LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Franz Mayer

En la Crónica precedente hice referencia a mi visita a la exposición “Los Tesoros Secretos de los Carmelitas” que se llevó a cabo en el Museo Franz Mayer de la Ciudad de México; por razones de espacio editorial no presenté una semblanza sobre este ilustre personaje, quien antes de morir decidió donar toda su colección de artes aplicadas a un museo como agradecimiento al pueblo de México “que lo acogió como uno de los suyos”. En esta Crónica presentaré una breve biografía sobre Franz Mayer.

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Franz Mayer nació en Manheim, Alemania en 1882; emigró a Londres a temprana edad donde vivió dos años. Más tarde viajó a EUA para trabajar para la Compañía de Bolsa Merrill Lynch desde 1903 hasta 1905, año en que emigró a México; en 1908 ya había sido registrado como agente de bolsa independiente. Su gran habilidad le permitió convertirse en un empresario y financiero de renombre, así como hacerse de una considerable fortuna.

Debido a la inestabilidad política y social que vivió México a raíz de la Revolución de 1910, al inicio de ésta decidió radicar en EUA; no obstante, en 1913 regresó a México y en 1920 contrajo matrimonio con María Antonieta de la Macorro, quien murió pocos años después sin dejar descendencia. En 1933 se nacionalizó mexicano.

Franz Mayer fue un entusiasta fotógrafo, con su cámara capturó diversas caras del interior de México, para ello recorrió la República de Norte a Sur a partir de 1928; previamente entre 1926 y 1928 viajó por el mundo, registrando los itinerarios de sus viajes y tomando un gran número de fotografías. Se aficionó por la floricultura, en particular por el cultivo de orquídeas.

En el contexto de los múltiples intereses que tuvo Franz Mayer durante su vida, destacó su afición por las antigüedades y el arte. Vivió la mayor parte de su vida en una casa en las Lomas de Chapultepec, al poniente de la ciudad de México, en donde guardaba su colección que llegó a contar con más de 10 mil piezas de arte, así como un número similar de libros y fotografías. El propio coleccionista fue quien creó el fideicomiso con el Banco de México para que no se perdiera la colección que fue enriqueciendo durante casi toda su vida. Franz Meyer falleció el 25 de junio de 1975; la noche antes su último deseo, según cuenta Rosa Castro, quien fue su cocinera, fue que le prepararan un atole de maíz natural que mucho le gustaba. El museo Franz Mayer abrió sus puertas 11 años después de su muerte el 15 de julio de 1986.

Kadosh

Hace dos semanas vi la película israelí Kadosh, que significa sagrado en español. Me causó un gran impacto porque presenta abiertamente el fanatismo y la misoginia de los judíos ultraortodoxos, que en mi opinión tiene similitud con el radicalismo de los islamitas. Mis raíces están en el judaísmo místico, aunque nunca he sido practicante, es solo hasta hace pocos años que he percibido, con el contacto con los Haredim (judíos ultra ortodoxos) lo absurdo de sus rituales, que si bien pudieron ser válidos en el pasado, ahora resultan caducos e incluso ridículos; además su intolerancia hacia los judíos que no comulgan con sus creencias es deleznable, como lo son sus actitudes segregacionistas, que ayudan a alimentar el antisemitismo. Las escenas misóginas que se ven en la película son aberrantes y ofenden a la dignidad del ser humano.

Kadosh fue producida en 1999; el director es Amos Gital (AG) y el guión del propio Ag y Eliette Abecassis; obtuvo un premio en la Semana Internacional de Cine de Valladolid en 2004; en la Sección Oficial Festival Internacional de Cine de Cannes en 1999 y como mejor película extranjera, Premio de Cine Independiente Británico en el 2002. Kadosh es el punto final de una trilogía de AG junto con Zihron Devarim, de 1995, y Yom Yom, de 1998, completa un viaje por tres de las ciudades más importantes de Israel.  Kadosh permite al espectador adentrarse al barrio ultra ortodoxo de Jerusalén, Mea Shearim, en este ámbito, el título de la película, no fue elegido arbitrariamente, sino que AG lo vincula a un espacio concreto, la ciudad de Jerusalén, centro espiritual por antonomasia, en el que las diferentes religiones cohabitan.

En Jerusalén se advierten barrios perfectamente delimitados para judíos, musulmanes y cristianos, tanto que sus fronteras coinciden con las líneas de marcación de las zonas en conflicto. En Mea Shearim sus habitantes cumplen una función concreta en un marco religioso que lo envuelve todo. En este barrio las paredes se observan repletas de carteles que advierten al turista de la “actitud decente” con la que deben entrar al mismo; el barrio sorprende por las costumbres, vestimentas y peinados de la gente. Mea Shearim es un espacio regido por una serie de leyes inamovibles y rígidas que controlan absolutamente todo y lo que pueda influir en el destino de las personas que lo habitan.

El tema central de la película es la situación que vive Meir y Rivka que llevan diez años de casados, su amor es sincero. Meir es un hombre creyente y calmado que adora a su mujer, quien no ha podido quedar embarazada, hecho que disgusta tremendamente a la comunidad ya que la mujer como ser para procrear no ha cumplido su cometido. Para el rabino, que es el padre de Meir, la solución es evidente, Meir debe abandonar a la mujer que ama, repudiarla y casarse con otra que sí le conceda el privilegio de tener descendencia. ¡Qué precepto religioso tan inhumano! Por lo demás, alrededor de la esterilidad de Rivka se presentan una serie de argumentos religiosos absurdos y denigrantes, resalta que el rabino proclama que la reproducción es el mecanismo para preservar el judaísmo y para luchar contra el enemigo: el gobierno, que es odiado a pesar de los subsidios que les entrega a los Haredim para que se dediquen a estudiar la Torá (el libro sagrado de los judíos). Precisamente por la reproducción incontrolada de los Haredim, de ocho a diez hijos por familia, estos han estado ganando participación dentro de la población total de Israel.

Rivka muere, aparentemente se suicida y Meir queda destrozado, y también parece ser que él es infértil. En este marco, otro personaje a reseñar es el de Yossef, mano derecha del rabino, quien se casa con Malka, la hermana de Rivka. Su actitud y comportamiento desde el principio es radical y agresiva. En su noche de bodas, antes de tener relaciones sexuales con Malka, reza con el libro en la mano, después se abalanza sobre ella como un animal. Malka no quería casarse con Yossef, empero, a través de un acuerdo entre su madre y el rabino se ve obligada a hacerlo; Malka es una mujer rebelde y está enamorada de un joven cantante que antes de serlo, formaba parte de los Haredim que diariamente asistían a estudiar al templo. Finalmente Malka huye con el joven, previamente Yossef la acusa de “prostituta” y la golpea con su cinturón.

Kadosh es un drama conmovedor y verdaderamente triste. La acción se desarrolla en Israel, sin embargo, es una historia cotidiana universal que se puede aplicar a cualquier lugar del mundo donde las mujeres se encuentran en situaciones flagrantes de opresión y desigualdad. Kadosh es una lamentable historia del oscurantismo judío, como lo es el hecho de que el gran rabino sefaradí de Israel haya consignado recientemente “que los no judíos no deberían vivir en la tierra de Israel si no pueden cumplir con las siete leyes básicas del judaísmo, deberíamos enviarlos a Arabia Saudita”. Asimismo, ha manifestado que los judíos ortodoxos deben evitar que sus hijos se acerquen a los miembros de familias judías o simplemente tradicionales con el objetivo de garantizar su integridad espiritual; los niños judíos observantes no deben exponerse en absoluto a un estilo de vida “que incluye profanidad y televisión”, para que no sean “corrompidos” y se conviertan en individuos marginales de la sociedad ultraortodoxa.

En este ámbito, Rafael Feverstein, copresidente de la organización rabínica Tzo Har, criticó al gran rabino sefaradí, expresando “que una educación desconectada del mundo y la ansiedad con la que tratamos al mundo secular, la arrogancia y desprecio, solo aleja más a la tradición y el judaísmo y aumenta la polarización y el odio en la gente”. Entre los judíos también “se cuecen habas”.