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ESTHER SHABOT

Ahora ese país aparece en el horizonte aportando nuevas dosis de escenas brutales producidas por los miembros locales del ISIS.

Por si el horror no hubiera sido suficiente con las acciones del ISIS en Irak y Siria, ahora Libia aparece en el horizonte aportando nuevas dosis de escenas brutales producidas por los miembros locales de esa misma organización, siempre ávidos de mostrar al mundo mediante imágenes descarnadas, qué tanta crueldad, presuntamente en el nombre de Dios, son capaces de ejercer. La filmada decapitación de 21 egipcios cristianos coptos, seguida hace un par de días por la explosión de tres carros bomba en la ciudad libia de Qubbah, que cobró 40 muertos y 70 heridos, casi todos ellos civiles, es elocuente que el país, donde hace casi cuatro años fue derrocado el excéntrico Muammar Gadhafi, se halla sumido ahora más que nunca en un caos mayúsculo cuya revoltura de fuerzas e intereses contrapuestos augura una elevación exponencial de la violencia.

Aun antes de la aparición de estos abanderados del califato Islámico en el norte de África, Libia ya era una arena de combate entre multitud de milicias y tribus en pugna, con el agravante de que dos gobiernos y dos parlamentos se disputan la legitimidad para ejercer el control oficial del país. Es en ese contexto que ahora se complican todavía más las cosas. Egipto ha reaccionado al brutal asesinato de sus ciudadanos con bombardeos sobre blancos del ISIS, detonando así una espiral de incontenible violencia cuyos ejemplos no han faltado.

Es un hecho que Jordania y Egipto, luego de los asesinatos de sus ciudadanos a manos del ISIS han decidido, justificadamente, declararle la guerra a esta organización. Sin embargo, tanto la monarquía jordana como el gobierno del presidente Al Sisi enfrentan un desafío que los rebasa y que requeriría refuerzos de otros actores internacionales para ser superado. No sólo una colaboración más activa de los grandes poderes internacionales de Occidente sería necesaria, sino que en este caso se echa de menos una postura firme y asertiva de la Liga Árabe en virtud de que es en su vecindario donde la amenaza del ISIS avanza a pasos acelerados. Sin embargo, la citada liga no ha acertado en resolver las múltiples diferencias que existen entre sus miembros a fin de concretar un frente unido dispuesto a actuar de manera coordinada y eficiente.

Las guerras civiles hoy en curso en Siria e Irak, aunadas a la confrontación que protagonizan Egipto, Arabia Saudita, Bahréin y los Emiratos contra Qatar, a quien  le acusan de estar apoyando al terrorismo por la puerta trasera, son algunos de los factores que impiden la consolidación de un proyecto unificado árabe de combate al ISIS. De igual modo, la pretensión occidental de primero conseguir la formación de un gobierno de unidad  nacional libio para que éste funcione como eje de la lucha contra los militantes del califato islámico, no cuenta con muchos visos de viabilidad por ahora.

En consecuencia, todo parece indicar que Libia se ha convertido en un callejón sin salida y en el foco de expansión del activismo del ISIS hacia otros Estados árabes del norte de África como Túnez, Argelia y Marruecos. De acuerdo con reportes llegados de Túnez, activistas del ISIS ya están instalados ahí, además, de que se sabe que este país que fue la vanguardia en la llamada “Primavera Árabe”, ha exportado cientos de militantes islamistas a Libia y a Siria, activistas cuya misión última sería regresar a su patria para prender ahí un nuevo centro de lucha yihadista. Lamentablemente, muy poco hay en el horizonte para albergar esperanzas de que la pesadilla de este fanatismo brutal pueda conjurarse pronto.

Fuente:excelsior.com.mx