SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El Instituto Europeo de Relaciones Internacionales (IERI) con base en Bruselas acaba de publicar un estudio con el título: “Islam y Occidente: dos civilizaciones incompatibles”, en el cual subraya que una guerra abierta y declarada está en curso entre el islam y Occidente, que esos dos mundos son recíprocamente incompatibles y que la convivencia civil, la tolerancia interreligiosa y el diálogo interconfesional son imposibles y suicidarios.

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Por Alberto Ramos


IslamLo que está en juego hoy con esos ataques, insiste el estudio, no es solo la libertad de expresión o el cuestionamiento de la tolerancia sino la existencia misma de Occidente.

Estos son unos extractos de este estudio redactado por Irnerio Seminatore, presidente del IERI (*):

Los ataques armados y sangrientos de París y los que se han sucedido desde el 11 de septiembre en Nueva York, Londres, Madrid, Calcuta, Montreal y Sidney demuestran que una guerra abierta y declarada está en curso entre el islam y Occidente. Esta guerra de amplio espectro será larga y tomará una dinámica cada vez mas áspera y total.

Es un verdadero choque de civilizaciones con carácter asimétrico y simbólico.

La negación de las motivaciones de hostilidad general por el falso unanimismo del establishment francés y europeo conducen al desarme de los espíritus y a la ocultación de los peligros. En el orden de las causalidades esenciales, se impone una evidencia: no hay islamismo sin islam. y esos dos tabúes forman parte integrante de la negación vigente.

Ética, filosófica y políticamente, el islam y Occidente son recíprocamente incompatibles y la convivencia civil, la tolerancia interreligiosa y el diálogo interconfesional son imposibles y suicidarios.

Todas las formas de cohabitación experimentadas hasta ahora han sido un fracaso, ya que el islam europeo se ha convertido en una subcultura intransigente y hostil, no convive con otras confesiones, no comparte para nada el bien común, se opone al siglo en que estamos, vive en aislamiento comunitario y no acepta el mundo. Es “extranjero” a la modernidad, a sus costumbres y a sus hábitos, en definitiva está en rebelión contra nuestra civilización. Esta hostilidad se transforma en igualitarismo contradictorio y en odio visceral respecto de las convicciones modernas de la sociedad y el Estado.

Ahí donde echa raíces, su estrategia tiende a suprimir las otras corrientes de pensamiento. Por otra parte, el islam y Occidente están en guerra desde hace 14 siglos y el islam está en conflicto consigo mismo, por causa de herencia espiritual desde la muerte del profeta (siglo VII). Su ecumenismo sangriento data de sus orígenes y la “secta de los asesinos”, que buscaba convertir a los demás mediante el asesinato, data del siglo IX.

El islam fundamenta su convivencia sobre la eliminación física de sus rivales (yihad) o sobre la exclusión social de sus críticos y sus reformadores (fatwa). Predica una autocracia, el Califato, replegado sobre sí mismo y autosuficiente. La violencia y la muerte garantizan una solución a sus problemas, sobre la tierra y en el más allá.

En el seno del islam, el yihadismo aparece como una afirmación identitaria y un totalitarismo violento y liberticida, en ruptura con la sociedad. Es como un preceptor para su alumno, un jefe aberrante, una fuente de disciplina diabólica y un consejero en nihilismo y en martirio.

Por simetría, el islam percibe a Occidente como un espantajo y un Gran Satán. A la ley divina supuesta, Occidente replica con la anarquía de las costumbres, el materialismo de las conductas y un sistema moral vacío de sustancia por conceptos desnaturalizados, teoría de género, matrimonio homosexual, etc… La idea de una convivencia entre los dos conceptos de la vida y el mundo, el islámico y el moderno, es percibida por los creyentes de la umma como una apostasía y una traición, que se castiga con la lapidación y la muerte.

La inmigración extraeuropea y musulmana es la cama y el terreno abonado de este crimen y obedece a una empresa de ocupación física, ideológica y cultural que se encuentra en la raíz de estas provocaciones recurrentes y extremas. Asistimos hoy a una inmigración de sustitución, masiva, profunda y molecular que reemplaza a la población europea de origen y atenta contra su modo de pensamiento y de vida, su civilización en definitiva.

Este choque de principios y esta guerra de Dioses están destinadas a durar, ya que este enfrentamiento es omnipresente en la historia tumultuosa de la relación entre Oriente y Occidente desde hace 14 siglos, trascendiendo de esa manera la coyuntura histórica. Este choque no puede resolverse con un compromiso o por una concesión unilateral de parte de Occidente.

Toda concepción de diálogo es por otra parte impracticable para la comunidad musulmana de Europa porque es percibida como una traición de la sangre y de la ley divina.

La lucha yihadista reviste un doble significado: obediencia incondicional al “verbo” y testimonio ejemplar de una fe sin fronteras y al mismo tiempo una fuerza de integración del grupo alógeno, confortado en el valor sacrificial de esta acción. Frente a esta situación, toda política multicultural es suicidaria e ilusoria. La aceptación de la inmigración no puede significar más que la importación de un totalitarismo violento y una concepción oscurantista de la sociedad, de la familia y del individuo. Esta forma constituye para Occidente una amenaza existencial a largo plazo y debe ser combatida y detenida.”

(*) El IERI es un centro independiente de investigaciones, de formación y de debate sobre los grandes temas internacionales. Fue fundado en 1997 y se ha convertido en un interlocutor privilegiado de los actores diplomáticos y militares, de las instituciones y de los Estados miembros de la UE y un lugar de encuentro para personalidades europeas y mundiales.
Dispone desde el año 2012 de una “Célula de Reflexión Estratégica de Alto Nivel (CERES-HN) encargada de debatir y de profundizar los aspectos cruciales de la política internacional, en vista del interés estratégico de la Unión Europea. Está conformado por un círculo reducido de expertos, compuesto de diplomáticos, militares, altos funcionarios europeos, investigadores y profesores universitarios.