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La Doctrina Begin, anunciada por el Primer Ministro Menahem Begin en junio de 1981, declara que Israel no permitirá que un país enemigo desarrolle armas de destrucción masiva contra Israel.

A principios de la década de los 70 el dictador iraquí Saddam Hussein decidió tener una bomba atómica para destruir Israel. Pidió a los franceses que le construyan un reactor nuclear para producir el plutonio necesario para fabricar bombas atómicas. Los franceses accedieron de muy buena gana.

Israel calculó que cualquier intento de destruir las instalaciones después de setiembre de 1981, cuando el combustible nuclear ya estaría adentro del reactor provocaría una radiación que afectaría a la población de Bagdad.

El jefe de la oposición, Shimon Peres, escribió una carta confidencial a Begin en la cual manifestaba su desacuerdo con la intención de Begin de destruir el reactor. Por suerte, Begin era el Primer Ministro y no Peres.

El 7 de junio de 1981 Begin ordenó que aviones F16 de la Fuerza Aérea de Israel, recientemente adquiridos, destruyesen las instalaciones nucleares de Irak, a una distancia de 1,600 kilómetros de Israel. Les bastaron dos minutos a los pilotos israelíes para bombardear y destruir el reactor.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Asamblea General condenaron la acción de Israel. Los Estados Unidos suspendieron el envío de aviones militares a Israel, diciendo que los F16 debían haber sido usados solo para acciones defensivas. Margaret Tatcher dijo que ataques armados como el que hizo Israel no se pueden justificar y representan una grave violación de la ley internacional. El New York Times, en un editorial condenó “la agresión de Israel”. La revista Time escribió que la acción de Israel haría más difícil conseguir la paz en el Medio Oriente. Francia dijo que “destruir el reactor nuclear no contribuye a la causa de la paz” dando a entender que ayudar a un dictador megalómano y cruel a tener una bomba atómica si contribuye a la paz.

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Algunos años después Saddam Hussein invadió y anexó Kuwait. Si hubiese tenido la bomba atómica es probable que también hubiera conquistado Arabia Saudita y se hubiese convertido en el dueño del petróleo mundial.

La historia se repitió el 6 de setiembre del 2007. Corea del Norte estaba ayudando a Siria a construir un reactor para fabricar bombas atómicas. Estados Unidos sabía lo que pasaba pero prefería solucionar el problema por la vía diplomática. El Presidente Bush le dijo a Ehud Olmert, Primer Ministro de Israel, que enviaría a Condoleezza Rice, Secretaria de Estado, a Israel para que en una reunión de prensa conjunta Estados Unidos e Israel denuncien las intenciones de Siria. Olmert le dijo que no era necesario que la Sra. Rice viajase, y que Israel solucionaría el problema por su cuenta.

Olmert ordenó a la Fuerza Aérea Israelí bombardear y destruir el reactor. Luego, telefoneó a Bush y le informó lo que Israel había hecho. Bush se limitó a decir “Gracias”.

Ningún país condenó la acción de Israel excepto Corea del Norte. Los países árabes permanecieron en silencio, incluyendo Siria que nunca admitió que había estado construyendo una instalación nuclear. Mohamed El Baradei, egipcio, presidente de la Agencia Internacional de Energía Atómica fue el único que criticó la acción de Israel.

¿Cómo estaríamos si Olmert no hubiese destruido la planta nuclear de Siria, y esta hubiese caido en manos de ISIS? Uno tiembla sólo de pensar en eso.

La realidad es que ISIS, una organización fanática sunni, se diferencia sólo en ciertos puntos teológicos de la República Islámica de Irán, gobernada por un regimen de fanáticos de la secta shiita.

El futuro próximo dirá si Israel aplicará la Doctrina Begin por tercera vez

Fuente: www.mensuarioidentidad.com