NOAH KLIEGER

Hace 55 años, el arquitecto de la “Solución Final” fue juzgado en Jerusalém; Noah Klieger, un sobreviviente de Auschwitz, estuvo allí como periodista y explica qué hizo comprender al mundo la extensión de los crímenes nazis.

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En abril de 1961, hace 55 años, tuvo lugar un verdadero terremoto que no atacó sólo a Israel, sino también al mundo civilizado entero. No, las ciudades no se derrumbaron, los edificios no colapsaron, y la tierra no se abrió. Tampoco hubo ninguna víctima. No obstante, este fue uno de los terremotos más grandes en la historia humana.

Porque en abril de 1961, finalmente comprendimos, en Israel y a lo largo del mundo, lo que habían hecho los alemanes. Finalmente comprendimos cómo un pueblo avanzado, desarrollado y moderno, después de años de preparativos, asesinó a millones de judíos a sangre fría. El juicio del arquitecto de la “Solución Final”, Adolf Eichmann, repercutió a lo largo del mundo entero desde la pequeña sala del tribunal en Beit Ha’am en el centro de Jerusalém.

Desde ese lugar, surgió la verdad de las acciones de los alemanes durante la década de 1930 y el inicio de la década de 1940 del siglo pasado. Y cuando el fiscal, Gideon Hausner, dijo sus inolvidables palabras de apertura, “Me pongo de pie aquí con seis millones de acusadores”, el mundo entero comprendió lo que había sucedido en más de 2000 campos de labores forzadas, guetos y unos seis campos de exterminio, apenas algunos años atrás.

No hay duda que llevar a juicio al archi-asesino abrió los ojos del mundo, incluso en Israel. Tami Raveh, la hija de Hausner, quien era entonces una niña pequeña, dijo que cuando su padre tratara de explicarles a ella y sus amigas las atrocidades que tuvieron lugar en los campos, siempre caerían lágrimas de sus ojos. “Así que yo estudié el tema”, dijo ella.

Como un periodista que, junto con otros colegas en Yedioth Ahronoth, cubrió el juicio que llevó a cientos de miembros de la prensa de todo el mundo a Israel, recuerdo bien cada detalle de las sesiones. Desde las palabras escalofriantes de Yehiel De-Nur (el escritor Ka-tzetnik), quien se desvaneció mientras testificaba, al testimonio del oficial de policía del equipo que interrogó a Eichmann, Miki Goldman, él mismo un sobreviviente de Auschwitz.

Como alguien que habla alemán, yo también recuerdo cada palabra del asesino despiadado, quien trató de explicar, como lo habían hecho sus socios y amigos en las filas de las SS, que solamente estuvo siguiendo órdenes. “Como soldado, no pude rechazar órdenes”, dijo el hombre en una caja de vidrio a los jueces, y también a los millones a lo largo del mundo que estaban siguiendo el juicio.

Ese juicio persuadió a los israelíes veteranos—miembros del Viejo Ishuv—y los cientos de miles que habían inmigrado desde el establecimiento del estado que todos nosotros, los sobrevivientes, de hecho habíamos estado diciendo la verdad y que ninguno de nosotros había “inventado” algo.

Mi colega y amigo, el fallecido Aviezer Golan, uno de los grandes del periodismo israelí, me dijo en uno de los primeros días del juicio que, hasta ese momento, él pensó que yo había estado exagerando en mis historias del infierno de Auschwitz. “No sólo no exageraste, ni siquiera lograste contar la historia entera”, dijo. Por cierto, Golan fue uno de los dos periodistas israelíes a quienes se permitió estar presente en la ejecución de Eichmann.

Han pasado cincuenta y cinco años; Eichmann, como la gran mayoría de los asesinos nazis, ya no está vivo. Pero el juicio—el terremoto en Jerusalém—nunca será olvidado.

Fuente: Ynet News

 Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México