse. Los partidos religiosos con sus miembros fijos y disposición para retornar a la coalición también desean elecciones cercanas. La mayoría de los otros partidos prefieren una campaña más larga con la esperanza de recobrarar su popularidad. Sin embargo, la prolongación de una costosa y estancada campaña electoral probablemente sólo disminuya su imagen pública. De todas maneras, las elecciones tendrán lugar en marzo, según los deseos de Netanyahu.

Pasando el umbral: Las reglas han cambiado en estas elecciones y el umbral electoral que los partidos tienen que pasar para tener acceso a la Knesset se ha levantado ahora de un 2 por ciento a 3,25 por ciento. Esto augura extinción política para el centrista Kadima, quien fuera, hace sólo seis años, el partido en el poder. También pone en peligro al partido Hatnuá, las facciones de extrema izquierda “árabes” y el de extrema derecha Tekumá, que en las últimas elecciones corrió junto con Habayit Hayehudi pero ahora amenaza con romper con él. La mayoría de estos partidos unirán fuerzas con otros para evitar ser aniquilados, pero si alguno de ellos va por la libre y no logra cruzar el umbral ,le costará muy caro a su bloque y quizás incluso inclinará las elecciones hacia el otro lado.

Adelson, el as bajo la manga: Muchos en el Likud creen que el voto del mes pasado, referente al llamado “proyecto de ley Israel Hayom” – en el que muchos miembros de la coalición apoyaron la ley que impedía que se distribuya de forma gratuita un tabloide pro-Netanyahu, propiedad del magnate de los casinos Sheldon Adelson – fue el último clavo en el ataúd de la coalición. Habiendo sólo pasado en primera lectura, una decisión sobre esta legislación tendrá que esperar a una nueva Knesset; mientras tanto, cientos de miles de copias de Israel Hayom seguirán inundando las calles y los cafés. Adelson ya ha demostrado en los EE.UU. que no hay límite para la cantidad de dinero que está dispuesto a derramar sobre los candidatos favoritos -y Netanyahu es su favorito entre todos los demás. Eludiendo las leyes de financiamiento de campaña con este medio gratuito, Adelson ahora llevará a Israel Hayom y al diario religioso recientemente adquirido en Israel, Makor Rishon, a niveles de saturación, siempre al servicio de Netanyahu. El tabloide rival, Yediot Ahronot, tradicionalmente hostil a Netanyahu, se verá en apuros para proporcionar una alternativa.

En todo caso, no está claro qué efecto tuvo este “Bibitón” en la opinión pública, pero estas elecciones serán -también- una guerra mediática.

Traducción: Esti Peled y May Samra.

Fuente: Haaretz.