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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Jacobo Zabludovsky

En la última junta mensual de la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México (APEIM) del 4 de julio, se guardó un minuto de silencio en memoria del fallecido, dos días antes, periodista, reportero y comunicador, Jacobo Zabludovsky (JS), tenía 87 años. Varios de los presentes comentaron la relación que habían tenido con él, destacando sus cualidades profesionales e intelectuales, además de su inteligencia, gran sentido del humor y su extraordinaria calidad humana y, yo agregaría, su carisma. Aparentemente sus cualidades tienen un origen genético, basta recordar a su hermano Abraham, afamado arquitecto que realizó una extensa labor profesional en México y en el extranjero, proyectó y construyó más de 200 obras: residencias, unidades de habitación, edificios bancarios y centros culturales; recibió múltiples premios y distinciones nacionales e internacionales. Falleció en abril del 2003. Asimismo, su sobrino, Jaime Zabludovsky, ha tenido un desempeño sobresaliente, particularmente en el área del comercio exterior, donde actuó como Subjefe de la Negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlacan, 1990-1994); por otra parte, la sobrina de Jacobo, Gina, ha destacado en el campo de la Sociología y en el de las Ciencias Políticas.

En lo personal nunca tuve una relación directa con JZ, sólo recuerdos de algunas ocasiones en que lo vi. Viene a mi mente una vez en la cual se registró un incidente en las afueras del Centro Deportivo Israelita (CDI) cuando se construía el Anillo Periférico de la Ciudad de México en los sesentas y (cuya primera etapa se inauguró en 1963); no recuerdo bien, empero, un niño pariente de Jacobo, quizá un hijo, fue golpeado levemente por un automóvil, la gente caminaba por la vía en construcción del Periférico y alrededor del niño se formó un círculo de curiosos; JZ visiblemente nervioso, en forma enérgica, no grosera, los conminó a que se dispersaran. Igualmente, en un vuelo en el que yo iba de México a Madrid a finales de los setentas o principio de los ochentas, adelante de mi estaban sentados Jacobo, su esposa Sarita y quien fuera regente del Distrito Federal, el político Carlos Hank González (1927-2001); me imagino que JZ acompañaba a Hank a una gira política o de negocios. Durante buena parte del vuelo ambos personajes  la pasaron conversando y disfrutando de algunas bebidas. Posteriormente, vi a JZ y a Hank cenando en el famoso restaurante madrileño “El Alkalde”, ubicado en el centro de esa ciudad; establecimiento emblemático evaluado con cinco estrellas.

Por otra parte, al final de los noventas o primeros años de la década del 2000, fui distinguido con un premio de periodismo que me fue entregado por JZ en el CDI. También hace varios años tuve un encuentro ocasional con JZ en el aeropuerto de Miami; él iba vestido de manera informal, empero, con ropa elegante. Igualmente, hace dos años lo encontré en el templo de Acapulco 70, en la celebración de Yom Kipur (Día del Perdón), iba ataviado con un fino traje azul marino; en esa oportunidad mi esposa bajaba las escaleras y él amablemente le ayudó y le dijo ¡que bella señora! mi esposa se sintió profundamente halagada por el “piropo”.

Años atrás, JZ fue invitado a dar una charla en APEIM, misma que resultó muy amena. En este ámbito, varios de los viejos miembros de la APEIM le hicieron  preguntas cuestionándolo por su papel “como vocero del gobierno” en su noticiero de Televisa, titular del mismo durante 27 años; JZ en forma inteligente y amable los evadió; les dio “muletillas”; y nadie se molestó.

Mi percepción de JZ es que además de haber sido un extraordinario comunicador (hasta la fecha nadie ha podido superar su profesionalismo como conductor de programas de noticias en televisión), era una persona culta. En especial comparto con él la pasión que tenía por el tango y su amor por el Centro Histórico de la Ciudad de México; no así la que profesaba por la tauromaquia.

De acuerdo al columnista Raymundo Riva Palacio, la muerte de JZ revive la dinámica de la relación de Televisa con el poder; empero, salió de esa empresa en 1998, más bien fue expulsado de la misma “de manera poco elegante y poco agradecida; el mejor reemplazo hubiera sido su hijo Abraham, no por nepotismo, sino por ser el mejor segundo conductor de la televisión de la época”. Tuve la oportunidad de que Abraham me hiciera una entrevista radiofónica sobre temas económicos en una cadena de la XEQ en los setentas; al igual que su padre, me dio la impresión de ser una persona capaz y carismática.

JZ fue un controvertido periodista, sobre todo por ser una persona del sistema, tanto así que en mayo pasado la Universidad Veracruzana dio marcha atrás al plan de otorgarle el máximo reconocimiento académico de esa casa de estudios: el Doctorado Honoris Causa. Ciertamente, tras darse a conocer la decisión de otorgarle el reconocimiento, el usuario Ángel Ramos publicó una petición en el sitio change.org para solicitar la cancelación de la entrega del premio en virtud de que “de la mano de Televisa, JZ trabajó para los intereses del gobierno mexicano desinformando a la población durante décadas”; la petición había acumulado mas de 3,200 firmas.

Por otra parte, JZ murió un día antes de recibir el Doctorado Honoris Causa del Instituto Americano Cultural; el título honorífico le iba a ser entregado en el Senado de la República; el cual le será otorgado póstumamente.

Al salir JZ del noticiero de Televisa se incorporó en el 2000 al Grupo Radio Centro, conduciendo hasta su muerte el programa noticioso “de una a tres” con un tono más flexible que el de Televisa y frecuentemente jocoso; yo lo escuchaba con frecuencia y recuerdo que cuando hablaba de la bolsa de valores mencionaba que “x acción había perdido un chirris”, dando a entender que la baja de la acción era insignificante. Con perspicacia seguía entrevistando a personajes de la cultura, de las empresas y de la política; también se hacia eco de demandas de ciertos sectores de la población; en el noticiero de 1 a 3 se vanagloriaba, aparentemente de manera modesta, de las menciones que en diversos ámbitos y épocas se hacían sobre él, lo que también hacia en su columna Bucareli, que aparecía “todos los lunes y sólo los lunes” como decía él, en el periódico Universal desde el 2007.

Con la muerte de JZ termina una gran época del periodismo mexicano; el “hombre de ojos azules y gesto amable” dejó una huella entre muchos periodistas y comunicadores mexicanos y extranjeros; ha muerto el maestro y, al final del noticiero de 1 a 3 ya no se escuchará el Tango del Mudo (Carlos Gardel) que JZ siempre hacía tocar.