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AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

“En el diálogo auténtico uno se vuelve hacia su interlocutor y se dirige a él de verdad: es, pues, un movimiento del ser hacia él… Pero el que habla no solo percibe a la persona que está frente a él, sino que también la acepta como interlocutor, es decir, confirma al otro en su ser”.

En esta frase, muy significativa en los días que vivimos, podría condensarse el legado de uno de los filósofos más importantes del siglo XX. Hablamos de la filosofía del Yo y el Tú, creada por Martin Buber a partir de la conocida “filosofía del diálogo”, que mostraría un nuevo derrotero en el mundo de las ideas. ¿Pero cómo llegó a esta noción Martin Buber? ¿Cuál es el sustrato de sus ideas? ¿De qué se trata, en palabras sencillas? Recorramos su trayecto vital para intentar dar respuestas a estas preguntas

Un judío en una Europa en guerra

Nacido en Viena en 1878 en el seno de una culta familia judía, Martin (Mordejai) vivió y se formó en sus primeros años con su abuelo Salomón Buber, un famoso erudito del Midrash, y a partir de ese período data su primer contacto serio con la religiosidad. Con su abuelo conoció la Biblia, la lengua hebrea clásica y el pensamiento judío ortodoxo, y compartió la vida de oración y estudio de la corriente jasídica por la que se inclinó desde temprano.

Posteriormente, Buber ingresa a la Universidad de Viena donde estudia filosofía e historia del arte, y se une al movimiento sionista, participando en diversos eventos, como el Primer Congreso Sionista de 1897. Allí trabó amistad con Theodor Herzl, pero poco después rompían relaciones, pues a este no le agradaron las ideas políticas y sociales de Buber. Ambas posturas, las de Herzl y Buber, están recogidas en la revista Die Welt (El Mundo), en la que Buber trabajaba como redactor. De esta misma época data su traducción al alemán de una selección de textos y cuentos del rebe Najman de Breslov, recogida en tres tomos.

A los 26 años, Buber colaboró con el futuro primer presidente del Estado de Israel, Jaim Weizmann, en una revista que no llegó a aparecer, pero a la cual se debe el manifiesto sionista que presidiría el ideario del filósofo. Buber era un sionista utópico. Creía firmemente que la posibilidad más importante para el sionismo era el cambio de las relaciones entre las personas, por eso escribió fervorosamente en favor de los derechos árabes en Palestina. Incluso, en sus últimos años trabajó para el establecimiento de un Estado conjunto árabe-judío.

Con tales ideas rondando su cabeza, durante la Primera Guerra Mundial fundó el Comité Nacional Judío, que trabajó en ayudar a los judíos de Europa del Este que sufrían bajo el dominio del Eje, y también creó Der Jude (El Judío), que dirigió desde 1916 hasta 1924, uno de los primeros periódicos en Alemania dedicados al pensamiento sionista. Desde esa época fue un reconocido profesor de historia de las religiones en la Universidad de Fráncfort, y por esos mismos días, en 1923, después de largos años de escritura y revisión, publicó uno de sus títulos fundamentales, Yo y Tú, en el que expresa su pensamiento dialógico, puntal de su obra.

Estamos en 1933, año en que los judíos fueron expulsados de las escuelas alemanas como consecuencia de la llegada de Adolf Hitler al poder, por lo que los dirigentes judíos en materia pedagógica nombran a Buber director de la Oficina Central para la Educación Judía en Alemania, que tuvo mucha importancia, a pesar de que el partido nazi obstruyó todo lo posible esta organización. Un par de años después, el régimen nazi le prohíbe hablar en público.

En 1938 emigró a Jerusalén, y desde esa fecha hasta 1951, año de su jubilación, fue profesor de Filosofía Social en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En 1949 fundó y dirigió el Instituto Israelí para la Educación de Adultos, que preparaba profesores para trabajar en el ámbito de la inmigración. Algunos años después, ya en 1958, fungió como editor jefe de la Enciclopedia para la Educación israelí, y también fue dirigente de la asociación Ijud (Unión), grupo que buscaba la reconciliación entre árabes y judíos.

En ese período publicó obras fundamentales como El problema del hombre (1943), Moisés (1945), Palestina, un Estado binacional (1946), Dos modos de fe (1950), y cuida él mismo una edición completa de su obra en tres grandes volúmenes, divididos así: Escritos sobre filosofía, Escritos sobre la Biblia y Escritos sobre el Jasidismo (1962-1964).

Incesante en sus labores sociales e intelectuales, pasó los últimos años de su vida como asesor de los miembros de los kibutzim, y falleció el 13 de junio de 1965 en Jerusalén.

El misticismo judío

Buber logró que el Judaísmo, como pensamiento y forma de vida, volviera a ofrecer una perspectiva ideológica y ética productivas frente a los problemas y acontecimientos más importantes del momento. Y es el descubrimiento del Jasidismo, movimiento místico popular que recorrió las comunidades judías de Europa del Este en los siglos XVIII y XIX, lo que determina su relación íntima y personal con el Judaísmo, al que dedicó toda su vida al difundir su mensaje.

La profundización en la particular forma de misticismo de las comunidades jasídicas, en las que por su fervor se distinguían los tzadikim (justos) y cuyas experiencias eran contadas por los jasidim (fieles a la alianza), permitió a Buber poner en evidencia la experiencia de la relación directa entre Dios y el hombre, en la que se basa toda su teoría filosófica, derivada del existencialismo y de la ontología. Buber explica su vínculo con la religión: “La esencia del Judaísmo no radica en lo religioso ni en lo ético, sino en la unidad de ambos elementos”.

La crisis en la filosofía occidental, encarnada en la separación radical entre el mundo y Dios, ocupa el centro de su atención. El mundo sin Dios queda reducido a un mundo que se agota; no hay sitio para ideales capaces de guiarnos, por lo que Dios sin el mundo deviene en un producto de la fantasía, una quimera sin contacto con la realidad.

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La filosofía dialógica

Martin Buber forma parte de los llamados “filósofos del diálogo”, un grupo de pensadores que se centró en el tema de la palabra, el diálogo y, sobre todo, en la relación entre las personas. Para él, esta filosofía es una especie de existencialismo religioso basado en la distinción entre relaciones directas o mutuas (a las que llamó la relación Yo-Tú, o diálogo) en las que cada persona confirma a la otra como valor único y las relaciones indirectas o utilitarias (a las que llamó Yo-Él, o monólogo), en las que cada persona utiliza a los demás pero no los valora por sí mismos.

En su libro Yo y Tú aborda este asunto extensamente. Según Buber, con frecuencia vemos a los objetos y las personas por sus funciones, los observamos y guardamos parte de nosotros mismos fuera del momento de la relación, cuando deberíamos estar completamente disponibles para ellos, entenderlos, compartiendo y hablando totalmente con ellos. Esta conducta, bastante común en los seres humanos, busca proteger nuestras debilidades, o bien persigue que los otros respondan de alguna manera preconcebida, para conseguir algo de ellos. Pero es posible, señala Buber, situarnos completamente en una relación para “estar ahí” con otra persona, sin máscaras, sin pretextos, incluso sin palabras. Cuando las personas llegan a una relación sin condiciones previas, el resultado es el verdadero diálogo, el verdadero compartir, acercándonos a la verdad.

Para Buber, Dios es el Tú eterno. Al igual que una persona que amamos, no podemos definir a Dios; no podemos establecer condiciones previas para la relación: tenemos que estar disponibles, abiertos a la relación con el Tú eterno. Y cuando experimentamos una relación Yo-Tú, el momento no necesita palabras. Para Buber, es posible tener una relación Yo-Tú con Dios a través de momentos Yo-Tú con la gente, la naturaleza, el arte…

En un mundo cada más agreste, Buber resaltó los valores fundamentales de la vida, y contribuyó a marcar el origen y el destino del hombre. La solidaridad, el respeto por el otro, la tolerancia y el amor por el prójimo son los valores indispensables que los seres humanos deben recuperar para alcanzar su destino: la comunión con Dios.

El diálogo según Buber

“Para que exista un diálogo auténtico deben darse ciertas disposiciones: una conversión hacia el otro en cuanto su ser se trasforma. Asumo la presencia de mi interlocutor, es decir, hay una aceptación. No significa ya un consentimiento. Pero cuando aun yo esté enfrentado al otro, siempre lo aceptaré como correlato de un diálogo puro, le diré ‘sí’ como persona. Por otra parte, cuando se da un auténtico diálogo, el participante debe implicarse a sí mismo, deberá decir en todo momento lo que piensa en cuanto al objeto del diálogo. Es decir, un diálogo no debe estar dispuesto y concluido apriorísticamente, no deberá ser preordenado, pues es el espíritu el que debe marcar el camino”.

“En el diálogo auténtico uno se vuelve hacia su interlocutor y se dirige a él de verdad: es, pues, un movimiento del ser hacia él. Cada uno de los que hablan ven en su interlocutor a quien se dirige su ser persona (…) Pero el que habla no percibe solo a la persona que está presente, sino que también la acepta como interlocutor, es decir, confirma, en la medida que le es posible, al otro en su ser (…) Por otra parte, para que se produzca un diálogo auténtico, cada uno de los que participan en él debe aportarse a sí mismo. Esto significa que deberá prestarse a decir lo que piensa realmente de aquello de lo que se habla (…) Allí donde el diálogo se cumple en su esencia, entre los interlocutores que se han vuelto realmente el uno al otro, que se expresan sin reservas y están libres de cualquier voluntad de aparentar, se produce en su comunidad un memorable estado de fecundidad sin parangón”.

FUENTES:

Buber, Martin. Yo y tú y otros ensayos. Buenos Aires: Ediciones Lilmod, 2006.

¿Qué es el hombre? México: Fondo de Cultura Económica, 2014.

www.biografiasyvidas.com

www.jewishvirtuallibrary.org

www.uv.es

Algunas reediciones recientes de Martin Buber en español

¿Qué es el hombre? México: Fondo de Cultura Económica, 2014.

Caminos de utopía. México: FCE, 2014.

Eclipse de Dios: Estudios sobre las relaciones entre religión y filosofía. México: FCE, 2014.

Una tierra para dos pueblos. España: Ediciones Sígueme, 2009.

Yo y tú y otros ensayos. Buenos Aires: Ediciones Lilmod, 2006.