URI DROMI

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha gobernado a Israel durante 10 años, un período que sólo ha sido superado por David Ben Gurión, el fundador del Estado, cuyas cadencias acumulativas se extienden a más de 13 años.

Resulta tentador comparar entre ambos líderes que se caracterizan por su pesimismo sobre las posibilidades de lograr una verdadera paz entre Israel y los árabes. Ben Gurión consideraba que el conflicto no es territorial, sino que se debe a la negativa de los árabes de aceptar un Estado judío en esta región. Netanyahu no podría estar más de acuerdo.

En su libro Un lugar bajo el sol, Netanyahu expresó su pesimismo a través del concepto delmuro de hierro” que siempre ha existido entre judíos y árabes – un término que adquirió de Zeev Jabotinsky, activista sionista, escritor y colega de su padre.

En noviembre, durante la ceremonia conmemorativa frente a la tumba de Ben Gurión, el primer ministro declaró que ante la ola de terror que enfrenta Israel, “el muro de hierro es más relevante ahora que nunca.”

Pero dejando a un lado el pesimismo, estos dos líderes tienen muy poco en común.

Ben Gurión era un visionario que convirtió un sueño en realidad. Su gran reto fue transformar a los judíos, que vivieron esparcidos por todo el mundo durante 2,000 años, en una nación soberana, retomando su antigua patria judía. Para lograr esto, estaba dispuesto a afrontar grandes riesgos: justo antes de que anunciara el establecimiento del Estado de Israel en mayo de 1948, el general George Marshall, secretario de Estado norteamericano y arquitecto de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, advirtió que un Estado judío sería eliminado por los formidables ejércitos árabes. Ben Gurión se arriesgó y salió triunfante.

Por otra parte, Netanyahu es un conservador. Hay quienes piensan que su estancamiento tiene por objeto asegurar su propia supervivencia política. Yo creo que tiene motivos más profundos: él considera que el Estado que heredó de sus predecesores es un tesoro preciado que no puede arriesgarse con movimientos osados. Por lo tanto, a pesar del discurso que ofreció en la Universidad Bar Ilan en 2009, Netanyahu no trabajará hacia una solución de dos Estados, porque en su opinión un Estado palestino es un riesgo para Israel.

Fue interesante observar que durante su discurso controversial ante el Congreso hace un año, Netanyahu lo comparó con el desafío de la advertencia de Marshall a Ben Gurión en 1948. Ese no es el caso. Durante el establecimiento del Estado de Israel, Ben Gurión arriesgó todo. Al desafiar al Presidente Obama sobre el acuerdo nuclear de Irán, Netanyahu se encontraba en otra situación: de haber ganado, el peligroso acuerdo para Israel se hubiese frenado; al perder, Estados Unidos ofreció una generosa ayuda militar como compensación. Netanyahu corrió el riesgo de perder la buena voluntad del líder del mejor aliado de Israel.

Esto nos lleva a otra diferencia. Ben Gurión utilizó una retórica severa con respecto al derecho de Israel de tomar sus propias decisiones: “No importa lo que los goyim [gentiles] dicen, sino lo que los judíos hacen.” En la práctica, sin embargo, él hizo todo lo contrario. Tras la rápida victoria en la Campaña del Sinaí en 1956, Ben Gurión anunció la creación del “Tercer Reino de Israel.” En consecuencia, el presidente Eisenhower envió un fuerte mensaje al líder israelí y éste ordeno tímidamente la retirada del Sinaí.

Netanyahu, por su parte, elogió las excelentes relaciones entre Israel y Estados Unidos, mientras que en realidad, según reveló el periodista Jeffrey Goldberg del Atlántic, no hizo un gran esfuerzo por mejorar las relaciones con el presidente Obama.

No es ningún secreto que a Netanyahu, quien se formó en la década de Reagan, mientras se desempeñaba como embajador de Israel ante las Naciones Unidas, no le agrada la presencia de un demócrata en la Casa Blanca: en julio de 2012 dio una cálida bienvenida al republicano Mitt Romney en su casa en Jerusalem. Hoy en día, supongo, desea ver a un republicano en la Casa Blanca.

Sin embargo, la mayor diferencia radica en la actitud de ambos líderes con respecto a la demografía.

Ben Gurión estaba tan ansioso de mantener a Israel como un Estado predominantemente judío que inmediatamente después de la Guerra de los Seis Días, declaró que Israel debería devolver todos los territorios que había ocupado, excepto el Este de Jerusalem, a fin de no poner en peligro a su mayoría judía.

Pero bajo los gobiernos de Netanyahu, Israel ha avanzado lentamente hacia una realidad de un Estado bi-nacional, en el que perdería su carácter judío o su democracia.

Al final de su carrera política, Ben Gurión se convirtió en una carga para su partido, y finalmente fue expulsado. Netanyahu está lejos de serlo, pero una reciente encuesta publicada en Haaretz muestra que, por primera vez, el 51 por ciento de los israelíes consideran que debe dimitir, mientras que sólo el 36 por ciento cree que debería reelegirse. Ante las diversas diferencias entre ambos líderes, sólo el tiempo dirá si el final de su carrera política será el mismo.

Fuente: Miami Herald

Traducción: Esti Peled

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