AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La famosa “línea roja” que Barack Obama marcó a Bashar al Asad en agosto de 2012 puede considerarse el momento definitorio de la política exterior de su presidencia: se trató de una advertencia inequívoca al líder de un Estado canalla para que dejase de perpetrar crímenes de guerra o se atuviera a las consecuencias.

Por Daniel Pipes 

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Cuando el traspaso de la línea roja por parte de Asad terminó con su promesa, respaldada por Rusia, de que se desharía de los agentes químicos, las reacciones suscitadas fueron divergentes. El presidente Obama y sus aliados lo celebraron como un gran triunfo de la diplomacia, gracias a la cual una amenaza creíble había dado paso a una mejora en el comportamiento del amenazador. Por el contrario, los críticos presentaron a Obama como un tigre de papel que lanzaba amenazas que se venían abajo ante las promesas infundadas de un célebre mentiroso.

Durante dos años no hubo veredicto, las dos partes continuaron defendiendo sus posiciones sin que se llegara a una conclusión. Pero ahora ésta está al alcance de cualquiera.

Y es que ahora hay numerosos informes que dicen que el régimen de Asad está usando cloro en sus bombas de barril; asimismo, se han descubierto trazas de ricino, sarín y VX. El Gobierno de Estados Unidos no ha hecho otra cosa ante estos espantosos hallazgos que emitir morigeradas reprimendas, acudir a las inútiles Naciones Unidas y confiar en que los rusos o incluso los iraníes se ocuparan del asunto. No se habla de “líneas rojas” esta vez, no vaya a ser que alguien se acuerde de 2013.

Pero debemos acordarnos y sacar conclusiones. Ha quedado meridianamente claro que Obama no es más que un tigre de papel. Sus amenazas contra la dictadura siria no significaron nada, sino que se desvanecieron en el aire, y fueron sustituidas por el desentendimiento y la palabrería.

Esto es importante no sólo en sí mismo, sino por sus implicaciones en las relaciones con con otros Estados hostiles, como Rusia, China y especialmente Irán. Si Obama no se atreve con el debilucho de Damasco, ¿cómo lo va a hacer con los mucho más formidables enemigos de Moscú, Pekín y Teherán?

Por esto es por lo que la cuestión de las armas químicas de Asad es crucial para la política exterior americana. Como muchos otros analistas, cuento los meses (todavía 20 más) para que este presidente se vaya y los Estados Unidos de América tengan la oportunidad de volver a cumplir con su palabra, estar a la altura de su reputación histórica y protegerse a sí mismos.

© Versión original (inglés): danielpipes.org

© Versión en español: Revista El Medio