MARCOS GOJMAN

Al principio la celebración se hacía con sacrificios en el Templo y con banquetes. Pero en el siglo I AEC, de manera espontánea, la gente lo empezó a conmemorar encendiendo luminarias.

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Janucá es la fiesta judía que originalmente conmemoraba la reedificación del Templo de Jerusalem en el año 165 AEC, durante la revuelta de los macabeos en contra del imperio seléucida griego. El capítulo 4º del primer libro de Los Macabeos, que no fue incluido en la Biblia judía, nos narra como Judah y sus hermanos, después de derrotar a los griegos, entran al Templo, reconstruyen el altar y encienden las luminarias. Decretan que la reinauguración del Templo debía celebrarse durante ocho días, cada 25 del mes de Kislev. Janucá en hebreo quiere decir inaugurar.

Al principio la celebración se hacía con sacrificios en el Templo y con banquetes. Pero en el siglo I AEC, de manera espontánea, la gente lo empezó a conmemorar encendiendo luminarias. Casi cinco siglos después, en el tratado Shabbath del Talmud, (21b), nuestros sabios explican que los griegos habían profanado el aceite usado en las luminarias del templo y que los macabeos sólo encontraron un recipiente con aceite con el sello del Gran Sacerdote, pero sólo suficiente para un día. Prendieron la luminaria y el milagro consistió en que el aceite duró ocho días. Con ésto, los rabinos cambiaron el énfasis de la fiesta, de ser una celebración de una victoria militar a conmemorar un milagro de Dios. Algunos estudiosos lo explican como una respuesta al nuevo dominio romano, que veía con recelo el festejar una revuelta en contra de un imperio extranjero.

En vista de que el prender velas en Janucá se había popularizado, los rabinos en la Guemará, (Talmud) empezaron a definir el ritual básico de la fiesta: cuándo, cuántas y qué días se encienden las luminarias, dónde se colocan y qué significan. Al principio se encendía una sola luminaria cada noche. Los sabios consideraron que eso era suficiente para cumplir con la mitzvah. Buscaban que todos participaran en la fiesta y la gente pobre no podía prender muchas velas cada día. Después algunos empezaron a prender más que una, primero por cada miembro de la familia y luego de acuerdo a los días de la festividad. También definieron dónde colocar el candelabro, las bendiciones que había que decir y la prohibición de usar la luz de las luminarias para realizar actividades cotidianas. Para no violar ese precepto, recomendaban el encender otra luminaria adicional. Este fue el inicio del uso del shamash, que se popularizó en la época medieval.

En el siglo IV, Rava, uno de los sabios del Talmud, insistió que el candelabro de Janucá tenía que ser algo diferente. Usualmente hasta esa época se usaban luminarias de la casa, que se ponían en fila para ir prendiéndolas cada día. Rava decretó que la menorah para Janucá debía ser un objeto claramente identificable en una casa judía. En la Edad Media quedó establecido que el shamash tenía que estar a una altura diferente que el resto de las luminarias.

Janucá es más que la conmemoración de una victoria militar o de un milagro. Es recordar el enfrentamiento que hubo entre los judíos que habían copiado las costumbres helénicas, con los que se oponían a ello. Janucá no es la festividad más importante en el calendario judío. Las festividades bíblicas como Shabat o Pésaj, son mucho más significativas. Sin embargo, hoy en día Janucá es quizá la fiesta judía más reconocida en el mundo. Lo triste es que su fama no se debe a su contenido original, sino a cuánto se asemeja a la fiesta que el mundo celebra en esa época. Pareciera que ahora, a través de Janucá, algunos quieren seguir copiando a los griegos.

Bibliografía: “The Biblical and Historical Background of the Jewish Holydays” de Abraham P. Bloch.

Fuente:alreguelajat.com