RODICA RADIAN GORDON*

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El razonamiento de un umbral bajo es para permitir la más alta representación de las diferentes facciones de la sociedad.

En el corto tiempo que ha transcurrido desde la decisión del primer ministro, Benjamín Netanyahu, de desintegrar el gobierno y convocar a nuevas elecciones, el paisaje político está cambiando. Una de las razones que provocó parte del cambio es la ley del umbral del porcentaje requerido, que dicta el mínimo necesario para que un partido ingrese al Parlamento israelí, la Knesset: hasta 1992 dicho porcentaje fue de 1% de los votos elegibles; entre 1992-2003 fue de 1.5%; en 2004 creció a 2%, y en 2014 se estableció en 3.25 por ciento.

En un país como Israel, con una sociedad plural y multicultural, el razonamiento de un umbral bajo es para permitir la más alta representación posible de las diferentes facciones de la sociedad. Por otro lado, a lo largo de los años este sistema resultó en una multiplicidad de partidos medianos y pequeños, de varias ideologías y matices políticos, debilitando paralelamente a los partidos “históricos” como el partido Laborista o el Likud. De esta manera, los primer ministros designados fueron forzados a crear coaliciones multipartidarias, poco estables e incongruentes desde el punto de vista ideológico, como fue el caso del último gobierno. Mis lectores recordarán que el mínimo necesario para crear un gobierno estable es el apoyo de 61 diputados, ya que la Knesset cuenta con 120 miembros.

En la Knesset saliente tuvimos 12 partidos diferentes, el más pequeño con dos diputados, y el más grande con 31. Después del incremento del umbral a 3.25%, el partido más pequeño tendrá al menos cuatro diputados. Así que los partidos a los cuales los sondeos les predican cuatro representantes o menos, tienen que calcular sus siguientes pasos. De manera similar, para mantener un peso importante en las futuras negociaciones políticas, los diferentes partidos buscan crecer. Una forma de fortalecerse ante la opinión pública es a través de alianzas, tal como se aprecia en la unión anunciada la semana pasada entre el partido Laborista y el partido Ha-Tnuá, encabezado por Tzipi Livni. Se prevén otras uniones, entre los partidos árabes (cada uno de ellos cuenta con 3-4 diputados), y posiblemente entre partidos de derecha o de centro.

El tema principal de las elecciones del próximo 17-03-2015 (la fecha en la cual iremos a las urnas) no recae nada más en la persona del siguiente primer ministro, sino también es una cuestión ideológica. Por el momento nos encontramos en la fase inicial de las definiciones y alineamientos partidarios y muchos cambios —algunos de ellos dramáticos, sin duda— nos esperan hasta entonces. En mi opinión, la creación de bloques es algo deseable también desde el punto de vista ideológico, ya que cada bloque —de izquierda, de centro o de derecha— podrá presentar una visión amplia, que incluye temas de seguridad nacional, así como temas sociales y socio-económicos, además de temas de suma importancia, como la identidad nacional; invitando de este modo a los votantes a elegir el camino político correspondiente a sus tendencias. La esperanza es que los resultados conducirán a la formación de un gobierno estable y capaz de la toma de decisiones en el contexto tan complejo que es el Oriente Medio.

Fuente: Excelsior

*Embajadora de Israel en México

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