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BRUCE MADDY-WEITZMAN

Cuatro años después de los días vertiginosos de las revoluciones tunecina y egipcia, el balance de la situación en el mundo árabe es abrumadoramente negativo. Aparte de Túnez, los levantamientos a lo largo del Medio Oriente Árabe y Norte de África no han sentado las bases para un futuro más esperanzado para las poblaciones de la región que sufren hace mucho tiempo – uno basado en acuerdos institucionales fundamentados en el imperio del derecho, poder compartido y respeto por los derechos humanos-.

El eminente estudioso palestino británico Yezid Sayigh declaró hace seis meses que algunos estados árabes habían llegado a un punto de inflexión, o incluso lo habían pasado. De hecho, Siria, Libia y Yemen han caído todos dentro de la categoría de estados “fallidos.”

Los acontecimientos recientes en Yemen – la captura de la ciudad capital Sanaa y la disolución del parlamente por parte de los rebeldes chiitas saudíes, luego de la renuncia del presidente Abd Rabu Mansur Hadi y su gobierno – han atenuado más las perspectivas del país.

Hay otros factores de complicación también: la creciente participación de Irán, a través de Hezbollah, el espectro del conflicto sectario entre chiitas y sunitas, que se ha vuelto tan prevaleciente en los últimos años en Irak, Siria y Líbano; la fuerza continuada de al-Qaida en partes del país, resultando en ataques estadounidenses actuales y controvertidos a través de vehículos aéreos no tripulados; y la posible secesión por parte de los sureños infelices.

El Yemen moderno, que declaró su independencia en 1918 luego del final del dominio otomano, siempre ha sido un estado frágil marcado por un equilibrio de fuerzas inestable entre tribus competidoras, sectas religiosas y facciones políticas. Antes de 1962, fue gobernado por un imanato zaydí que estaba aislado en gran medida del mundo exterior.

Un golpe militar y la intervención egipcia del lado de los revolucionarios hundieron al país en una guerra civil sangrienta de cinco años que fue también un conflicto indirecto entre el Egipto radical pan-árabe y la Arabia Saudita conservadora y monárquica. El imanato nunca fue restablecido, pero la retirada de las tropas egipcias permitió a los saudíes respirar más fácil, ya que marcó el fin de las ambiciones de Gamal Abdel Nasser en Arabia. Yemen seguiría siendo una sociedad pobre y fragmentada internamente, gobernada desde 1978 por el Coronel Ali Abdullah Saleh.

Quiénes son los houthis? Ellos comenzaron como un movimiento de renacimiento religioso zaydí en las regiones norteñas en reaccion al descuido gubernamental y a la creciente penetración de influencias sunitas salafistas. Comenzando en el año 2004, participaron en enfrentamientos violentos periódicos con las autoridades estatales. Conocidos oficialmente como “Ansar Allah” o “Seguidores de Dios,” el nombre “houthi” se deriva de su líder, el clérigo carismático Hussein Badr al-Din al-Houthi, quien murió en combate en el año 2004.

Los houthis aprovecharon la apertura estratégica ofrecida por las protestas contra el régimen que estallaron en el 2011, desempeñando un rol activo en los enfrentamientos que llevaron finalmente a la renuncia forzada de Saleh en el año 2012, negociada por mediadores del Golfo Arabe. Mientras la atención internacional y regional estaba enfocada en el futuro de Saleh, los houthis, tribus alineadas con al-Qaida, y separatistas sureños sacaron todos ventaja de la fragmentación del ejército yemenita para llenar el vacío de poder resultante en sus respectivas zonas.

Los houthis consolidaron su control en el norte, y promovieron una narrativa inclusiva de justicia para todos los yemenitas y el rechazo a las prácticas corruptas del antiguo régimen. Su postura anti-establishment atrajo a muchos y otros se alinearon con ellos porque compartían enemigos en común dentro del laberinto de la política de Yemen.

Pero no todos estaban convencidos, y sospechaban que sus declaraciones oficiales ocultaban más ambiciones desnudas de restablecer la preeminencia zaydí en el país y que sus crecientes hazañas militares estaban siendo alimentadas por Irán y su aliado libanés, el chiita Hezbollah. Algunos zaydíes también temieron que la alianza con Irán estaba llevando a los houthis a abandonar su versión del credo chiita en favor de la de Irán. En cualquier caso, a medida que los houthis crecían en fuerza, se volvieron menos monolíticos, haciendo aún más difícil discernir sus intenciones.

En enero del 2014, una Conferencia de Diálogo Nacional patrocinada por la O.N.U. que involucró a todas las principales facciones y partidos de Yemen, anunció los contornos de un marco federal de seis regiones para gobernar al país. Pero el diablo estuvo en los detalles.

La región norte propuesta fue despojada de los activos económicos que los houthis estaban interesados en adquirir. Además, ellos insistieron en tener un rol en todas las instituciones nacionales, incluyendo los servicios de seguridad. El estado de la inquiera región sureña también quedó sin resolver. Frustrados por el continuo estancamiento, los houthis presionaron su ventaja, tomando el control de Sanaa en septiembre del 2014, obligando por último a renunciar al presidente y al gobierno y a disolver el parlamento. Han cerrado las embajadas estadounidense, británica y francesa.

El cuadro actual es cualquier cosa menos claro. Mientras algunos funcionarios yemenitas apoyaron los planes de los houthis para nuevas instituciones gubernamentales de transición, otros denunciaron las acciones de los houthis como un golpe de estado. Mediadores de la O.N.U. acudieron de inmediato a Sanaa para buscar el acuerdo entre las partes, y el más alto líder houthi en Sanaa proclamó un deseo de compartir el poder con los otros actores principales del país.

De hecho, gobernar solos probablemente estuvo más allá de la capacidad de los houthis. Pero la confianza mutua no fue fácil de obtener, y sin ella, la desintegración de Yemen parecía más cercana que nunca.

El autor es un miembro investigador principal en el Centro Moshe Dayan para Estudios Meso-Orientales y Africanos de la Universidad de Tel Aviv.

 

Fuente: The Jerusalem Report

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México