BENJAMÍN TROYSE

El suicidio parece darse en mucho mayor proporción entre escritores que entre otro tipo de artistas. El club de los escritores suicidas es muy grande, Ernest Hemingway, Emilio Salgari, Yukio Mishima, Virginia Wolf, Malcolm Lowry, Séneca, Alfonsina Storni, las poetisas norteamericanas Silvia Plath y Anne Sexton y muchos, muchos más.

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Llama más la atención el número de escritores judíos, sobrevivientes del Holocausto, que años después, con la vida aparentemente reorganizada, y en la mayoría de los casos, habiendo alcanzado éxito, reconocimiento y premios, repentinamente deciden acabar con su vida.

Al ahondar en la investigación de cada individuo, me llevé muchas sorpresas. En las siguientes colaboraciones exploraré algunos de ellos, tratando de hallar, si existe, un hilo conductor.

Primo Levi

El escritor italiano Primo Levi Murió hoy, resultado de una caída del cubo de la escalera de su residencia en Turín. La policía dice que considera su muerte un suicidio. Tenía sesenta y ocho años de edad.”    Agencia Reuters. Turín, Italia.  Abril 11, 1987

Primo Levi nació en Turín en 1919 en el seno de una familia judía no ortodoxa.

Estudió Química en la Universidad de Turín y en 1941 obtuvo  el grado de Doctor con la más alta calificación, summa cum laude. Los 11 sinodales que lo examinaron lo calificaron con 10 cada uno. 110 de 110 puntos posibles, siendo la segunda persona en la historia de la Universidad en haberlo logrado. En su diploma aparecía la leyenda “Primo Michele Levi. Matrícula No. 808. Raza Judía”.

No se le ofreció puesto alguno en la Universidad y no tenía prospectos de trabajo.

En esa época vivían en Italia alrededor de 42,00 judíos. Tres cuartas partes de ellos no tenían trabajo.

Después de seis meses, le fue ofrecido un puesto en una mina de asbesto que requería un químico para la extracción de níquel del mineral. Levi solo podía trabajar ahí  con un apellido no judío falso. La comunidad minera aceptó y cobijó rápidamente a Primo. Un empleado todavía vivo comentó que Levi era “un perfecto caballero nada pretensioso”. Fue en esa época que Primo empezó a escribir.

Muchos de sus compañeros aparecen, con otros nombres, en los dos libros de su vida de químico, La llave de tuercas y “La tabla periódica”.

El primero es una recopilación de historias de un ingeniero que viaja por el mundo instalando plantas químicas. A pesar de la aparente aridez del tema, los cuentos son fascinantes entretenidos y en ocasiones divertidos ya que tratan del aspecto humano de mecánicos, capataces, habitantes de zonas aisladas, y de máquinas y equipos que a veces parecen comportarse como seres vivos.

El segundo es un mosaico basado en la Tabla Periódica de los Elementos en los que estudia la personalidad que él percibía en cada uno de los elemento naturales, en su carácter y peculiaridades y quien de sus familiares y amistades cercanas era el alma humana de ese elemento.

Durante los cinco primeros meses que Levi pasó en la  mina, la vida en Turín se volvió asfixiante y desagradable. Había escasez de comida, bebida y ropa, por ejemplo, el pan se hacía de cáscaras de papa o de sorgo mezclado con aserrín. Por eso, decidió dejar su trabajo.

La compañía farmacéutica suiza A. Wander Ltd. Ubicada en Milán, en la que trabajaba una compañera suya de la universidad, ofrecía un generoso salario para un químico que trabajara en un proyecto de investigación de la diabetes. Su amiga, católica, estaba al tanto de la difícil situación de los judíos y recomendó ampliamente a Primo como el genio que iba a detonar el negocio de la cura para la diabetes. En una ciudad como Milán, el antisemitismo era menos intenso y las leyes raciales no aplicaban para una empresa suiza. Levi fue aceptado y dado de alta con el nombre de  “Doctor Primo”

A mediados de 1942 las deportaciones de judíos de todos los territorios ocupados por Alemania se aceleraron, mientras los aliados avanzaban. El 24 de octubre de ese año, Milán fue bombardeada 19 veces en el lapso de media hora. Gracias a trabajar en esa compañía, Levi tenía acceso a diarios suizos y estaba al tanto de la guerra de Alemania en contra de los judíos, las deportaciones masivas, el aniquilamiento del gueto de Varsovia y todos los terribles sucesos.

La muerte de su padre lo orilló a dejar su trabajo a fin de llevar a su madre y su hermana a un lugar seguro. Aunque el sur de Italia ya estaba en manos de los Aliados, en el norte seguían las deportaciones, cada vez en mayor escala.

Entonces Levi decidió unirse a un grupo de partisanos italianos en el que permaneció hasta diciembre de 1943, cuando un agente infiltrado los traicionó y fueron detenidos. De esta época extrajo el material para una de sus mejores novelas; Si no ahora, cuando en la que relata la vida de un grupo de guerrilleros judíos.

Al ser detenido fue enviado a un campo en Módena para luego ser deportado a Auschwitz. Como relata en Si esto es un hombre, la mayoría de los que viajaron con él fueron enviados de inmediato a las cámaras de gas. Primo sobrevivió gracias a que hablaba alemán, a su preparación técnica y a la mera fortuna. El trabajo en la planta que la IG Farben,  fabricante de caucho y gasolina, había instalado en el campo. Fue tatuado con el número 174.517.

En enero de 1945 los prisioneros sobrevivientes de Auschwitz fueron liberados por los soldados rusos. Primo se queda a trabajar por cinco meses en Katowice como enfermero voluntario con el Ejército Rojo.

En enero de 1946 consiguió trabajo en la planta de pinturas de DuPont en donde trabajó como laboratorista por once meses percibiendo un salario equivalente a 120 dólares actuales. De ahí pasó a SIVA, Sociedad Industrial de Barnices y Complementos en donde pasaría los siguientes 30 años.

Además de sus novelas y relatos relacionados con la guerra y el campo de concentración, escribió crónicas y una serie de cuentos maravillosos que hoy se pueden clasificar como de realismo mágico, en especial los del libro “El fabricante de Espejos”, algunos de ellos con un especial sentido del humor. También escribió poesía.

Tuvo dos hijos y desde 1976, se retiró del trabajo como químico para dedicarse por entero a escribir.

Recibió numerosos premios en Europa aunque su reconocimiento en Estados Unidos fue tardío.

Su suicidio fue incomprensible para la gente cercana a él, por muchas razones. Sucedió en el aniversario de su liberación de Auschwitz. Fue extraño que siendo un excelente químico haya elegido una manera de morir tan dramática y dolorosa para su familia que lo vio estrellado sobre el piso de su casa.

Al entierro en el cementerio judío de Turín asistió una multitud. El Rabino en Jefe de la ciudad, Rabí Artom, extendió una excepción teológica para permitir que Levi fuera enterrado de acuerdo al rito judío a pesar de haberse suicidado. Su razonamiento fue que Levi no era un caso preciso de suicidio sino una víctima de “homicidio demorado”. En su punto de vista cualquiera que hubiera sido internado en un campo de concentración y después se suicidara, había sido en realidad asesinado por los nazis.

En su lápida solo aparecía su nombre y las fechas de nacimiento y muerte. Posteriormente se agregó su número de prisionero.

No dejo ninguna nota explicativa. Se produjeron muchas hipótesis acerca de sus motivos; Que el día de su muerte, Primo había visto a neofascistas apuntándole con armas, que se había suicidado después de ver la película de Polanski “El Inquilino”, en la que un judío polaco se suicida en su departamento de París lanzándose al vació por el cubo de las escaleras, que guardaban un parecido con las de la casa de Levi.

El encabezado del diario italiano Corriere de la Sera gritaba “APLASTADO POR EL FANTASMA DEL CAMPO”, sosteniendo que Auschwitz finalmente había venido a llevárselo, opinión que compartió su amiga, la escritora Natalia Ginzburg.

Su amiga Luciana Nissim, que sobrevivió, al igual que él, negó que fuera una víctima póstuma de Hitler, sosteniendo que la causa fue la profunda depresión clínica que padecía Levi en esa época mientras que su hermana Anna María dijo que su hermano se había descarrilado por algo tan poco cataclísmico como lo fue una operación de la próstata.

Siempre hay dos suicidios; el real y el que  la gente cree conocer. En este caso, se acumularon muchos factores; su depresión clínica, la enfermedad de su madre, las operaciones de próstata, la marea de revisionismo histórico, miedo a perder sus capacidades mentales, recuerdos del campo de concentración, sofocamiento doméstico…

Así describió sus sentimientos al regresar a la casa familiar en 1945:

Todo se ha vuelto un caos: estoy solo en el centro de una nada gris y turbia, y precisamente sé lo que ello quiere decir, y también sé que lo he sabido siempre: estoy otra vez en el Lager, y nada de lo que había fuera del Lager era verdad.”