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ALEJANDRO T. RUBINSTEIN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

 

Hoy la cita fue Atlit.

Partí temprano de Givaat Shmuel, entre Bnei Brak y Petaj Tikva, en dirección del norte.

En el trayecto bordee Raanana, Herzelia, Kfar Shmaryahu y otras poblaciones centrales.

Ya enrutado francamente hacia Haifa, pasando la planicie de Sharon, se encumbra la bella y  renovada Natanya. Hedera es la siguiente ciudad importante en el camino. Queda aún algo de trayecto por recorrer.

Bastante cerca de Haifa se anuncia Atlit. Una pequeña ciudad costera que se enderezara como un puesto de avanzada de los Cruzados hasta el 1201 para que 702 años después, en 1903, el Barón Edmond de Rotschild fundara la moderna ciudad del siglo XX.

Ni bien se aproxima uno a esta población, nos recibe silencioso el campo de detención de Atlit, establecido por las autoridades del mandato británico en lo que posteriormente es el Estado de Israel, a finales de la década de 1930,  apenas  a 20 kilómetros al sur de Haifa.

La alambrada de púas atrae siniestros recuerdos. Al fondo se erige una torre de vigilancia que hoy es observada con desprecio por quienes visitamos el campamento que fue establecido para evitar que  los refugiados judíos entraran a Israel. Dos mil años no fueron   bastantes. Había que volver a concentrar  judíos en campos en condiciones de opresión, terreno en el que hoy se presenta como un museo de la historia de la Haapala.

Muchos de los detenidos durante la década de 1930 y 1940 eran refugiados judíos de Europa controlada por los nazis. A finales de 1940, la mayoría eran sobrevivientes del Holocausto. Las autoridades británicas, ante las demandas árabes que se negaban a permitirles entrar en el País, cedieron para limitar la inmigración judía.

En el campo de Atlit, los hombres fueron enviados a un lado, las mujeres al otro. Ellos eran rociados con DDT, obligados a desnudarse y entrar en las regaderas. Entre 1939-1948, decenas de miles de inmigrantes judíos fueron internados aquí, hombres y mujeres separados por alambre de púas. No así su espíritu,  que jamás fue vencido.

Su primer capítulo se cerraba en septiembre de 1942 y reabrió sus puertas en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial, ya que cada vez más ilegales llegaban a Israel. La mayoría de ellos eran sobrevivientes del Holocausto de los campos en Europa que hicieron el viaje a través de la Haapala (Aliya Beth), la mayor red de inmigración clandestina.

El 10 de octubre de 1945, el Palmaj (unidad de fuerzas especiales de la Haganá) irrumpió en el campamento y liberaron a 200 detenidos. Después de este acontecimiento, los británicos deportaron ilegales a campos de internamiento de Chipre.

Durante la guerra árabe-israelí de 1948, Atlit sirvió como un campo de la internación civil y como campamento de prisioneros de guerra. Años después lo fue también de prisioneros egipcios de la guerra de los seis días de 1967.

Hoy solo quedan la alambrada, la ominosa torre de vigilancia, la lavandería, las duchas, unas cuantas barracas no originales y una imponente nave que, mediante una presentación multimedia permite percibir, de manera muy educativa, las privaciones y peligros que sufrieron quienes serán siempre recordados por su valentía y arrojo…los maapilim.

Salgo fortalecido. La historia de este país me vuelve a abrazar, a dar una lección y a ofrecer un motivo de reflexión.

Ein kemo Eretz Israel. No hay nada como la Tierra de Israel.