JASON L. RILEY

El presidente sabe que E.E.U.U. podría derrotar por completo al Estado Islámico, pero carece de la voluntad política para liderar la lucha.

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El discurso radial semanal  del Presidente Obama, el sábado, fue su último intento por tranquilizar al país de que E.E.U.U. está teniendo un importante progreso en la lucha contra el terrorismo islámico, no obstante el ataque al aeropuerto de Bruselas de la semana pasada y la masacre de París en noviembre. Desafortunadamente, no llevó mucho tiempo para que la realidad contradijera el discurso tranquilizador. Al día siguiente, un grupo escindido de los talibanes inspirado por el Estado Islámico bombardeó un parque atestado en Lahore, Pakistán, matando a más de 70 personas, en su mayoría mujeres y niños.

“Miembros de la comunidad cristiana que estaban celebrando Pascua hoy fueron nuestro blanco principal”, dijo un portavoz talibán a NBC News. Y las mujeres y niños no fueron daño colateral, fíjense, ellos fueron los objetivos, según el jefe de policía de Lahore. Los estadounidenses discuten acerca de si los yihadistas endurecidos deben ser sometidos a la tortura del submarino, mientras los terroristas hacen presa de los más blandos de los objetivos.

Pakistán es un país de 190 millones de personas, y el 97% se identifican como musulmanes. Los cristianos conforman menos del 2% de la población pero están bajo ataque constante de los terroristas islámicos. Más de una docena de personas murieron en dos bombardeos a iglesias en Lahore en abril pasado, y unas 80 personas fueron asesinadas en un bombardeo a una iglesia en el 2013 en la ciudad de Peshawar. Pero Obama pasó la segunda mitad de su discurso radial sermoneando a los estadounidenses sobre la importancia de la tolerancia religiosa.

El gobierno promueve correcta y comprensiblemente el progreso militar que se está teniendo contra el Estado Islámico, o ISIS. Muchos miembros de alto rango del ISIS han sido eliminados en los últimos meses, y el territorio en Irak y Siria controlado una vez por el grupo ha sido recuperado. Pero el ISIS continúa ganando la batalla propagandística que importa más para sus campañas de reclutamiento. Su capacidad de llevar a cabo o inspirar ataques terroristas aparentemente a voluntad en importantes ciudades europeas y otras partes en el mundo dan la impresión que el grupo está en ascenso. Anteriormente este mes, ataques terroristas en Costa de Marfil y Turquía mataron a un total de 39 personas. Fue el cuarto ataque en Turquía desde octubre.

La respuesta del Obama a esta violencia es seguir el curso, aun si eso significa soportar un ataque terrorista—un Bruselas o París o San Bernardino—ahora y entonces. Él quiere que nos acostumbremos a esta nueva normalidad. El presidente sabe que E.E.U.U. tiene la capacidad y medios para derrotar por completo al ISIS, pero carece de la voluntad política para liderar la lucha. En su opinión, un enemigo que puede dañar a Estados Unidos pero no derrotarlo militarmente es abordado mejor a través de una política de contención. De ahí que el combate de E.E.U.U. contra el ISIS ha consistido principalmente de ataques aéreos y apoyo a fuerzas terrestres regionales, sin intervención militar directa.

El New York Times informó hace poco que el Pentágono había presentado a la Casa Blanca “la serie más detallada de opciones militares todavía para atacar la amenaza creciente del Estado Islámico en Libia”, donde los funcionarios estadounidenses creen que el grupo puede estar estableciendo una nueva base. ¿La respuesta de la Casa Blanca? El “plan no está siendo considerado en forma activa, al menos por ahora”, dijo el diario, “aunque el gobierno de Obama presiona hacia adelante con una iniciativa diplomática para formar un gobierno de unidad de las facciones rivales dentro de Libia.”

La torpeza más grande de Obama en política exterior fue trazar una línea roja sobre el uso de armas químicas en Siria, y luego no ejecutarla, lo cual finalmente facilitó la expansión del ISIS. La administración subestimó mucho lo que se convertiría rápidamente en el grupo terrorista más despiadado del mundo, y ahora puede estar sobreestimando su capacidad de lidiar diplomáticamente con los líderes homicidas del Estado Islámico.

Graeme Wood, un estudioso del terrorismo en el Consejo sobre Relaciones Exteriores, ha destacado que el Estado Islámico “rechaza la paz como una cuestión de principio; que mata de hambre para genocidio; que sus opiniones religiosas lo hacen constitucionalmente incapaz de ciertos tipos de cambio, aun si ese cambio podría asegurar su supervivencia; y que se considera a sí mismo un presagio de—y actor protagónico en—el fin inminente del mundo.”

Léan el perfil de Obama por parte de Jeffrey Goldberg en el número actual de la revista Atlantic, y ustedes podrían salir pensando que la preocupación del presidente por su propio legado juega un rol no tan pequeño en su pensamiento anti-terrorista. “El mensaje que telegrafió Obama en discursos y entrevistas fue claro,” escribe el Sr. Goldberg. “El no terminaría como el segundo Presidente Bush—un presidente que se volvió trágicamente sobre-extendido en el Medio Oriente, cuyas decisiones llenaron las salas de Walter Reed con soldados gravemente heridos, quien fue impotente para detener la eliminación de su reputación, aun cuando recalibró sus políticas en su segundo mandato.”

Bush priorizó la seguridad nacional, no mejorar su popularidad personal o pulir su imagen para la posteridad. Aparentemente Obama ve eso como un defecto.

 

Jason Riley, es un miembro importante del Manhattan Institute y periodista contribuyente, es el autor de  “Por Favor Déjen de Ayudarnos: Cómo los Liberales Hacen Más Difícil Que Los Negros Tengan Éxito” (Encounter Books, 2014).

Fuente: The Wall Street Journal

 Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México