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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Continuó la Fiesta

Unos días después de la boda civil de mi hijo Natán, acontecimiento que relaté en la Crónica previa, se realizó el rito de la tevilá, purificación, en el que la novia, en presencia solo de mujeres, con un atuendo blanco, se sumerge en una pila de agua (mikve), ubicada en la sinagoga y se le bendice; el agua simboliza la vida. Los antiguos griegos iniciaron esta práctica con un propósito similar al rito judío. Al finalizar esta celebración las asistentes a la misma agasajaron con un desayuno a la novia en un restaurante cercano a la sinagoga.

En este contexto, el sábado pasado se llevó a cabo el enlace religioso en el majestuoso templo de la Comunidad Sefaradí. La ceremonia inició un poco después de las diez de la noche, ya terminada la santidad del shabat (sábado). El ceremonial se apegó a las costumbres ancestrales judías, y fue muy emotivo. Estaban presentes dos rabinos y el Jazán, quien guía los cantos de la sinagoga y lleva el orden de los rezos y que, con un tono bellamente oriental, parecía remontarnos a los tiempos bíblicos. En el trasfondo de la música que se escuchó en la sinagoga destacó el violín del maestro Abraham Righthand, director de un ensamble de música Klezmer (música que se originó en los judíos europeos en el siglo VIII y adquirió rasgos folclóricos y territoriales particulares en los siglos XIX y XX). El vestido de la novia, muy elegante, resaltó la belleza de la misma, que al igual que mi hijo Natán se veían auténticamente felices.

De manera similar a todas las bodas judías, estas se realizan bajo una Jupá (conopia o techo matrimonial), en un recinto cerrado o al aire libre. La Jupá significa cubrir, proteger y respetar el enlace de la pareja en todos los aspectos que son compartidos en el matrimonio; tiene el sentido de compartir una sola vida y un destino único. Al final del casamiento, como lo indica la tradición, el novio pisa y rompe una copa y surge el júbilo de los invitados que al compás de la música gritan mazaltov (buena suerte). La explicación mas aceptada de la rotura de la copa es que con ello se conmemora la destrucción del Templo de Jerusalén, con ello se invita a reflexionar que, aún en los momentos más felices, se debe recordar el sufrimiento del pueblo judío; implica también recordar el lazo con la historia del mismo. Muchos rabinos refieren que la copa representa la fragilidad del matrimonio, con un simple pisotón puede quebrantarse y, una vez rota, sería difícil repararla; ello significa que la pareja debe cuidar su matrimonio como si fuese una frágil copa de cristal.

En el vestíbulo del templo estaban distribuidas copas de vidrio llenas de dulces, chocolates y almendras, principalmente, que proyectan deseos de una larga vida, una unión dulce y muchos hijos. A la salida de la boda los invitados se “abalanzaron” a las copas para disfrutar la ricura de los dulces.

Del templo nos trasladamos a un Hotel de Santa Fe donde se llevó a cabo el banquete; el salón de fiestas fue decorado con suntuosos arreglos florales, la comida, fuera de lo habitual a lo que se sirve en bodas judías Kosher (reglas que definen los alimentos que son aptos para el consumo judío), empero, deliciosa.

La fiesta fue ambientada inicialmente por una orquesta y cantantes y, posteriormente, como en todas las bodas judías y no judías, por música electrónica que pone a prueba los tímpanos de las personas mayores, empero, que desbordó la alegría de la gente, jóvenes (que asistieron en abundancia) y aún personas mayores, que pasaron largas horas febrilmente bailando, casi sin respiro, entre ellas mi esposa y una buena parte de la familia de mi nuera, que como en ocasiones anteriores nos acogieron calurosamente.

La algarabía duró hasta las siete de la mañana cuando apagaron las luces para “obligar” a los jóvenes, entre ellos mi hijo menor, David, a que terminaran la “pachanga”.

Mi esposa y yo nos retiramos a las 6:30 A.M. y nos quedamos a dormir en una habitación del hotel unas cuantas horas, ya que fuimos invitados a comer por nuestros amigos Ninfa y Miguel. A la 1:00 P.M. del domingo partimos hacia las afueras de Toluca, donde se ubica un restaurante de cortes de carnes exquisitas. Rematamos con ellos el día  comiendo fresas con crema que adquirimos en un afamado lugar donde las venden para llevar, ubicado en la carretera México-Toluca. A las ocho de la noche llegamos exhaustos a nuestra casa, después de una larga jornada de emociones.