ENRIQUE KRAUZE

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El crimen de una sola persona es el mayor pecado. No matarás, es uno de los diez mandamientos. Si el crimen de una persona es el mayor pecado imaginen el asesinato de 6 millones de personas. Como dice uno de los grandes escritores sobre este tema, Primo Levi, “si comprender es imposible, conocer es necesario”. En efecto, ¿cómo comprender que el pueblo más ilustrado de la Tierra, entre 1939 y 1945, cometiera el asesinato de 6 millones de personas, entre las cuales había 1 millón de niños?

La causa fundamental que se esgrime, pero ninguna causa va a ser clara o suficiente, es el antisemitismo. Un milenario prejuicio contra los judíos a quienes se les atribuyó la crucifixión, la muerte de Dios, y que a lo largo de muchos siglos en Europa fue acumulando prejuicios, mitos y leyendas en torno al pueblo judío. Por ejemplo, se decía que para preparar el pan ácimo de la Pascua tenían que matar a un niño cristiano. Estas cosas que parecen extrañísimas se volvieron los mitos, las mentiras y las leyendas se vuelven verdad cuando tocan la imaginación popular como ocurrió en Polonia o en algunos lugares de Alemania. La causa fundamental, en la medida en que se puede explicar esto, es el odio concentrado contra los judíos de una sola persona llamada Adolfo Hitler.

Es muy impresionante el poder que un ser humano puede tener sobre millones de personas, es uno de los misterios más grandes de la historia. ¿Por qué las masas siguen a un líder? En el caso de Hitler había un odio reconcentrado que se puede leer en el libro Mi lucha, en el que él atribuye la culpabilidad de la derrota alemana y prácticamente todos los males de la humanidad a los judíos. Culpables del bolchevismo, como si Lenin hubiese sido judío, y culpables de Wall Street; culpables básicamente de todo: del comunismo y del capitalismo. En el libro anuncia la teoría de que Alemania necesitaba un ámbito físico-geográfico para que la raza superior, la raza aria, se desarrollara. Esta idea de la raza superior, del súper hombre, está anunciada por el filósofo Federico Nietzsche, pero Nietzsche no es culpable de sus lectores. Hitler tomó esa idea, y muchas otras, y hay que ver esas fotografías de Hitler, en los años de 1920, en donde él se dedica horas y horas a ponerse frente al espejo a ensayar gestos, histrionismo, a buscar el tono necesario de la voz. El hecho es que encendió a las multitudes alemanas y llegó al poder en 1933.

El objetivo de Hitler está perfectamente marcado y descrito en ese libro. Se trataba de lograr, cuando menos en principio, que los territorios en donde se asentara la raza aria estuvieran libres de judíos. Algunas personas entrevieron, muy pocas, este nuevo acento del antisemitismo, que ya había cobrado a lo largo de los siglos muchas víctimas en las persecuciones en España o en Ucrania en la grandes matanzas del siglo XVII, o a fines del siglo XIX en Rusia cuando los zares organizaron los llamados pogromos, que eran ataques contra los pequeños pueblos de judíos en los que sencillamente mataban a todos.

Había ya muchas señales en Europa y las había habido por siglos. Justamente debido a la acumulación de estas señales que prefiguraban lo que vendría después, muchos judíos europeos o judíos rusos o de Ucrania, Letonia, Estonia, decidieron emigrar a Argentina, a Estados Unidos y en los años de 1920-1930 unos cuantos miles vinieron a México, entre esos migrantes polacos estuvieron mis abuelos y mis bisabuelos.

Mi abuelo decía que él se dio cuenta que México, cuando Plutarco Elías Calles invitó a los judíos de Polonia a venir, era un país libre y bendijo este país desde el momento en que llegó. Pero dejó a su familia allá, como muchas otras familias que dejaron a sus padres, a sus abuelos, a sus tíos, a sus hermanos… Cada familia tiene una historia distinta, una historia de muerte, de exterminio, de desaparición y algunos de salvación de la manera más extraña y milagrosa.

Estamos a mediados de los años 30 pero muy pocos prevén, inclusive en Alemania, que esto hubiese sido posible. ¿Cómo no es posible prever si ya estaban todas las señales de siglos del antisemitismo? La verdad es que los seres humanos tendemos a bloquear, a no ver el horror de frente. Somos reacios a ver y mucho menos capaces de prever cuando se trata de desenlaces tan terribles. Pensaron, los judíos alemanes, “¡pero si llevamos cinco siglos aquí!”, muchos de ellos en Hungría o en Alemania tenían medallas, habían peleado por Alemania y por Hungría en la I Guerra Mundial, o eran grandes escritores o filósofos, médicos o artistas, pero de nada les sirvió.

Antes de narrar la estructura de lo que ocurrió en esos años, es importante decir que sumado a la amplísima bibliografía y fuentes para acceder a estos temas que son tan difíciles, también tenemos otras formas de acercarnos a lo sucedido. El cine ha tocado el tema, aunque no con mucha sensibilidad y suerte, pero ¿cómo poder representar en el cine un horror así? Lo que más se ha acercado es la famosa película “La lista de Schindler” de Spielberg. Es una película meritoria porque le dio conciencia y conocimiento a mucha gente que no sabía cómo fue ese horror en las cámaras de gases y presentó una historia verídica de este personaje que salvó a tantas personas. Pero la verdad es que el cine de Spielberg es muy bonito y él introdujo una estética, aun en las escenas más terribles, por lo que se quedan a años luz de lo que verdaderamente ocurrió ahí adentro.

Los testimonios de “Shoah”

El documental es el mejor modo de acercarse al tema del Holocausto. Hay un documental que se llama “Shoah”, shoah es la palabra hebrea para Holocausto. Su autor Claude Lanzmann, francés, tardó muchos años en hacerlo. En el documental no hay una sola fotografía, no hay una sola imagen. Él va a entrevistar sobrevivientes, pero no sólo sobrevivientes —que hubo muy pocos del Holocausto— sino que, por ejemplo, entrevista al oficial alemán a cargo de Treblinka, uno de los campos de exterminio, y lo convence de que tiene que dejar ese testimonio para la historia y el alto oficial termina convencido.

Lo que está ocurriendo es que el realizador tiene una cámara escondida, estamos hablando de los años 70’s, o sea no tenía un smartphone, ¡tenía una cámara escondida y abajo una camioneta grabando!, Este alto oficial es uno de los 50 personajes que entrevista. Hay que ver lo que este hombre llama “su gran obra de arte”, él dice: “¡qué maravilla!, ¡cómo hicimos esa obra de arte! de poder transportar con tal eficiencia tecnológica a 750 mil personas para que pudieran pasar y los pudiéramos convertir en cenizas en un tiempo tan preciso y tan productivo. Y ¡cómo salían de los hornos y quién entraba!”. Uno lo ve observar —porque tiene un mapa del lugar y una regla— y en un momento contempla y dice: “realmente ¡qué obra extraordinaria fue esto que hicimos!”.

También entrevista, en escenas que son muy difíciles de ver, a aquellos personajes judíos a los que los alemanes forzaban a estar en el lugar previo al horno crematorio. Se metían de 100 en 100 o de 200 en 200 y les ponían gas zyklón —esto fue ya en Auschwitz o Treblinkla— y todo mundo tenía que desnudarse y había un señor que estaba dedicado a cortarles el pelo a las mujeres para entrar, este peluquero fue forzado a hacer eso con cientos de miles de personas. Él sobrevivió y habla con Lanzmann, quien también viaja con el maquinista que llevaba, de Varsovia a Auschwitz, el cargamento humano.

Otra fuente es la literatura. Desde luego está el famosísimo Diario de Ana Frank, que no es un recuento de lo que le pasó a ella yendo de Holanda a Auschwitz, aunque los que visitan Auschwitz encuentran ahí el apellido Frank. Pero la historia de esta niña, el diario de esta niña escondido en un ático de Ámsterdam, un ático que construyó el padre desde antes de la guerra, por si esto llegara a pasar en un lugar donde él tenía su negocio, nos relata el antes de los campos. Finalmente fueron detenidos porque hubo una filtración y fueron apresados. Murieron todos menos el padre, quien mucho tiempo después llegó al lugar y descubrió que existía el diario que su hija, de 15 años, había llevado sobre su vida cotidiana.

Quizá el mayor escritor se llama Primo Levi. El era un químico del norte de Italia, un químico muy profesional y entonces lo emplearon en alguna de las fábricas de Auschwitz y aunque sufrió lo indecible viviendo en esas barracas casi sin comer, en condiciones infernales y en esos inviernos polacos, se propuso sobrevivir para poder contar esa historia. La ventaja de Primo Levi es que la cuenta con una precisión de químico, de científico. Tuvo la fuerza interna para imprimir en su mente todo lo que pasaba en ese horrendo lugar. Él se propuso, una vez liberado y de regreso en Italia, escribir todo lo acontecido. Estamos frente a un gran poeta, ante un gran escritor, un narrador de primer orden mundial, universal, pero siempre objetivo. No hay una página de sentimentalismo en su narración y se necesita un increíble carácter para eso. Escribió varios libros, uno de ellos se llama Si esto es un hombre y es la historia de él, de los guardias, de los presos, de sus compañeros y tiene la capacidad de ver todas las psicologías, todos los detalles, toda la vida interna.

Pasaron muchos años, muchas décadas y un buen día nos enteramos que Primo Levi había muerto porque se había precipitado de un cuarto piso. Nunca sabremos si lo que pasó con Primo Levi fue una muerte, un desmayo o un suicidio; porque quienes sobreviven a esos hechos terribles cargan consigo, toda la vida, la inmensa culpa de sobrevivir. Es absolutamente imposible reiniciar una vida normal, no sólo por los fantasmas que quedan, las noches, las pesadillas, sino por el tremendo sentimiento de culpabilidad.

También existen poemas y testimonios. Uno de esos testimonios de lo sucedido en los campos de exterminio proviene de un sonderkommando, judíos obligados por los nazis a hacer el trabajo previo con los grupos de centenares que llegaban antes del crematorio. Uno de esos sonderkommando encontró el modo de escribir el testimonio de lo que vivió. Lo puso en un rollo y lo metió en un zapato. Dejó ese testimonio como quien lanza una botella con un mensaje al mar y la tapa por si alguien alguna vez la descubre.

Este hombre sobrevivió y volvió al lugar de los hechos y desenterró, con inmenso desgarramiento, el documento.

El asesinato de 6 millones de personas

Es muy importante explicar que de los 6 millones de judíos asesinados sólo una porción, quizá 1 millón y medio, fueron asesinados en campos de exterminio. Esos campos, sobre todo Auschwitz, recibieron principalmente a los judíos de Europa Occidental: Grecia, Italia, Holanda, Francia. Entonces la cifra fundamental de muerte no ocurrió en los campos de exterminio, ocurrió a balazos, a mazazos, obligados a cavar sus propias tumbas —niños, padres, ancianos— y ocurrió en camiones también con gas que empezaron a utilizarse, pues se buscaban fórmulas productivas y eficientes para este horrendo trabajo. Las balas eran muy costosas, los mazazos eran tardados y había que hacer un exterminio completo; entonces inventaron eso.

El mayor número de judíos de Europa estaba en Europa del Este: Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Estonia. En Europa había sólo casi 4 millones en pequeñas ciudades y en pequeños pueblitos llamados Shtetls. De 1939 a 1942 ocurrió la mayor matanza. Las máquinas de exterminio, como una fábrica de muerte, son del año 1942 en adelante. El primer plan de Hitler era limpiar de judíos el ámbito de la raza aria y la primera idea fue aliarse con Polonia para invadir Rusia, conquistar Rusia y mandar a los judíos para allá. No le funcionó porque Polonia se resistió, entonces invadió Polonia, se firmó el Pacto Ribbentrop-Molotov y destruyó el Estado polaco.

Esta destrucción corre paralela a la destrucción de Bielorrusia, de Ucrania, de Letonia, de Estonia. Al destruir el Estado en esos países, acabando con sus leyes y con su élite rectora, los volvió un escenario en donde se podía asesinar a los judíos de esos lugares y ¿a quiénes encargan esos asesinatos? pues a los mismos pobladores del lugar: los dirigen, los fuerzan y algunos lo hacen francamente con gusto. Estamos hablando de dos fases, una primera en Europa del Este, en donde la muerte fue dolorosamente ejecutada por los mismos pobladores y la siguiente fue la muerte tecnológica. Digamos que se pasó de la muerte por bala, por fusil, por golpe, por asfixia, por cansancio de cavar las tumbas, y luego la muerte gaseándolos en camiones, en recintos y en las fábricas de muerte.

Para finalizar, debo hablar de la negación del Holocausto. En el mundo existen personas, no muchas y no respetables, que dicen que se trató de una exageración. Sobre eso sólo quiero referir que en un libro muy reciente que se ha escrito de biografía de Adolf Eichmann, el hombre que tuvo a su cargo esa operación. Adolf Eichmann vivía con muchos de sus compañeros nazis en Argentina, donde hubo una colonia nazi muy nutrida, y tenían reuniones.

En esas reuniones uno de los admiradores de Eichmann, que había sido lugarteniente suyo, grabó las conversaciones y en esas conversaciones, que se conservan, muchos de ellos decían: “tenemos que hacer algo para contrapesar esta exageración de que fueron seis millones de judíos, fueron millones pero no fueron seis millones”. Entonces Eichmann responde: “no sólo no es una exageración, claro que fueron 6 millones, y ¡qué lastima! porque nos faltaron 4 más, debimos de haber matado a todos, a los diez u once millones, así que ¡no digas estupideces!, ¡fallamos porque no terminamos el trabajo! Bien ahí están las declaraciones de Eichmann.

 

Fuente: El Universal

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