SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El periodista de AP, Matti Friedman, renunció a su cargo y dio esta conferencia. Larga, pero muy real e informativa…

Matti Friedman
Matti Friedman

El periodista y ex corresponsal de AP, Matti Friedman, ya ha creado ondas de choque en los medios de comunicación con su exposición del periodismo letal que presenció cuando trabajaba para AP. Lo continuó con un segundo artículo y una cantidad de entrevistas.
Matti ha vuelto ahora con este discurso que dio en la cena de BICOM (Centro de Investigación y Comunicaciones Gran Bretaña Israel, por sus siglas en inglés) en Londres el 26 de enero encargado y publicado por primera vez en Fathom. (reconocimiento para Alex)

– “Una noche hace muchos años, salí de Belén después de una encargo periodístico y crucé el puesto de control militar israelí entre esa ciudad y su vecina, Jerusalén, donde vivo. Conmigo, había tal vez una docena de hombres palestinos, mayormente de unos treinta años – mi edad. Ningún soldado estaba visible en la entrada al puesto de control, una precaución contra atacantes suicidas. Vimos solo acero y hormigón. Seguí a los otros hombres por un detector de metales en un pasillo marcado y seguí las instrucciones “ladradas” desde un altoparlante: 

Quítese el cinturón! Levántese la camisa! La voz pertenecía a un soldado que estaba observándonos en una cámara de circuito cerrado. Salí del puesto de control, ajustándome el cinturón y la ropa con los otros, me sentí un ser menos que enteramente humano y comprendí, no por primera vez, cómo un sentimiento como ese llevaría a alguien a la violencia.

Los consumidores de noticias reconocerán esta escena como perteneciente a la ocupación israelí de la Margen Occidental, la cual mantiene a los 2.5 millones de palestinos en ese territorio bajo control militar, y lo ha hecho desde 1967. Los hechos de esta situación no están en cuestión. Esta debe ser de preocupación para los israelíes, cuya democracia, ejército y sociedad están corroídos por la inequidad en la Margen Occidental. Esto, tampoco está en cuestión.

La pregunta que debemos hacer, como observadores del mundo, es por qué este conflicto ha llegado con el tiempo a atraer más atención que cualquier otro, y por qué se lo presenta de cierta manera. ¿Cómo se han convertido los hechos en un país que constituye el 0,01% de la superficie del mundo en el foco de angustia, odio y condena más que ningún otro? Debemos preguntar ¿cómo se han convertido los israelíes y los palestinos en el símbolo estilizado del conflicto, del fuerte y el débil, las barras paralelas sobre las cuales los intelectuales de Occidente llevan a cabo sus trucos – no los turcos y los kurdos, ni los chinos y los tibetanos, ni los soldados británicos y los musulmanes iraquíes, ni los musulmanes iraquíes y los cristianos iraquíes, ni los jeques sauditas y las mujeres sauditas, ni los indios y los kachemires, ni los matones de cárteles de la droga y los pobladores mexicanos. Preguntar por qué esto es así, no es en forma alguna un intento de evadir u ocultar la realidad, que es el motivo por el cual inicié con el puesto de control que lleva desde Belén. Al contrario – cualquiera que esté buscando un entendimiento pleno de la realidad, no puede evitar esta pregunta. Mis experiencias como periodista proporcionan parte de la respuesta, y también plantean preguntas urgentes que van más allá de la práctica del periodismo.

He estado escribiendo desde y sobre Israel durante la mayoría de los últimos 20 años, desde que me mudé allí desde Toronto a la edad de 17 años. Durante los cinco años y medio que pasé como parte del cuerpo de prensa internacional como periodista para la agencia noticiosa estadounidense The Associated Press, entre los años 2006 y 2011, comencé gradualmente a ser consciente de ciertos funcionamientos defectuosos en la cobertura de la historia de Israel – omisiones recurrentes, inflaciones recurrentes, decisiones tomadas según consideraciones que no eran periodísticas sino políticas, todo en el contexto de una historia personal e informada más que ninguna otra historia internacional sobre la tierra. Cuando trabajé en la oficina Jerusalén de AP, Israel era cubierto por más personal de noticias de AP que China, o India, o los cincuenta y pico países del África sub-sahariana juntos. Esto es representativo de la industria como un todo.

A principios del año 2009, para dar un ejemplo de rutina de una decisión editorial del tipo que quiero decir, fui instruido por mis superiores para informar de una historia de segunda mano tomada de un diario israelí sobre remeras ofensivas presuntamente vestidas por soldados israelíes. No teníamos confirmación propia de la veracidad de la historia, no se ve mucha cobertura de lo que los marines estadounidenses o los hombres de la infantería británica tienen tatuados en sus pechos o brazos. Y sin embargo las remeras vestidas por los soldados israelíes eran dignas de ser noticia en la visión de una de las organizaciones noticiosas más poderosas del mundo. Esto fue debido a que buscábamos dar a entender o decir directamente que los soldados israelíes eran criminales de guerra, e iba a ser aprovechado todo detalle apoyando esa descripción. Muchos del cuerpo de prensa internacional cubrieron la historia de las remeras. Por la misma época, muchos soldados israelíes fueron citados en forma anónima en una hoja informativa escolar hablando de abusos que supuestamente habían presenciado mientras luchaban en Gaza; no escribimos menos de tres historias separadas sobre esto, aunque el uso de fuentes cuya identidad no es conocida por los periodistas está prohibido, por buena razón, por las propias normas internas de AP. Esta historia, también era una de las que nosotros queríamos contar. Cuando los soldados se acercaron para decir que en realidad ellos no habían presenciado los hechos que presuntamente describieron, y estuvieron intentando enfatizar a los jóvenes estudiantes los horrores y retos morales de la guerra, era, por supuesto, demasiado tarde.

También en esos mismos meses, a principios del año 2009, dos periodistas en nuestra oficina obtuvieron detalles de una oferta de paz hecha por el primer ministro israelí, Ehud Olmert, a los palestinos muchos meses antes, y considerada insuficiente por los palestinos. La oferta proponía un estado palestino en la Margen Occidental y Gaza con capital en una Jerusalén compartida. Esta debió haber sido una de las historias más grandes del año. Pero una oferta de paz israelí y su rechazo por parte de los palestinos no se ajustaba a NUESTRA historia. El jefe de oficina ordenó a ambos periodistas ignorar la oferta de Olmert, y lo hicieron, a pesar de una protesta furiosa de uno de ellos, quien más tarde llamó a esta decisión “el mayor fiasco que he visto en 50 años de periodismo”. Pero era muy acorde no sólo con la práctica en AP, sino en el cuerpo de prensa en general. Las remeras viles de los soldados eran dignas de una historia, testimonios anónimos e inverificables de abusos eran dignos de tres, una propuesta de paz del primer ministro israelí al presidente palestino no iba a ser informada en absoluto.

El vandalismo de la propiedad palestina es una historia. Marchas neo-nazis en universidades palestinas o en ciudades palestinas no lo son, vi imágenes de tales manifestaciones, suprimidas en más de una ocasión. El odio judío a los árabes es una historia. El odio árabe a los judíos no lo es. Nuestra política, por ejemplo, era no mencionar la afirmación en el estatuto fundador de Hamas que los judíos eran responsables por producir ambas guerras mundiales y las revoluciones rusa y francesa, a pesar de la visión obvia que esto proporciona en el pensamiento de uno de los actores más influyentes en el conflicto.

Cien casas en un asentamiento de la Margen Occidental son una historia. Cien cohetes contrabandeados dentro de Gaza no lo son. La acumulación militar de Hamas en medio y debajo de la población civil de Gaza no es una historia. Pero la acción militar israelí respondiendo a esa amenaza, es una historia, como todos vimos este verano. La responsabilidad de Israel por las muertes de civiles como resultado es una historia. La responsabilidad de Hamas por esas muertes no lo es. Cualquier periodista del cuerpo de prensa internacional en Israel, tanto si trabajan para la AP, Reuters, CNN, la BBC, o en otro lado, reconocerán los ejemplos que he citado aquí, de lo que es digno de noticia y lo que no lo es como procedimiento operativo estándar.

En mi tiempo en el cuerpo de prensa vi, desde el interior, cómo los defectos de Israel eran disecados y magnificados, mientras los defectos de sus enemigos eran borrados a propósito. Yo vi cómo las amenazas que enfrenta Israel eran ignoradas o incluso ridiculizadas como fruto de la imaginación israelí, aun cuando estas amenazas se materializaron en forma repetida. Vi cómo fue fabricada, pulida y propagada una imagen ficticia de Israel y de sus enemigos para causar un efecto devastador al inflar ciertos detalles, haciendo caso omiso a otros, y presentando el resultado como una imagen precisa de la realidad. Para que no pensemos que esto es algo que nunca antes ha sucedido, podríamos recordar la observación de Orwell sobre el periodismo de la guerra civil española: “Temprano en la vida”, escribió, “he advertido que ningún hecho es informado correctamente jamás en un diario, pero en España, por primera vez, vi informes de diarios que no tienen ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se implica en una mentira común. Vi, de hecho, la historia escrita no en términos de lo que había sucedido sino de lo que debió haber sucedido de acuerdo con las diversas ‘líneas partidarias’”. Eso fue en 1942.

Con el tiempo, llegué a comprender que los malos funcionamientos que estaba presenciando, y en los cuales estaba desempeñando un rol, no se limitaban a la AP. Vi que eran más bien parte de un problema más amplio, en la forma en que funcionaba la prensa, y en cómo ésta veía su trabajo. La prensa internacional en Israel se había vuelto en lugar de un observador del conflicto en un actor en él. Se había alejado de la explicación cuidadosa y hacía un tipo de difamación política en nombre de la parte que identificaba como teniendo razón. Valoró un tipo de uniformidad ideológica de la cual no se te permite alejarte. Así que habiendo comenzado con crítica limitada de ciertas decisiones editoriales, ahora me encontré con una crítica amplia de la prensa.

Eventualmente, sin embargo, me di cuenta que incluso la prensa no era la historia entera. La prensa estaba desempeñando un rol crucial en un fenómeno intelectual que está echando raíces en Occidente, pero no era la causa, o no la única causa, fue a la vez impulsada en un cierto curso por los vientos ideológicos prevalecientes, y provocando que esos vientos soplen con mayor fuerza. Muchos periodistas quisieran que ustedes crean que las noticias son creadas por una especie de algoritmo – que es un proceso mecánico, incluso científico en el cual los hechos son insertados, procesados y presentados. Pero por supuesto que las noticias son un asunto imperfecto y enteramente humano, el resultado de interacciones entre las fuentes, los periodistas, y los editores, todos los cuales cargan el bagaje de su historial y reflejan, como todos hacemos en cierta medida, los prejuicios de sus pares.

A raíz de la guerra en Gaza del verano pasado, y en vista de los acontecimientos en Europa en los últimos meses, debe quedar claro que está sucediendo algo profundo y tóxico. Comprender lo que es, me parece, nos ayudará a comprender algo importante no sólo acerca del periodismo sino acerca de la mentalidad occidental y la forma en que ve el mundo.

Lo que se presenta como crítica política, como análisis, o como periodismo, está llegando a sonar más y más como una nueva versión de una queja mucho más antigua – que los judíos son creadores de problemas, una fuerza negativa en los acontecimientos mundiales, y que si pudiera hacerse desaparecer a estas personas, como un colectivo, todos estaríamos mucho mejor. Esto es, o debería ser, causa de alarma, y no sólo entre personas simpatizantes de Israel o preocupadas por los asuntos judíos. Lo que está en juego en este momento tiene menos que ver con el mundo de la política que con los mundos de la psicología y la religión, y menos que ver con Israel que con los que condenan a Israel.

La ocupación de la Margen Occidental, con la cual abrí la nota, parecería estar en el corazón de la historia, el origen, por así decirlo del conflicto descrito como el más importante sobre la tierra. Algunas palabras, entonces sobre esta ocupación. La ocupación fue creada en la guerra medio-oriental de 1967. La ocupación no es el conflicto, el cual por supuesto precede a la ocupación. Es un síntoma del conflicto, un conflicto que permanecería aun si el síntoma fuera resuelto de alguna manera. Si observamos la Margen Occidental, la única área palestina actualmente ocupada por Israel, y si incluimos Jerusalén, vemos que el conflicto en estas áreas reclamó 60 vidas el año pasado – palestinas e israelíes.

Un fin a esta ocupación liberaría a los palestinos del control israelí, y liberaría a los israelíes de gobernar a personas que no desean ser gobernadas. Los observadores de Medio Oriente en el año comprenden, también, que un fin a la ocupación creará un vacío de poder que será llenado, como han sido todos los vacíos de poder en la región, no por las fuerzas de la democracia y la modernidad, las cuales en nuestra región van desde débiles a insignificantes, sino por las poderosas e implacables, por los extremistas. Esto es lo que hemos aprendido de la desintegración del Medio Oriente en los últimos años. Esto es lo que sucedió en Irak, Siria, Libia, Yemen, y Egipto, y antes de eso en Gaza y sur de Líbano. Mi casa en Jerusalén está a un día de manejo, tanto de Aleppo como de Bagdad. Crear un nuevo patio de juegos para estas fuerzas traerá a los soldados de máscaras negras del Islam radical, a metros de las casas israelíes con morteros, cohetes e implementos para hacer túneles. Morirán muchos miles.

Más allá de la amenaza obvia para los cristianos, mujeres, homosexuales y liberales palestinos, quienes serán los primeros en sufrir, esto amenaza con hacer inhabitable a gran parte o a todo Israel, terminando con el único espacio progresista seguro en el Medio Oriente, el único refugio seguro para minorías en Medio Oriente, y el único país judío sobre la tierra. Ninguna inversión o garantía internacional, ningún gobierno respaldado por los occidentales o ejército entrenado por occidentales podrá impedir que eso suceda, como acabamos de ver en Irak. El mundo saludará este resultado con expresiones sinceras de simpatía. Tan sólo algunos años atrás, como muchos en la izquierda, yo podría haber descartado esto como un escenario apocalíptico. No lo es. Es el escenario más probable.

Las personas que observan este conflicto desde lejos, han sido llevadas a creer que Israel enfrenta una elección simple entre ocupación y paz. Esa opción es ficción. La opción palestina, se dice, es entre la ocupación israelí y una democracia independiente. Esa elección, también es ficción. Ninguna parte enfrenta una opción clara, o resultados claros. Aquí tenemos un conflicto en una región de conflicto, sin ningún villano claro, ninguna víctima clara, y ninguna solución clara, una de cientos o miles de disputas étnicas, nacionales y religiosas sobre la tierra.

El único grupo de personas sometidas a un boicot sistemático en el presente en el mundo occidental son los judíos, apareciendo ahora bajo el eufemismo conveniente de “israelíes”. El único país que tiene su propia “semana de apartheid” en los campus universitarios es el país judío. Manifestantes han interferido con la descarga del embarque israelí sobre la Costa Oeste de los Estados Unidos, y hay llamados regulares a un boicot de cualquier cosa producida en el estado judío. Ninguna táctica similar es empleada contra ningún otro grupo étnico o nacionalidad, sin importar cuán atroces sean las violaciones de derechos humanos atribuidas al país de origen.

Cualquiera que cuestione por qué esto es así será saludado con gritos de “la ocupación”, como si esta fuera suficiente explicación. No lo es. Muchos que quisieran cuestionar estos fenómenos no se atreven, por miedo a estar en cierta forma expresando apoyo a esta ocupación, la cual ha sido inflada de un dilema geopolítico de alcance modesto para los estándares globales, en la principal violación de derechos humanos en el mundo.

Los costos humanos de las aventuras medio-orientales de Estados Unidos e Inglaterra en este siglo han sido mucho más elevados, y mucho más difíciles de explicar, que cualquier cosa que Israel haya hecho jamás. Han involucrado ocupaciones, y la violencia que descargaron ellos continúa mientras yo hablo aquí esta noche. Nadie boicotea a los profesores estadounidenses o británicos. Turquía es una democracia, y un miembro de la O.T.A.N., y sin embargo su ocupación del norte de Chipre y largo conflicto con los kurdos apátridas, muchos de quienes se ven como ocupados, son vistos con un bostezo; no existe ninguna “Semana del Apartheid Turco”. El mundo está lleno de injusticia. Miles de millones de personas son oprimidas. En Congo, 5 millones han muerto. Es hora de que todos admitan que el disgusto de moda hacia Israel entre muchos en Occidente no es liberal sino que es selectivo, desproporcionado y discriminatorio.

Simplemente, hay demasiadas voces viniendo desde demasiados lugares, expresándose en una forma muy venenosa, para que concluyamos que esta es una crítica estrecha de la ocupación. Es tiempo de que las personas que hacen estas acusaciones se observen de cerca a sí mismas, y que nosotros las observemos de cerca.

Nombrar y entender este sentimiento es importante, ya que se está convirtiendo en una de las tendencias intelectuales claves de nuestro tiempo. Podríamos pensar en ella como el “Culto a la Ocupación”. Este sistema de creencias, porque eso es lo que es, utiliza la ocupación como una forma de hablar sobre otras cosas.

Como es usual con las relaciones occidentales, el centro de ésta es Tierra Santa. El dogma postula que la ocupación no es un conflicto como cualquier otro, sino que es el símbolo mismo del conflicto: que el estado ínfimo habitado por una minoría perseguida en Medio Oriente es de hecho un símbolo de los males del Occidente – colonialismo, nacionalismo, militarismo, y racismo. En los alborotos recientes en Ferguson, Missouri, por ejemplo, un cartel izado por los manifestantes vinculó el malestar entre los afro-americanos y la policía con el control israelí sobre los palestinos.

El sacerdocio del culto puede encontrarse entre los activistas, expertos de organizaciones no gubernamentales y periodistas ideológicos que han convertido la cobertura de este conflicto en un catálogo de fallas morales judías, como si la sociedad israelí fuera diferente de cualquier otro grupo de personas sobre la tierra, como si los judíos merecieran ser burlados por haber sufrido y fallado en ser perfectos como resultado.

La mayor parte de mis ex colegas en el cuerpo de prensa no son miembros de pleno derecho de este grupo. No son verdaderos creyentes. Pero los boicots a Israel, y sólo a Israel, que son una de las prácticas más importantes del culto, tienen significativo apoyo en la prensa, incluso entre los editores que fueron mis superiores. La simpatía por la difícil situación de Israel es altamente impopular en los círculos sociales relevantes, y es algo a evitar por cualquiera que desee ser invitado a las fiestas con cenas correctas, o ser ascendido. El culto y su sistema de creencias están en control de la narrativa, así como los chicos populares en una escuela y los que deciden qué ropas o música son aceptables. En el medio social de los periodistas, los trabajadores de las ONGs, y activistas, que es el mismo mundo social, éstas son las opiniones correctas. Esto guía la cobertura. Esto explica por qué los acontecimientos en Gaza este verano fueron descritos no como una guerra complicada, como muchas otras luchadas en este siglo, sino como una masacre de inocentes. Y explica mucho más.

Tan extendido se ha vuelto este tipo de pensamiento, que participar en la vida intelectual liberal en Occidente requiere cada vez más que suscribas al menos superficialmente este dogma, especialmente si eres judío y por lo tanto sospechoso de simpatías equivocadas. Si eres un judío de Israel, tu participación es cada vez más condicional a una exhibición abyecta y pública de auto-flagelación. Tu participación, de hecho, es cada vez más inoportuna.

¿Que está sucediendo exactamente?

Los observadores de la historia occidental comprenden que en épocas de confusión e infelicidad, y de gran agitación ideológica, el sentimiento negativo tiende a coagularse en torno a los judíos. Las discusiones de los grandes temas de la época terminan a menudo como discusiones sobre los judíos.

A fines del 1800, por ejemplo, la sociedad francesa estaba dividida por el choque entre la vieja Francia de la iglesia y el ejército, y la nueva Francia del liberalismo y el imperio del derecho. Los franceses estaban preocupados por la cuestión de quién es francés, y quién no lo es. Estaban dolidos por su humillación militar a manos de los prusianos. Todo este sentimiento entró en erupción en torno a la figura de un judío, Alfred Dreyfus, acusado de traicionar a Francia como un espía para Alemania. Sus acusadores sabían que era inocente, pero eso no importó; él era un símbolo de todo lo que ellos querían condenar.

Por dar otro ejemplo: los alemanes en las décadas de 1920 y 1930 estaban preocupados por su humillación en la Gran Guerra. Esto se convirtió en una discusión sobre los traidores judíos que habían apuñalado a Alemania en la espalda. Los alemanes estaban preocupados también con los problemas de su economía – esto se convirtió en una discusión de la riqueza judía y de los banqueros judíos.

En los años del ascenso del Comunismo y la Guerra Fría, los comunistas preocupados por sus opositores políticos hablaron sobre los capitalistas y cosmopolitas judíos, o sobre los doctores judíos tramando contra el estado. Al mismo tiempo, en las sociedades capitalistas amenazadas por el comunismo, las personas condenaron a los bolcheviques judíos.

Esta es la cara de esta obsesión recurrente. Como escribió el periodista Charles Maurras, en 1911: Todo parece imposible, o espantosamente difícil, sin la llegada providencial del antisemitismo, a través del cual todas las cosas caen en su lugar y se simplifican”.

Occidente hoy día está preocupado por un sentimiento de culpa sobre el uso de la fuerza. Ese es el motivo por el cual los judíos, en su estado, son sostenidos en la prensa y en otras partes como el principal ejemplo del abuso de poder. Ese es el motivo por el cual para tantos el villano global, como es descrito en diarios y en televisión, no es ningún otro que el soldado judío, el colono judío. Esto no se debe a que el colono o el soldado judío sea responsable de más daño que cualquier otro sobre la tierra – ninguna persona cuerda haría esa afirmación. Es más bien debido a que éstos son los herederos del banquero judío o del funcionario comunista judío del pasado. Es porque cuando la falta de moral levanta su cabeza en la imaginación occidental, la cabeza tiende a llevar una kipá.

Uno esperaría que la escala creciente y la complejidad del conflicto en Medio Oriente durante la última década hayan eclipsado la fijación con Israel a los ojos de la prensa y otros observadores. Israel es, después de todo, un espectáculo lateral: la cifra de los muertos en Siria en menos de cuatro años excede con creces la cifra de muertos en el conflicto entre Israel y los árabes en un siglo. La cifra anual de muertos en la Margen Occidental y Jerusalén es una mañana en Irak.

Y sin embargo, es precisamente en estos años que la obsesión ha empeorado.

Esto tiene poco sentido, a menos que entendamos que las personas no están centradas en Israel a pesar de todo lo demás que está sucediendo – sino más bien debido a todo lo demás que está sucediendo. Como escribió Maurras, cuando usas al judío como símbolo de lo que está mal, “todas las piezas encajan y se simplifican“.

Las últimas décadas han puesto a Occidente en conflicto con el mundo islámico. Terroristas han atacado New York, Washington, Londres, Madrid, y ahora París. Estados Unidos e Inglaterra causaron la desintegración de Irak, y cientos de miles de personas han muerto allí. Afganistán fue ocupado y miles de soldados occidentales fueron asesinados, junto con incontables civiles – pero los taliban están vivos y bien, sin inmutarse. Ghaddafi fue depuesto, y Libia no está mejor. Todo esto es confuso y desalentador. Provoca que las personas busquen respuestas y explicaciones, y éstas son difíciles de conseguir. Es en este contexto que el Culto a la Ocupación está en primera línea. La idea es que los problemas en Medio Oriente tienen algo que ver con la arrogancia y perfidia judías, que los pecados del propio país de uno pueden ser proyectados sobre la vieja pantalla en blanco del mundo occidental. Esta es la idea reflejada cada vez más en los campus universitarios, en sindicatos, y en la fijación de los medios con Israel. Es una proyección, cuyo instrumento principal es la prensa.

Como informó un periodista de la BBC a un entrevistado judío en cámara hace varias semanas, después que un terrorista musulmán asesinó a cuatro clientes judíos en un supermercado de París, “Muchos críticos de la política de Israel sugerían que los palestinos también sufrieron enormemente a manos de los judíos”. Todo puede vincularse a la ocupación, y los judíos pueden ser culpados incluso por los ataques contra ellos. Esta no es la voz de los perpetradores, sino la de los facilitadores. La voz de los facilitadores es menos honesta que la de los perpetradores, y más peligrosa por estar disfrazada en respetable inglés. Esta voz es confiada y creciente en volumen. Ese es el motivo por el cual el año 2015 encuentra a muchos judíos en Europa Occidental mirando nuevamente sus valijas.

Los judíos de Medio Oriente son superados en número por los árabes de Medio Oriente en 60 a 1, y por los musulmanes del mundo en 200 a 1. La mitad de los judíos en Israel están allí debido a que sus familias fueron obligadas a abandonar sus casas en el siglo XX no por los cristianos en Europa, sino por los musulmanes en el Medio Oriente. Israel, actualmente, tiene a Hezbollah en su frontera norte, a al-Qaeda en sus fronteras nordeste y sur, y a Hamas en Gaza. Ninguno de estos grupos busca un fin a la ocupación, sino que en cambio desean abiertamente destruir a Israel. Pero es ingenuo señalar estos hechos. Los hechos no importan: Estamos en el mundo de los símbolos. En este mundo, Israel se ha vuelto un símbolo de lo que está mal – no Hamas, no Hezbollah, no Gran Bretaña, no Estados Unidos, no Rusia.

Creo que es importante reconocer las patologías en juego a fin de dar sentido a las cosas. En este contexto vale la pena señalar que difícilmente sea el primero en identificar un problema – comunidades judías como ésta, y especialmente organizaciones como Bicom, identificaron un problema mucho tiempo atrás, y han estado invirtiendo inmensos esfuerzos para corregirlo. Desearía que esto no fuera necesario, y no debiera ser necesario, pero indudablemente es necesario, y se está volviendo más así, y tengo gran respeto por estos esfuerzos. Muchas personas, especialmente personas jóvenes, están teniendo problemas en mantener su equilibrio en medio de esta acometida ideológica, la cual es disfrazada exitosamente como periodismo o análisis, y es redactada en el idioma de la política progresista. Quisiera ayudarlos a mantener su rumbo.

No creo, sin embargo, que alguien deba hacer de un sentimiento de persecución el centro de su identidad, de su Judaísmo, o de su relación con Israel. La obsesión es un hecho, pero no es un hecho nuevo, y no debe inmovilizarnos en el enojo, u obligarnos a una postura defensiva. No debe hacernos menos dispuestos a buscar mejorar nuestra situación, a comportarnos con compasión hacia nuestros vecinos, o a continuar construyendo la sociedad modelo que tuvieron en mente los fundadores de Israel.

Estuve en Tel Aviv no hace mucho, en el Rothschild Boulevard. La ciudad estaba zumbando de vida. Las señales de prosperidad estaban por todas partes, en los edificios Bauhaus renovados, en las vestimentas, los negocios. Observé pasar a la gente: chicos con bicicletas viejas y tatuajes, empresarios, hombres con mujeres, mujeres con mujeres, hombres con hombres, todos hablando el idioma de la Biblia y la oración judía. Los misiles de Hamas del verano eran ya un recuerdo, apenas algunos meses atrás pero sumidos en la vida frenética e irreprimible del país. Había grúas por todas partes, levantando nuevos edificios. Había escolares con mochilas de tamaño excesivo, y padres con cochecitos de bebé. árabe, ruso y francés, y el país seguía en lo suyo con una alegría y determinación potentes que te pierdes si todo lo que ves son amenazas y odio. Siempre ha habido amenazas y odio, y eso nunca nos ha detenido. Tenemos enemigos, y tenemos amigos. Los perros ladran, como dice el refrán, y la caravana pasa.

Una de las preguntas presentadas a nosotros por las guerras de la edad moderna es qué constituye ahora la victoria. En el siglo XXI, cuando un campo de batalla ya no es más conquistado o perdido, cuando la tierra no cambiando de manos y nadie se rinde jamás, ¿qué significa ganar? La respuesta es que la victoria ya no se determina en el campo de batalla. Se determina en el centro, en la sociedad misma. ¿Quién ha creado una sociedad mejor? ¿Quién ha proporcionado mejores vidas para la gente? ¿Dónde hay más optimismo? ¿Dónde se puede encontrar la gente más feliz? Un informe sobre felicidad mundial clasificó a Israel como el 11º país más feliz sobre la tierra.

El Reino Unido era el 22º. Los oponentes intelectuales de Israel pueden despotricar sobre los defectos morales de los judíos, ocultando su obsesión en cualquier forma sofisticada que elijan. Los hombres armados de Hamas y sus aliados pueden pararse sobre montones de escombros y declarar la victoria. Pueden disparar cohetes, y tirotear supermercados. Pero si ustedes observan Tel Aviv, o cualquier barrio próspero en Jerusalén, Netanya, Rishon Letzion, o Haifa, ustedes comprenden que esto es victoria. Aquí es donde hemos ganado, y donde ganamos todos los días.

Fuente: Israellycool